CAPÍTULO 32: ¿LEYENDAS?

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Gundalia, Castillo Real

Hace 2 horas

–Por favor, no lo haga.

–Se lo suplico.

–Perdónennos la vida.

–¡Mami!

Gritos de horror hicieron eco en su mente, remontándolo al momento más oscuro de todos sus fracasos, aquel en el que se había visto obligado a presenciar con impotencia como niños inocentes de la Tierra eran ejecutados frente a sus ojos.

Esos chicos habían depositado su fe en él, esperando que tuviera éxito en su tarea de salvarlos, pero se habían visto obligados a presenciar con sus propios ojos como su única oportunidad de sobrevivir era vencida y pisoteada.

Como miembro de los Peleadores Bakugan, Nick no era ajeno al amargo sabor de la derrota, a pesar de lo que muchos pudieran pensar. Ya había perdido antes, pero tal sensación nunca lo había quemado con la misma fuerza que en el coliseo.

Una de las labores de las que el Peleador Darkus más se enorgullecía era la de protector. Sabía que, a pesar de todo el mal que tanto él como sus amigos pudieran combatir, su primera función era la de proteger a los indefensos, y eso siempre lo había hecho sentir bien.

La sola idea de ser una figura de admiración y protección para otras personas, de ser el tipo de silueta que otros verían en momentos de mayor peligro y miedo, ofrecería plenitud y orgullo a cualquiera. Por desgracia, Nick no sabía que pensar de eso ahora.

Había visto en los ojos de los chicos un terror al verlo humillado, al ver como el único salvador que tenían al alcance caía a los pies de sus verdugos, hecho pedazos y sometido ante una fuerza que estuvo dispuesto a reconocer con tal de salvar vidas inocentes.

"Su muerte también es tu culpa".

Esas habían sido las palabras elegidas por el príncipe encargado de ordenar las muertes de esos chicos, recordándole una y otra vez que su estúpida decisión de arrodillarse había dado pie a tal desgracia y que la naturaleza de la ejecución era la de torturarlo.

Había fallado, múltiples veces. Su fracaso al proteger a los chicos del interespacio del virus que era Ren Krawler y su gente lo perseguiría por siempre, junto con el hecho de no haber podido detener a Freidr y toda su ola de destrucción y muerte en la Tierra. Ahora, una nueva derrota se sumía en su cabeza, un nuevo fiasco que se sumaba a su lista.

¿Qué clase de Peleador Bakugan era si no podía proteger a los indefensos? ¿Cómo podía decir que era uno de los defensores de la Tierra si no podía salvar a unos niños inocentes de una muerte inmerecida?

¿En verdad Freidr tenía razón? ¿Era tan débil? No lo sabía, pero la respuesta se hacía obvia con cada nuevo fracaso. Si Nick Takahashi fuera alguien fuerte, habría salvado a aquellos chicos. Si Nick Takahashi fuera alguien fuerte, no habría fallado tantas veces como llevaba haciéndolo desde hacía semanas.

Por más que le gustara la idea de negar las palabras del príncipe, la posibilidad de que éstas fueran cada vez más y más ciertas comenzaba a castigar su cabeza, marcando en ella una realidad que se materializaba con cada nuevo vistazo que daba a sus alrededores.

Metálicas paredes negras se alzaban por encima de él, empequeñeciendo su figura sentada en el duro suelo metálico, encerrándolo en un marco oscuro que no hacían más que recordarle como las circunstancias lo habían superado.

No conforme con eso, el sanguinario Príncipe Freidr había decidido enviarlos a un calabozo apartado de los demás, uno que se encontraba en una habitación pequeña donde solo cabía la celda en la cual los habían metido, cerrada con un muro de energía eléctrica para evitar cualquier posible intento de escape. Todo delante de unas escaleras que se alzaban por encima de la figura derrotada del joven peleador, elevándose ante sus ojos e imponiéndose sobre su forma y la de Colmillo, tirado en el suelo aún en su funda embarrada con la libreta de Freidr a un lado.

Bakugan Invasores Gundalianos: En el Corazón de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora