Capitulo 2: Willow

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"Los engaños son como tejidos de araña, pueden ser frágiles pero enredan y confunden a quien cae en ellas"

(***)

Esto tenía que ser una broma de muy mal gusto, o incluso peor, un espantoso sueño del que estaba a punto de despertar. Mis ojos me engañaban, no podía ser cierto lo que veía. Era demasiado surrealista para ser real.

No podía creer que Colin me estuviera engañando con Angelique, después de haber pasado cuatro años de relacion juntos.

Lo que más me dolió no fue eso, sino ver a mis amigos riéndose y apoyando a su amigo mientras me era infiel. Sus sonrisas se desvanecieron al verme.

Sentí la firme sujeción de la mano de Revna en mi muñeca, en un gesto que aparentemente buscaba mostrarme apoyo, pero que en realidad me estaba impidiendo cometer una locura.

— Veo que esta es tu manera de ayudarnos a entrar en el casino — Subí el volumen de mi voz—. Aunque según se, enrollarte con una cualquiera no es la manera de hacerlo — Intente que la rabia no ahogara mi voz, pero falle en el intento.

Los chicos que me habían estado ignorando de repente voltearon hacia mí, mostrando en sus rostros una expresión de sorpresa. En mis ojos verdes se reflejaba un fuego ardiente que parecía imposible de extinguir.

— Mierda, Willow —Nabu me observo con un gesto de sorpresa y desconcierto.

Theron se sentó en una silla, apretando los labios, mientras Marlon hizo lo mismo en el extremo opuesto de la mesa.

Supongo que ninguno de ellos esperaba que lográramos acceder al casino.

Ahora empezaba a enlazar algunas piezas del puzle en mi mente.

Colin continuaba besando a Angelique, ignorando por completo las palabras que acababa de decir. Presumiblemente, estaba tan absorto en engañarme con aquella mujer que no se valoraba ni un ápice a ella misma.

Revna me miro con sus ojos suplicantes, sabiendo que ella era la única que sabía lo que se avecinaba, sus ruegos silenciosos no lograron apaciguar la ira que estaba creciendo en mí.

— Suéltame. Ahora. Mismo. Revna. — Observe como sujetaba mi muñeca con la mano.

— No hagas una cosa de la que después te vayas arrepentir — Se situó frente a mí de forma que ya no pude ver lo que estaba delante —. Dijimos nada de líos esta noche, ¿recuerdas?

La mire fijamente a los ojos, deseando hacer caso a sus palabras, pero mi atención fue desviada por la impactante escena de "mi novio" besando a su hermana. Apreté los puños, respirando profundamente para intentar controlar mi acelerada respiración.

Mi presencia podía compararse con una bomba a punto de estallar, mis ojos miraban el detonador que desencadenaría mi explosión, y la cuenta regresiva estaba llegando a cero, preparándose para destruir todo a mí alrededor.

Mis ataques de ira no eran comunes para un adolescente. No me limitaba a enfadarme y hacer un escándalo como los demás, sino que destruía todo a mi paso. Esto es lo que sucede cuando se tiene Trastorno Explosivo Intermitente.

Fui diagnosticada después de destruir la oficina de mi profesor de educación física en un ataque de ira, todo por sus ataques cargados de machismo hacia mí. Su escritorio quedo destrozado, su portátil estrellado contra el suelo, su mesa y silla arrojadas violentamente, hasta romper la ventana. Deje su despacho en un estado caótico, como si una manada de perros rabiosos hubiera irrumpido en él.

Cada episodio de ira iba desencadenado por temblores en mi cuerpo, haciendo que mi cerebro fuera incapaz de procesar ordenes racionales. Durante esos momentos de explosión, mi visión se nublaba y me comportaba de forma primitiva, como si estuviera dominada por un instinto animal.

THORNFIELD #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora