Era como una amargura que se alojaba en su boca, un sabor desagradable que se negaba a marcharse. Las palabras de Satoru retumbaban en su cabeza como una canción pegajosa que se niega a abandonar su mente. ¿Cómo carajos podía perdonarle tan fácilmente? No podía dejar de recordar lo arrogante y egocéntrico que había sido, actuando como si fuera el mismísimo Rey del Mundo. Aunque, para ser justos, sus intentos por acercarse a sus hijas y a él habían dado frutos. Aunque no podía evitar preguntarse si acaso todo eso era genuino, o solo una farsa para ganarse su confianza de nuevo.
Entre la amargura y la desconfianza, lograba divisar una pequeña luz de esperanza en la oscuridad de su conflicto con Satoru. A pesar de todo, algo en él le decía que tal vez valía la pena darle una oportunidad. Después de todo, en medio de todo su comportamiento desagradable, había pequeños destellos de bondad y sinceridad que se asomaban de vez en cuando. Quizás, en el fondo, ambos anhelaban dejar atrás el pasado y construir algo nuevo juntos. No sería nada fácil, eso estaba claro, pero ¿quién dijo que el camino de la reconciliación sería un paseo por el parque?
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La noche engullía el horizonte con su manto oscuro y las olas del mar rugían con una ferocidad enloquecedora. Suguru sentía un torbellino de nervios en su interior. Esta noche, decidido a hacer las paces, preparaba las palabras que tanto tiempo había guardado para Satoru. Estaba dispuesto a perdonar, pero no a olvidar. La herida seguía latente, marcada en su corazón de manera imborrable. Esta sería la tercera noche en la que intentarían reconciliarse.
Suguru emocionado, envió un mensaje a su ex pareja, citándole en un bar cercano a la costa. Una cálida sonrisa se curvó en sus labios al recibir una respuesta positiva adornada con un corazón. Aseguró a sus adorables hijas y a su amada Megumi entre las mantas, mientras Tsumiki se entretenía en su habitación con su teléfono.
Con pasos rápidos, salió de la habitación de las gemelas y se dirigió hacia el baño para ducharse y arreglarse para la noche que se avecinaba.
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Mientras seleccionaba cuidadosamente su vestimenta, Suguru se mordió nervioso el labio, sintiendo la presión de abrir su corazón una vez más. Los pros y contras de comenzar de nuevo lo atormentaban, preguntándose si Satoru estaría de acuerdo en alejarse y vivir en un lugar tranquilo. ¿Sería capaz de dejar en claro a su familia quién era realmente Suguru, su pareja a la que amaba? El tiempo parecía escurrírsele entre los dedos mientras se perdía en sus pensamientos.
Maldijo en voz baja al ver la hora en el reloj digital, dándose cuenta de que se había sumergido tanto en sus pensamientos que se le había hecho tarde y ni siquiera se había vestido adecuadamente.
Suguru optó por lo primero que encontró en el armario: unos pantalones cortos ajustados que le costó trabajo ponerse, ya que en los últimos años había ganado peso, luciendo muslos gruesos y caderas más anchas. A pesar de haber dado a luz, su figura no había perdido su esencia. Una blusa de color índigo contrastaba con su piel pálida. Un poco de gloss en sus labios y se peinó con cuidado su largo y negro cabello con destellos plateados. Se miró al espejo con un gesto de incertidumbre en sus ojos morados profundos a través de su reflejo. Satoru tenía un patrimonio y una empresa con un prestigio a su nombre. Alfa hecho y derecho. Nunca le había importado eso, para Suguru tener el amor de Satoru era suficiente.
Con un suspiro, se ajustó una gargantilla negra con una gema incrustada, regalo de su madre antes de morir que servía como un amuleto de protección. Con una mirada confiada, salió de la habitación, el chófer estaba afuera esperando con paciencia. Él lo saludó y Suguru correspondió con una sonrisa tímida. El chófer era joven, con el pelo negro corto y ojeras marcadas bajo sus ojos. Por su falta de olor, era evidente que era un beta.
El camino fue increíblemente tranquilo, mientras Suguru ensayaba las palabras una y otra vez en su mente. En un abrir y cerrar de ojos, ya estaban frente a aquel bar, donde el sonido de las olas y las conversaciones llenaban el ambiente. Suguru se quedó allí, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba lentamente de él. Cerró los ojos, preguntándose si Satoru estaría completamente en desacuerdo con su decisión de abandonarlo todo por él.
"Señor, Suguru, ¿está bien?", una voz desinteresada interrumpió sus pensamientos, haciéndolo sobresaltarse ligeramente. Miró hacia adelante y se encontró con unos ojos preocupados reflejados en el espejo.
"Sí, sí... todo bien", respondió con un tono un tanto forzado, tratando de calmar sus propias dudas y miedos.
Suguru inhaló profundamente y abrió la puerta, dejándola cerrarse tras de él. Con pasos firmes, su largo cabello oscilaba a su paso, atrayendo miradas indiscretas de los presentes, el aire cargado de deseos alfas y las miradas penetrantes de los omegas lo envolvían en un aura desconocida. Se sentía incómodo bajo los susurros que lo rodeaban, preguntándose si tal vez estaba demasiado gordo o si sus líneas de expresión se veían más profundas de lo habitual. Los pensamientos intrusivos se acumulaban en su mente, creando un zumbido constante.
Pero entonces, en una esquina, divisó una cabellera blanca, y en un destello, sus ojos se iluminaron con amor.
Suguru se dejó envolver por la energía vibrante y apasionada que irradiaba Satoru, cuyos relucientes ojos azules brillaban con una intensidad casi hipnótica. Los contrastes entre sus largas pestañas blancas, su nariz respingada y sus amplios hombros musculosos despertaron la curiosidad y admiración de Suguru, quien se maravillaba ante la imponente presencia física de su alfa. La playera blanca ajustada resaltaba su esculpido torso, mientras que los elegantes pantalones realzaban su figura atlética.
"Deja de mirarme con esa lascivia y posesividad", comentó Satoru con un gesto divertido, colocando una mano sobre su pecho de forma teatral. "Relájate, cariño, todo este impresionante atractivo es solo para ti", añadió con una voz profunda y seductora, provocando un ligero estremecimiento en Suguru.
"Por favor, no intentes hacerme creer eso. No trates de aparentar tanta importancia, idiota", replicó Suguru con una expresión de desdén. Satoru frunció el ceño y haciendo un gesto infantil con los labios, tomó su pajita y la metió en su boca. Aunque era una bebida sin alcohol, a él no le gustaba embriagarse ni el sabor de las bebidas. Suguru conocía a Satoru como la palma de su mano y, tomando asiento frente a él, se preparó para continuar con la peculiar conversación. Fue silencioso, el murmullo de los demás se apagó y solo eran ellos dos. Suguru habló primero, rompiendo esa cuerda floja entre los dos.
"¿Recuerdas aquella vez que Shoko te engañó para que probaras un whisky?", dijo con burla el omega.
"Sí, cómo no olvidar, estuve 20 malditos minutos, vomitando sobre el césped", respondió Satoru con una sonrisa. "Mierda, fue asqueroso", añadió Suguru. Ambos se rieron, con nostalgia.
"¿Y aquella vez que corrimos hasta el cansancio y nos caímos en un lago?", preguntó Suguru.
"Mmm, hablas de cuando nos estaba persiguiendo una vaca porque... ni siquiera recuerdo", respondió con una carcajada el alfa. La complicidad entre ambos se reflejaba en aquellos momentos compartidos llenos de aventuras y anécdotas que atesoraban con cariño.
La conversación entre los dos continuó de manera animada y cómplice, recordando anécdotas y compartiendo risas llenas de nostalgia y alegría. Cada recuerdo reforzaba el vínculo único y especial que existía entre Suguru y Satoru, demostrando que su amor era verdadera e inquebrantable. Juntos, seguían escribiendo historias que atesorarían para siempre.
Suguru se sentía exultante, confiado en sus emociones y decidido a seguir adelante. Había tomado un Martini de frutos rojos exquisito y, con la mente ligeramente embriagada por el alcohol, se dejó llevar por la corriente de sus sentimientos sin pensar dos veces.
"Quizás sea el momento de volver a empezar, Satoru", murmuró Suguru, desviando la mirada hacia un lugar indeterminado en la habitación. La vergüenza y los nervios le invadían tras su arrebato de sinceridad, preguntándose si había sido demasiado impulsivo.
Un silencio incómodo siguió a sus palabras, y Suguru lamentaba haber expuesto su vulnerabilidad de esa manera. ¿Y si todo había sido un juego para Satoru? Se cuestionó internamente, deseando retroceder en el tiempo y retractarse de sus palabras.
Pero la voz autoritaria de Satoru interrumpió sus pensamientos. "Suguru, mírame", le ordenó con firmeza. Atrapado por la intensidad de su mirada, Suguru elevó los ojos para encontrarse con los de su interlocutor, sintiendo su corazón latir con fuerza en su pecho.
"Olvídalo, estaba... solo estaba borracho", trató de excusarse Suguru, incorporándose con la sensación de un mareo iminente. Satoru, ágilmente, lo sostuvo en sus brazos antes de que pudiera caer al suelo.
"Espera", pronunció Satoru, con una expresión que dejaba entrever cierta complacencia. Parecía que Suguru finalmente le había concedido una oportunidad. "Suguru", prosiguió, buscando su mirada con determinación. "Satoru", respondió él, con el aliento entrecortado. Entonces, sintió un tirón suave en su cintura seguido de los labios de Satoru sobre los suyos, en un beso lleno de ternura y amor.
Suguru se dejó llevar por la intensidad del momento, dejando de lado cualquier atisbo de negatividad que hubiera cruzado por su mente. Se entregó por completo al beso apasionado de Satoru, saboreando la mezcla embriagadora del Martini con la dulzura de sus labios, sintiéndose totalmente absorto en la conexión especial que compartían.
Entre los brazos firmes de Satoru, Suguru se abandonó a la pasión creciente entre ambos, sintiendo una protección reconfortante en su presencia. Cuando finalmente se separaron, Suguru se halló sin aliento, con su corazón latiendo desbocado en su pecho. Al mirar a Satoru a los ojos, vio un destello de deseo que hizo que su piel se erizara de emoción.
"Suguru...", susurró Satoru, acariciando su mejilla con ternura. "No estoy jugando contigo. Lo que siento por ti es real, es sincero". Sus palabras resonaron en el aire, infundiendo a Suguru una esperanza renovada que había permanecido en letargo por mucho tiempo.
Perdido en la mirada profunda de Satoru, Suguru reconoció en lo más profundo de su ser que ese era el comienzo de algo especial. En ese instante, decidió dejar a un lado sus miedos y abrirse a ese amor que había estado latente, esperando ser reconocido y aceptado.~~
Ya casi culminamos esta historia. ¿Como debería empezar?
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AMOR DE DOS
Fanfiction-Mi madre quiere ver a las niñas-. Dijo Gojo con calma y despacio. Como si fuera a perder el pellejo. -No-. Negó Suguru de inmediato. No quería volver a pasar humillaciones por parte de la familia del Alfa de pelo blanco. -Supuse que dirías eso...