Capítulo 5. Intimidad.

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— Layra, escúchame, por favor.

Me giré y le vi, suspiré y seguí mirándole.

— ¿Qué pasa?

— No sabía como decírtelo, pero no quiero nada serio, o sea, no tenemos nada, pero antes de que te hagas ilusiones, ya sabes, pero soy un buen hombre, es decir, si quieres que sigamos siendo este rollo, pero como si fuera una relación abierta.

Reí con sarcasmo, cabreada, le iba a dejar las cosas muy claras.

— No es una relación abierta porque no estoy saliendo contigo, imbécil, que tampoco tenía intenciones, y no, no eres un buen hombre, eres un puto crío.

Él abrió la boca, sorprendido, se acercó hacía mi y agarró mi mano.

Bajé la mirada, viendo su agarre.

— Suéltame, gracias por demostrarme como eres en realidad.

— No te voy a dejar ir.

Le miré, seriamente, quería que me soltará, quería estar sola.

Le fulminé con la mirada y vi su mirada cambiar y como aflojó su agarre en mi antebrazo.

— ¿Qué crees que haces? — gruñó una voz detrás de mí, me giré y vi a Christian a unos centímetros de mí, al instante me puse nerviosa.

— Piérdete, no es cosa tuya. — contestó Cameron.

Christian puso sus manos en mis hombros y bajó su mirada, me debía sacar veinte centímetros...

— ¿Necesitas ayuda? — me miró y yo le dije que sí con la mirada.

Al ver mi mirada quitó sus manos de mis hombros, me destensé y Christian agarró la mano de Cameron y la quitó de mi antebrazo.

— No quería pelear, pero si es lo que buscas, quizás puedo matarte para que vayas al cielo con Logan.

Vi su mirada cambiar, apretó los puños de la rabia, no sabía qué había pasado, ni quién era Logan, pero por su mirada, llena de rabia que en algún momento fue tristeza, supuse que fue alguien importante para él.

— ¿Qué cojones te pasa? — preguntó Cameron, dándole un empujón que casi le hizo caer de culo, Christian no estaba en buen estado físico, se veía delgado —. Lo sé todo sobre ti.

Ambos fruncieron el ceño, Cameron soltó una carcajada y me miró, yo me congelé, presa del miedo.

— ¿Y te haces llamar buena hermana dejándola sola en casa? — no contesté, me quedé helada, no conseguía articular lo que quería decir.

— ¡Déjala en paz! — le gritó Christian a Cameron.

— ¿O qué, desnutrido? — Christian bajó la mirada y apretó los puños, soltó un grito y le dio un puñetazo con todas sus fuerzas a Cameron.

Cerré los ojos con fuerza, no entendía nada, ¿por qué de repente Christian me defendía? ¿Le había dado pena?

Lo siguiente que vi fue a Christian y a mí corriendo, de la mano, huyendo de aquella escena. En el momento en el que pude procesar todo, estábamos en un lago, Christian no dijo nada, estaba recuperando la respiración, le costó más que yo.

— ¿Estás bien? — me preguntó, con la mirada fija en el mar.

¿Qué?

No entendía si quería la verdad, si quería ser mi amigo, si solo quería utilizarme. Si quería darme una segunda oportunidad y forjar una amistad.

O si quería mentiras, mentiras que siempre me habían dicho: "no te haré daño", "no soy como los demás".

— No te entiendo.

— No soy fácil de entender, no pensaba que lo hicieras.

Le miré de nuevo, pero él seguía con la mirada fija en el lago, sentándose en una roca que marcaba el final entre suelo y agua.

— ¿Por qué me has ayudado?

— Porque no tenía por qué tratarte como lo hice, aunque tú tampoco tenías porque haber hecho cosas que has hecho. Todos cometemos errores, somos humanos, supongo...

Había un tono de tristeza en su voz, suspiré y me senté a su lado.

— ¿Seguimos llevándonos mal? — pregunté y él puso los ojos en blanco.

— Todo cambia.

— ¿Eso es un sí o un no?

No me dirigió ninguna mirada, ninguna palabra, solo miraba el lago, como si fuese una obra de arte con detalles que descifrar para darle más sentido.

— Logan, era mi mejor amigo, se suicidó con 15 años — hizo una pausa, aclarando la voz —. Lo hizo porque la gente se reía de él, solo yo le apoyaba, me transmitió su amor por la astronomía, por eso me gusta, no me gusta porque simplemente me guste, como te dije, me gusta porque me recuerda a él, me recuerda a que él está ahí, él es una estrella que brilla por sí misma y que ese brillo nunca se desvanecerá, a que todos somos estrellas, todas brillamos por nuestra cuenta, pero a algunas estrellas otras les arrebatan el brillo para brillar más.

— Christian...

Agachó la cabeza, vi una lágrima caer en su muslo y la limpié.

— Tú me contaste lo tuyo, lo personal.

Decidí no decir nada, decidí disfrutar la intimidad del momento y la confianza que había depositado en mí para contarme algo tan personal.

Apoyé mi cabeza en su hombro e inhalé el aire puro, cerrando los ojos.

Luego los abrí, mirando las estrellas, y comprendiendo que él y yo éramos estrellas sin brillo, estrellas perdidas, sin brillo y sin rumbo.

Y nada me definiría más que aquello, y lo entendí.

Christian estaba roto por dentro y yo lo había estado, quería ayudarle, pero cuando intentas ayudar a alguien herido, al final te hieren a ti...

Bajo las Estrellas PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora