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Stefan había hecho un movimiento maestro que nadie había visto venir, aunque muy mal calculado, en la opinión de Eyra. El menor de los Salvatore había robado algo que Klaus quería, aunque ella no sabía que era. Tampoco quería meterse en ese conflicto.
Pero había un lado bueno, y es que Klaus no había sospechado que ella había tenido algo que ver con el intento de matarlo. O bueno, más bien no había dado señales de vida desde lo de los ataúdes.
— Venga, elige: Bloody Mary o destornillador. —pidió Damon.— El desayuno en botella. —murmuró antes de ingerir un chupito, seguido de un trago de zumo de naranja.
— ¿Así es como sobrellevas que tu hermano os haya traicionado? ¿Bebiendo? —cuestionó Eyra cruzándose de brazos apoyándose en la barra del Mystic Grill.— No puedes ser más penoso, Salvatore.
— ¿A ti quien te ha dado vela en este entierro?
— Iba a decir algo relacionado con que estoy preocupada por ti, pero ambos sabemos que es mentira.
— Desaparece, Mikaelson.
Eyra tomó la mano de Damon, y sin ejercer mucha fuerza, le rompió tres dedos.
— Cuida como me hablas. —sugirió.— Puedo despedazarte en segundos, Damon.
La rubia lo soltó mientras él siseaba, y colocándose los dedos le dio una mala mirada.
— ¿Y tú qué, profesor, no bebes? —la atención de Eyra se desplazó a Alaric, que corregía unos exámenes sobre la barra, ignorando al dúo problemático.
— Me está dejando beber solo.
— Cada vez que hablas eres más patético. —le dijo Eyra a Damon.
— Por muy raro que te parezca, no estoy de colegueo contigo, Damon. He venido a ver a Jeremy, que llega una hora tarde a su turno. —habló finalmente el Salzman.
— Estos niños. No tienen valores.
Eyra sonrió ladinamente, de forma muy parecida a Klaus. Damon la miró de reojo con una mueca.
— ¿Queréis que le castiguen? —propuso con coquetería.
Esta vez, el pelinegro se giró completamente hacia ella.
— Tu. —la señalo con el índice.— Mantente alejado del pequeño Gilbert.
— Oh, vamos. ¿Tu puedes jugar a las casitas con Elena y yo no me puedo divertir con el hermanito?
— Ni en tus mejores sueños.
Ella chasqueó la lengua, posicionando una mano sobre el hombro del Salvatore.
— Eso no va a impedir que me divierta con el chico. Si él quiere... —dejo la frase a medias, encogiéndose de hombros.
Y aunque no quisiera, ese chico iba a acabar siendo suyo.
