Capítulo cuatro

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Si bien Noix quiso tener paciencia, a las pocas semanas explotó en medio de la habitación del joven.

—¿Eres tonto o qué? —preguntó con tono de molestia —¿Cómo es posible que aún no hayas sido capaz de hablar con Gabriela?

Fernando la observó mientras metía las manos en los bolsillos, recordando lo sucedido en las semanas anteriores. Noix estaba sentada en la cama del adolecente, él se sentó frente a ella, en la silla de su escritorio.

—No te estoy pidiendo que alimentes a una banshee —reclamó ella con un extraño tono campirano.

—¿Qué insinuas? —exclamó divertido por su tono de voz y enfadado a la vez.

—No te estoy pidiendo nada del otro mundo

—¡Se suponía que tú me ayudarías! —le reclamó el adolescente-

—Te ayudo —tomó una pausa para mascullar entre dientes — pero eres un idiota.

—Solo eres un demonio de cuarta...

—¡Silencio!. —Ella se puso a flotar alrededor de él interrumpiendolo—. Soy una peligrosa criatura.

Unos rayos de color morado comenzaron a rodear el cuerpo de Noix. Sus cabellos empezaron a elevarse y sus ojos se tornaron del color de la sangre intensa. Sin embargo, esto no acobardó a Fernando, tan solo lo hizo sentirse más enojado. Si ella era capaz de hacer eso ¿Cómo no pudo ayudarle más? Se levantó de la silla para encararla.

—¡Ni siquiera pudiste hacer que me acercara a Gabriela! Hace más de tres semanas que estamos siguiendo tu plan de acción y... —pausadamente volvió a sentarse — solo me ha traído vergüenza tras vergüenza.

El tono de la discusión bajó después de eso. La chica volvió a la normalidad sentándose sobre la cama. El adolescente tenía razón, cada vez que quería acercarse a Gabriela, era incapaz de elaborar una oración coherente. Por otra parte, las chicas que lo rodeaban no daban chances para que los jóvenes se quedaran a solas.

Noix se había dedicado a observar desde afuera del liceo la situación y podía comprender porque Gabriela no le tomaba atención, aunque se notase a legua que él estaba loco por ella. 

Cada vez que la joven miraba a Fernando, cada vez que lograba romper la burbuja de su mundo, cada vez que los ojos celestes dejaban de mirar sus recetas él estaba conversando con alguna chica. Siempre pasaba eso, pero Gabriela ni siquiera parecía celosa. Su rostro no evidenciaba emoción alguna, tampoco su aura ni menos algún gesto contradictorio. Lo peor de todo es que era una cara de normalidad, como si estuviese acostumbrada a que Fernando estuviese rodeado de mujeres y no la notara a ella.

No podía decirle eso al chico, porque no era culpa de él que las féminas lo rodearan todo el tiempo. Para colmo de males Fernando era un buen chico, uno de los pocos buenos que conoció en este rubro. No existía maldad alguna en sus actos porque él era extremadamente sincero y jamás prometía amor si no lo sentía.

—¿Por qué no cambias tu deseo? —le dijo Noix

—¿Cambiar mi deseo?

—Exacto te explico, tu deseaste que Gabriela te notara.

—En verdad no logro recordar lo que pedí... solo no quería obligarla a hacer algo que no quiera.

—Ese es el punto. No he podido ayudarte más porque necesitas que ella te note en ese deseo. Si tu hubieses pedido que se enamore de ti...

—No haré eso. —El gesto de seriedad de Fernando la dejó asombrada—. Sí seguí las instrucciones, hice el ritual y todo lo que tú quieras, pero entiéndeme estaba desesperado... pero eso no significa que vaya a obligarla a quererme. No podría mirarla a la cara si eso pasara.

Las cosas que ella decíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora