01: Buscándote en algún lugar.

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'Cocinar no es una habilidad, es una forma de demostrar amor.'



👩‍🍳🌻



La mirada aburrida del alfa pasaba de una persona a otra. Todos repetían el mismo movimiento, los mismos ingredientes y la forma única de corte. Era la tercera vez que llamaba para que encontrasen a ese chico. 

Han transcurrido cerca de veinte años desde que lo vio, desde que su ser y existencia misma quedó cautivado por aquella encantadora persona que se cruzó en su camino. A punto de cumplir los treinta años, Iñigo se ha rendido absolutamente a conocer a alguien más. 
Su lobo mismo se lo impedía, todos estos años que han pasado lo ha buscado. Por cada rincón de Barcelona, pero es como si la tierra se hubiese tragado al pequeño niño y a su familia. Incluso lo vago que recuerda de las calles. 

Lo único que le impide reconocerlo del todo, o por lo menos recordar una ruta a él es la amnesia que tuvo tras presentarse días después de ser encontrado por su padre. No recuerda nada del secuestro que sufrió ni lo que pasó en la calle, pero si a ese pequeño. 


Bichito. 

Bichito. 

Esa palabra se repetía con constancia en su mente mientras observaba como esos jóvenes culminaron aquel extraño plato que su paladar por más que hayan pasado años, nunca encontró comparación o sabor similar en cada preparación que le han hecho. 


—Señor... los platos están listos. —murmuró Cancelo que estaba a un lado suyo. Iñigo suspiró mirando con desgana cada uno de los platillos y a los jóvenes omegas, betas y alfas que lo preparaban. No sabía en qué se había convertido aquel pequeñín por lo cual lo buscaba en un rostro desconocido. 

Tomó un tenedor con suma delicadeza, el primer bocado y negó antes de pasar al siguiente. 
Y nuevamente, diez personas relacionadas a ese platillo en específico fueron descartados. 

João quien estaba más atento en comer algunas botanas suspiró igual que él, ambos estaban cansados de ese tema. De buscar algo que para ellos era desconocido. 


—Gracias por venir, pueden retirarse. —João Félix, su secretario anunció. Los jóvenes salieron desganados, todos conocían el poder y estatus que tenía Iñigo Martinez. La sola idea de preparar algo que pueda enamorarlo era como una historia de Cenicienta. Misma que ninguno logró. 
Iñigo vio de mala gana su móvil que sonaba una y otra vez. No deseaba en lo absoluto contestar, sabía lo que escucharía al otro lado. 








×××××





Iñigo miró con desgana el lugar donde se iba dirigiendo, sabía que la salud de su abuelo iba empeorando y enterarse que se negó a recibir su medicación diaria lo enfureció. Pero aún así, iba en son de paz para hablar con él. 
Ignoró las explicaciones del Doctor De Jong, y en algún punto el omega se quedó callado. Iñigo vio la habitación y la puerta entreabierta, de Jong lo dejó solo. 

—Me agrada verte aquí muchacho, se que serás una buena opción para mi nieto. —Iñigo suspiró ante lo que escuchó, sabía que su abuelo hace tiempo había intentado concretar un matrimonio arreglado. 

—Eh... Está bien. —la suave voz lo confundió un poco, entró con cuidado. La atención de los dos de centro en él, su abuelo en su estado de siempre aunque ahora con una cálida sonrisa. Y al lado suyo un joven rubio. 
Iñigo se concentró en él unos segundos, una rara inquietud formándose en su pecho cuando vio la forma tímida en la que estaba sentado al lado de su abuelo. 

—Hijo....ven, ven. —Iñigo se acercó con cuidado. Tomó la mano que le ofrecía el mayor. 


—Abuelo... ¿Cómo va eso de que no aceptaste tus medicinas del día? —preguntó, su tono de voz subiendo levemente. Por el rabillo del ojo noto como el extraño de encogía en su lugar, notablemente incómodo por su presencia. 

—Ya hablamos de esto, Iñigo. Además, voy a retomar la medicación y recuperarme si te casas con él. —un gruñido bajo escapó de su garganta, su alfa enfurecido por la propuesta pero a la vez curioso por la reacción del chico que estaba ahí. No tenía aroma alguno encima, traía una ropa que cubría hasta partes altas del cuello. A lo mejor era un beta. 


—Abuelo... 

—Por favor, hijo. Estás llegando a la edad en donde los demás dirigentes te van a exigir una firmeza. Este chico, Fermin. Es muy bueno, su madre está en este mismo hospital y en los momentos donde me encuentro solo él me acompaña. Por lo menos mantén el matrimonio solo en papel, no te pediré nada más. —el anciano tomó unas bocanadas de aire antes de moverse lentamente. Iñigo desvió la mirada, estaba contra la espada y la pared. Nunca se ha negado a una petición de su abuelo y sabía que el mayor seguiría insistiendo, nuevamente miró al chico que estaba ahí. Notablemente incómodo. 


—¿Seguirás tu tratamiento si lo hago? —preguntó. Sintió la mirada del chico sobre él, pero cuando lo miró este desvió su mirada. Era como un pequeño juego. 


—Lo haré. —su abuelo respondió con firmeza. —Fermin está al tanto del matrimonio por papel como deseas. —Iñigo frunció su ceño, ese nombre le resultaba algo extraño. El chico no lo miraba seguía de forma sumisa agachando su cabeza. 


—En tres días estaría bien, te espero en el juzgado central a las 10 de la mañana. —se dirigió al rubio cabizbajo. 


—Está bien. —por primera vez se atrevió a mirarlo a los ojos, y le resultó tan familiar. Las mejillas sonrojadas y esos ojitos de gatito. 
Pero pareciese que una neblina opacaba el recuerdo de a quien rememoraba de esa forma. 

Frenkie entró acompañado de enfermeras y ellos tuvieron que salir. El silencio era tenso entre ambos, Iñigo no podía creer lo que aceptó y Fermin estaba casi bobo por lo guapo que era el alfa. Cuando su abuelo hablaba de él, todo era cierto. Aunque también su mal genio. 

—No creo que sea necesario hablar de las condiciones de lo que será nuestro matrimonio, no habrá invitados, no quiero que haya parejas mientras dure el compromiso. A puertas cerradas puedes tener a quien quieras, vivirás en una casa cercana aquí. Solo se un buen chico y finge bien. —Iñigo soltó las palabras de forma despectiva antes de caminar por el pasillo y alejarse del menor. 

—Lo que tiene de guapo, lo tiene de idiota. —Fermin negó, se recordó a sí mismo que necesitaba la ayuda monetaria que ofreció el anciano a cambio de una boda con su nieto. Así que no se quejaría, se mantendría al margen y seguiría tranquilamente. Cuando el matrimonio se disuelva, el tratamiento de su madre habrá acabado y él será libre de este malhumorado. 

Iñigo fingió no escuchar lo dicho por el más joven, aunque cuando recordó preguntarle algo más el otro ya no estaba a su vista. 


















Continuará...




Iñigo es el reino de los tontos. porque decir rey es poco.






Pato👩‍🍳

f ó r m u l a   d e    a m o r  [bichitos] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora