capítulo uno

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Eddie Díaz había querido detener el tiempo muchas veces en su vida, demasiadas para contar con una sola mano. Detener el tiempo y que el mundo deje de girar, detener el tiempo, tomar aire y sacar ventaja a la adversidad.

La primera vez que aquel pensamiento se cruzó por su mente, fue en una de esas cenas de despedida, justo antes de que su padre regrese a la carretera. Por aquel entonces apenas tenía unos 10 años, pero lo recordaba como si hubiera sido ayer. Una cena familiar, de las pocas que tuvo en su infancia antes de que su padre tuviese que partir para cumplir con otra labor para la petrolera. Ramón Díaz le había dicho a su hijo Edmundo que ya no era un niño, que ahora debía comportarse como el hombre de la casa y cuidar de su madre. Eddie, siendo ahora un adulto, podía recordar a la perfección el duro apretón en el hombro que su padre le dio en ese momento, junto a una mirada fría y una advertencia:

Ya no eres un niño, compórtate a la altura y hazme sentir orgulloso.

Eddie es consiente de cuanto tembló bajo el apretón de su padre, de cómo se quebró por dentro y de cómo, por primera vez, reprimió sus ganas de llorar, pero también recuerda la sonrisa fingida con la que le asintió a su padre, con el solo propósito de hacerlo sentir orgulloso.

Después de aquel instante, el primero en su vida en el que reprimió sus emociones, Eddie vivió muchas otras experiencias en las que el mismo deseo de detener el tiempo se cruzó por su mente, pero jamás logró que el mundo se detuviera, aunque sea solo un instante.

El mundo no se detuvo cuando quiso ir al cine por primera vez con sus amigos, pero no pudo acompañarlos porque tenía deberes domésticos que cumplir, dado que su abuela estaba enferma. El mundo tampoco se detuvo cuando lo descubrieron haciendo trampa en el examen de Historia porque no quería bajar sus calificaciones: no había dormido bien ni tenido tiempo para estudiar adecuadamente, ya que había estado cuidando a su madre durante otro episodio de ansiedad.

El mundo tampoco se detuvo cuando anotó los tres puntos decisivos en el partido de básquet de la preparatoria y ninguno de sus padres estuvo ahí para verlo. Tampoco se detuvo cuando Ethan García, su amigo y compañero de equipo, lo besó bajo las gradas, un gesto común a esa edad donde las hormonas se desbocan y se descubren nuevas sensaciones. En efecto, el beso de Ethan despertó en Eddie emociones jamás antes experimentadas, pero el mundo no se detuvo ahí. Tampoco se detuvo cuando separó sus labios de los de Ethan y la voz de su padre inundó sus pensamientos: "compórtate a la altura". Confundido por el beso, Eddie experimentó por primera vez una ira incontrolable, tanto así que terminó golpeando a Ethan con tal fuerza que su amigo nunca más volvió a intentar acercarse, ni siquiera para hablar.

En ese instante, Eddie perdió la primera oportunidad en su vida de descubrir su propia identidad y de paso, un primer amor. Ofuscado y creyendo hacer lo correcto, terminó acostándose con Shannon esa misma noche, marcando un giro decisivo en su vida.

El mundo siguió su curso indiferente mientras Eddie transitaba por el matrimonio con Shannon, el nacimiento de Christopher y el diagnóstico de Parálisis Cerebral de su hijo. El mundo siquiera se inmutó cuando, por primera vez, sostuvo a Christopher en brazos y no pudo calmar su llanto. La historia detrás de su Estrella de Plata al Valor por sus servicios en las fuerzas armadas también transcurrió sin que el mundo le concibiera algo de paz.

El mundo no hizo nada, la mañana en la que despertó y Shannon ya no estaba. En ningún momento el mundo se detuvo para darle un respiro.

No obstante, tiempo después, cuando decidió dejar El Paso atrás y llevarse a su hijo a Los Ángeles, el mundo se las arregló para darle algo de ventaja, colocándole enfrente a algunas personas, las que fueron capaces de hacerle sentir que las cosas podían ir mejor.

Belong Together - Buck & EddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora