Capítulo 2: "Ecos, decisiones y rumores"

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La casa, camuflada entre la naturaleza cerca de la frontera con Snezhnaya, parecía una residencia común, pero en su interior albergaba un centro de operaciones. La imperturbable dama estaba inmersa en la revisión de documentos cuando golpearon la puerta, y una joven parte de la brigada de élite de Arleccino, las soldados Senescales, entró.

"Padre, ha llegado una carta de carácter importante del joven Lyney", anunció la soldado.

"Muy bien. Dámelo", respondió Arleccino sin apartar la vista de sus papeles mientras recibía la carta, y la soldado se retiró. Arleccino procedió a abrirla y leer su contenido.

"¿Eh?", expresó una leve sorpresa. Al parecer, Lyney comunicaba sospechas sobre la verdadera identidad de Furina y planeaba tenderle una trampa junto con el Viajero y Neuvillette.

"Vaya... si Neuvillette también sospecha eso, entonces hay cierta solidez en esa teoría", reflexionó. Aunque ella misma había tenido pensamientos similares después de atacar a Furina y después de la reunión, lo descartó al recordar que los registros eran claros: Furina estaba allí desde hace 500 años, desde que ella misma era una niña en Fontaine, sus shows patéticos en las calles ya eran tema incluso en la casa de la hoguera entre los niños en los pocos momentos tranquilos que vivían, incluso Clervie, su antigua compañera, mencionaba que vio y le parecía divertido esas apariciones públicas de la ahora sospechada Furina.

"Patética... ¿y ahora resulta que podría ser una fraudulenta?", murmuró mientras acariciaba la mano que había tocado la carne de esa posiblemente falsa Arconte durante el ataque. Inadvertidamente, esbozó una leve sonrisa, teñida con un toque de sadismo.

"Diablos", exclamó entre murmullos al terminar de leer las últimas líneas de la carta, donde Lyney solicitaba presupuesto para la trampa y mano de obra. La mano de obra estaba disponible, pero el presupuesto base ya se había agotado. Ahora, tendría que pedir la transferencia de fondos desde Snezhnaya, y el dilema radicaba en a quién dirigirse.

"Tendré que lidiar y, seguramente, soportar a ese idiota de nuevo y sus pretensiones cuando vuelva", suspiró, preparándose para redactar una carta de respuesta para Lyney con órdenes y otra carta dirigida al molesto incordio que había mencionado segundos atrás.


En la animada atmósfera del bar en esa fría noche, los soldados disfrutaban del vodka con entusiasmo, mientras algunos optaban por el vino, aunque no el afamado Mondstadt, demasiado caro en esos días. Tres de ellos compartían mesa, sumergidos en un animado diálogo.

"¡Así que me asignaron a la brigada de Columbina! ¡Estoy feliz!" brindaba Viktor con ánimo, pero la alegría se pauso cuando sus compañeros lo miraron sorprendidos.

¿Conoces las reglas no escritas?

Viktor quedó pensativo. "¿Reglas no escritas?
Cuales?"

Su alto compañero mirá a Víktor fijamente para comentarle mientras la charla se pone más sería pero aun con el ambiente  festivo alrededor
"Es mejor darse de baja o autoincapacitarse antes de ser enviado a la brigada de Dottore. Y luego está la otra: nunca enfades a Columbina."

El segundo compañero, tras un buen trago de vodka, continuó. "Sí, como la que dice que nunca debes enfadar a Columbina. Hace dos años desapareció un comerciante que criticó en voz alta que Columbina parecía una tonta. Y hace un año, un miembro de su brigada comentó que es la miembro de los Once que menos respeto le inspira. Al día siguiente, apareció empalado en la cúpula de la iglesia Alexander. Lo curioso es que, en ambos casos, Columbina aparece alegre, tarareando una canción, la 'sonata funesta'."

Impresionado, Viktor esperó la respuesta de su compañero. Este continuó, señalando la extraña conexión entre los incidentes y la presencia de Columbina, aparentemente ajena a los sucesos pero siempre tarareando su alegre pero misterioso taradeo.

Mientras tanto, Columbina danzaba en la cima del palacio Pravda, ignorando el intenso frío. Sus ojos permanentemente cerrados no le impedían disfrutar del ambiente animado que flotaba en la noche. Comentaba desde su altura sobre las historias entre risas.

"Los borrachos son tan divertidos con sus historias, jeje. Vodka, música, alegría... esta noche es animada, ¡me encanta! Aunque..."

Deja de danzar y mira hacia la luna parcialmente cubierta.

"...me encantaría tenerte aquí, mi querida Arle. Tu calor es mi mayor felicidad. Necesito tus abrazos y tus castigos."

Ajena a lo que ocurre en Fontaine, Columbina danza en su propio mundo, sin saber que la atención de Arleccino se ha desviado hacia un nuevo objeto de deseo.

TEATRO DE LAS SOMBRAS Y PASIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora