Capitulo 34

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Mi vista se mantiene fija en la imagen que se proyecta en el monitor, el medico se queda en silencio y luego dirige su mirada hacia nosotros.

—¿Qué sucede docto? —pregunto presa de la angustia.

—Lo siento mucho no hay latidos del corazón.

Niego con la cabeza, las lágrimas descienden. No puedo procesar lo que acaba de decir.

—No, nuestro bebé no puede estar muerto —me niego a creerlo.

—Lo siento mucho señora Karagiannis —dice de nuevo él—. No es una noticia que me guste darle a los pacientes, pero su hijo no presenta ritmo cardiaco.

—Mi bebé...—me aferro a los brazos de Stavros.

No puedo contener mi llanto, no puedo dejar de gritar pidiendo respuestas a porque la vida se ha encargado de darme las más crudas lecciones, no entiendo como he podido llegar a este punto en el que solo he experimentado sufrimiento. Es demasiado para mí.

—¡Quiero morirme, deseo morirme! —grito enojada con la vida, con el destino, conmigo misma.

—Anneliese cálmate mi amor —la voz de Stavros se hace añicos al igual que la mía—. Vamos a recuperarnos de esto, lo prometo —agrega para consolarme.

—No sucederá, no podré darte más hijos —la voz se me hace añicos—. He perdido a nuestro bebé y nada hará que regrese.

Stavros me rodea en un fuerte abrazo, me limpia las lágrimas me pide que me tranquilice pero no puedo estarlo. Luego de unos breves minutos así se logra separar de mí, se aparta a una esquina del consultorio e intercambia unas cuantas palabras con el médico.

—No esta asimilando muy bien todo, me preocupa que pueda enfermarse —le dice el medico pero logro escucharlo—. Quizás deba considerar la idea de dejarla internada después del legrado.

—Hablaré con mi esposa —es lo único que responde él antes de regresar a mi lado.

Stavros se acerca hasta mí en compañía del médico.

—Voy a preparar la sala para realizar el legrado señora Karagiannis mi recomendación después del procedimiento es que descanse unos cuatro días en el hospital —el medico sigue hablando pero solo escucho palabras lanzadas al aire.

El mundo se ha detenido por completo para mí, es como una película en blanco y negro en la cual todo pasa lentamente, no escucho voces, no escucho nada de lo que dicen, solo soy un cuerpo concentrado en un solo punto en el techo.

—Entiendo —es lo único que sale de mis labios como respuesta.

—Señor Karaginnis, mientras preparan a su esposa necesito que me acompañe —le dice el médico.

—Ann —me toma por las manos y me besa en la frente—. Regresaré lo prometo, solo serán unos segundos.

—¿De qué sirve ya todo esto? —respondo tumbándome en la camilla.

—Me gustaría cambiar muchas cosas, pero me temo que no podre hacerlo y me duele muchísimo saber que estas sufriendo por mi culpa...

Aprieto mis parpados dejo escapar unas cuantas lágrimas.

—Quiero estar sola —le pido.

Stavros se aleja en compañía del médico y me deja sola en aquel diminuto consultorio. Me aferro a mi vientre, cierro mis ojos y le pido perdón a mi hijo por no hacer lo necesario para que se quedara.

—Lo siento mucho hijo, perdóname por no ser la mujer fuerte que prometí ser para ti —las lágrimas descienden por mis mejillas—. Mamá te amará siempre, nunca te olvidara, siempre te recordaré, solo... —la voz se me entrecorta no puedo seguir haciéndome daño de esta manera—. Te amo y siempre lo haré.

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⏰ Última actualización: Jul 21 ⏰

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