𝑬𝒎𝒊𝒏𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂

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օʍռɨֆƈɨɛռȶɛ

2003, Rusia

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2003, Rusia


Era una noche oscura, y la mansión Svetomrakov, situada en medio de la desolación, se alzaba como un monolito sombrío bajo el cielo estrellado. Los vientos que azotaban las ventanas parecían susurrar secretos olvidados, y el frío envolvía cada rincón de aquel lugar, impregnándolo de una atmósfera lúgubre.

En su interior, una joven de cabellos azabache recorría el estudio de un lado a otro, su mente agitada, incapaz de sacudirse la creciente irritación que la consumía. El ambiente era denso, cargado de una tensión que se filtraba en las paredes mismas, como si las sombras se hubieran vuelto conscientes de la inquietud que la dominaba. Cada paso que daba resonaba en la penumbra, un eco inquietante que se perdía en el silencio sepulcral de la noche. Su respiración, cada vez más entrecortada, competía con el frenético latido de su corazón.

De súbito, una presencia desconocida la obligó a detenerse. Una sensación fría recorrió su espina dorsal, como si un espectro hubiera cruzado el umbral de la mansión, deslizando su figura etérea por los pasillos oscuros. La joven ya no estaba sola.

Aquel intruso avanzaba con sigilo, sus pasos silenciosos, casi imperceptibles, pero su presencia resultaba inconfundible. La sensación de ser observada creció hasta volverse asfixiante. En un abrir y cerrar de ojos, la joven se materializó a su lado, tan rápida y silenciosa que parecía haber emergido de las mismas sombras, como un espectro que responde al llamado de la oscuridad.

El intruso resultó ser un joven, inexperto, torpe en sus movimientos, quien pretendía hacerse pasar por espía. No poseía la astucia ni la frialdad que semejante misión requería. Al girar y verla tan cerca, dio un salto, sus ojos desorbitados por el terror que lo consumía. Su mirada, llena de espanto, delataba la profunda desesperación que lo embargaba. En un intento desesperado por salvarse, intentó atacarla, pero lo hizo más impulsado por el miedo que por una verdadera estrategia. Sus golpes, torpes y erráticos, fueron inútiles. La joven no se movió, ni siquiera parpadeó; el ataque no le causó ni un rasguño, ni en cuerpo ni en alma.

A pesar de su fútil esfuerzo, el novato continuó golpeando frenéticamente, lanzando sus puños al aire en un vano intento de defenderse. Sin embargo, todos sus esfuerzos fueron en vano; no logró siquiera rozarla.

La joven lo observaba con calma, casi con indiferencia, como un depredador que contempla a su presa agotándose. Sabía que el joven no tardaría en desfallecer, y aguardó con paciencia el momento en que sus fuerzas lo abandonaran. Y no tardó en llegar. El intruso, exhausto y jadeante, finalmente comprendió la inutilidad de su intento.

Cayó de rodillas, su cuerpo drenado de energía, y con la voz temblorosa comenzó a suplicar por su vida. Las palabras salían de su boca en forma de súplica, implorando perdón con desesperación, su voz rota y quebrada.

✞ঔৣDₑₛᵢdₑᵣᵢᵤₘঔৣ✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora