final.

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"El amor tiene mil fórmulas... para mi, la formula del amor... eres tú."






🌻👩‍🍳





Iñigo observaba sin ganas a las personas que hablaban, su alfa lo inquietaba desde hace minutos. Obligándolo a probar la dichosa comida, sabía lo que él pensaba. En el fondo también deseaba comprobar que fuera él. Que ese chico nuboso de sus recuerdos sea el omega que estaba en su casa, ese pequeño y delicado que sucumbió fácilmente a sus deseos, que aceptó todo de él sin protestar anoche, que esta mañana lo sedujo sin darse cuenta y lo hizo perder los estribos. 

Suspiro cansado, no quería seguir ahí. Jugueteo con sus dedos sobre la mesa. El palabrerío lo empezaba a fastidiar mientras bufaba molesto. 
Cancelo a su lado y le lanzó miradas inquisitivas. Buscando una respuesta a su actuar. El enojo de su lobo fue en aumento lentamente, la falta de aire le generaba la sensación de mareos constantes. Lo estaba obligando a ir por lo que quería. 


—Sigan la reunión con, João. No me encuentro bien. —dijo antes de ponerse de pie y caminar en dirección a la puerta. Salió de ahí de forma apresurada y fue a su oficina. 
Entró de forma rápida, buscando con la mirada el objeto. Sin notarlo por ningún lado. 
—¿Dónde está? —preguntó en cuanto llegó al escritorio de su secretaria. La mujer lo miró confundida, esbozando esa asquerosa sonrisa coqueta antes de ponerse de pie. 


—Señor Martínez. 


—¡¿Dónde carajos está el desayuno que traje?! —grito furioso, la mujer retrocede en su lugar un poco asustada. 


—Y-yo... —lo notaba llena de pánico. 


—¿Tú qué? —murmuró, la mujer apretó sus labios mientras retrocedía. 

—Lo siento, señor... yo he tirado la comida. 


Iñigo la miró, en su ser solamente sintiendo furia. Sus manos golpearon el escritorio de la beta, la cual lo miró asustada. 

—Recoge tus malditas cosas de aquí, no te quiero ver nunca más en mi empresa. 

—Señor... 

—¡Lárgate! Maldita sea. —gritó, la atención de todos se puso en ellos dos, la mujer tomó su bolso y salió corriendo. Cancelo se acercó de forma rápida, tocando su hombro. 

—Ey, tranquilo. —dijo cuando lo apartó de un manotazo. Iñigo sentía sus ojos picar, le había prometido a Fermin que comería el desayuno que le preparó. Pero muy en el fondo sabía que su rabia era más bien porque no podría sacarse la duda, no podría probar la comida que preparaba el omega. Ese que muchos han hecho y ninguno más igualó a ese sabor tan exquisito que guardaba en su memoria. 

Cerró sus ojos, apoyando su frente sobre la mesa de su ahora ex empleada, miró a un costado del mismo, el basurero estaba ahí. Y sin importarle la mirada de todo el resto, destapó el mismo. 

Su alfa enloqueció cuando vio la vianda de color verde ahí tirado. 

—¿Iñigo? —João lo llamó. Miró a su amigo alfa. Este tenía las manos levantadas y eso lo apaciguó bastante. 
Sentía un dolor irremediable en su ser. 

f ó r m u l a   d e    a m o r  [bichitos] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora