Romeo y Julieta

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Durante los días siguientes Lucila aprendió muchas recetas en la cocina del colegio. De la mano de Gabriela era muy sencillo seguir los pasos, porque ella tenía una cadencia muy especial a la hora de enseñar sus recetas. También consiguió que la pastelera le abriera su corazón un paso a la vez.

Aprendió a comprender la soledad de Gabriela, a sostener su mano cuando temblaba al cernir harina y a entender porque cuando se hundía en silencio recordaba los castigos de su madre. Lucila la observaba mirando cómo el efluvio cambiaba cuando su amiga recordaba a su progenitora. Con ojos experto también comprendió que las vendas que traía Gabriela no eran precisamente por cómo usaba la cocina.

Fernando observaba a Lucila y Gabriela conversar animadamente mientras sostenía su cabeza con su mano, sintiéndose impaciente. Se estaba sintiendo ¿Celoso? ¿angustiado? ¿aburrido? No lograba descubrir cuál era la razón específica de su malestar.

—¡Gabriela! —gritó la morena al verle el golpe en el brazo.

—No es nada importante. —ocultó el moretón con la manga de su camisa—. Eva me empujó sin querer... a veces es muy efusiva.

No quiso seguir preguntando a Gabriela sobre esos "accidentes". Lucila también se percató de que Rosa sabía de esa situación pero guardaba silencio. Sintió muchísima ira pero no podía intervenir en esto porque escapaba a su contrato.

Hablando de ello Noix volvía todas las noches al cuarto de Fernando. Le comentaba de manera simple sobre lo sucedido con Gabriela en la cocina. Le solicitaba paciencia al adolescente para poder concretar su plan y Fernando comenzaba a sentirse engañado.

Quería acercarse a Gabriela, pero aún no lograba realizar esa tarea. Lucila estaba, supuestamente, siendo cercana a la adolescente para ayudarle con su deseo. ¿Acaso se estaba arrepintiendo de solo pedirle que la chica lo notara? No, se dijo, eso no podía ser un error. Tampoco quería caer en esa tontería de cambiar a la chica que le gustaba.

Sonó la campana, los demás comenzaron a guardar sus cosas y Fernando también comenzó a ordenar su mochila. En ese momento Lucila se acercó a él, le sonrió y le dijo:

—Mañana —susurró en voz baja —va a comenzar el plan.

—¿Recuerdas tu misión? —le reclamó el joven.

—Siempre la tengo en mente. —Lucila lo comentó ruborizándose—. Solo quiero que mi último trabajo salga perfecto.

Salieron del colegio dirigiéndose a la casa de Fernando. Para no levantar sospechas Lucila cambiaba su apariencia, desapareciendo de los ojos de los demás. Así ambos podrían seguir el camino a la casa del adolescente.

—Noix... tengo una duda —Fernando comenzó a hablar asaltado por esta pregunta que desde hace un par de días le daba vuelta por la mente —¿Qué quiere decir último trabajo? ¿Específicamente a qué te refieres con ello? ¿Después de esto... ¿te irás a alguna parte?

La demonio lo seguía flotando a su lado mientras lo miraba fijamente y sus pensamientos divagan sobre el chico. Estaba tan acostumbrada al efluvio de los sentimientos del chico, a pesar de pasar bastante tiempo con Gabriela extrañaba los sentimientos de Fernando cuando no estaba a su lado, porque su efluvio era cálido, constante y protector. Sus emociones ahora solo reflejaban sinceridad... bueno, él nunca mentía era algo que ella notó con el transcurrir de los días. Quizás orillada un poco por la culpa decidió ser sincera.

—No siempre he sido esto Fernando —comenzó a relatar —fui una de las creaciones favoritas de Dios pero tuve la idea de oponerme a sus ideas. Debido a ello fui castigada al "infierno". —elevó la ceja mientras lo miraba—. Supongo que así le dicen de donde provengo, un lugar donde las creaciones corruptas de los dioses pelean por el sustento diario.

Las cosas que ella decíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora