2. Elitismo

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Alek

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Alek

La semana pasó absurdamente lenta. Alek estaba tan aburrido y fastidiado que estuvo a punto de llamar a su madre para que fuese por él en más de una ocasión, pero lo detenía la sola cara de decepción que le dedicaría la mujer cuando llegase por él al campus.

Jaló sus calcetas hacia arriba, un pie en el banco mientras escuchaba a Girard hablar de las estrategias para enfrentar a los Diablos de Queensland (o así se hacía llamar el equipo, pero a Zharov le parecía que ni a espíritus llegaban). Había ya visto numerosos clips de su estilo de juego, sus formaciones y, habiendo analizado a sus jugadores de mayor relevancia, no parecía ser un desafío grande.

De cualquier manera, ya se esperaba no verse ni de suplente, por ser su primer juego. El entrenador Girard comenzaba a irritarlo, y parecía ser el único a juzgar por la manera en que los otros lo observaban con alguna clase de adoración. El capitán, por su parte, sonreía de una manera que Alek solo podía describir como malvada.

Se colocó el chaleco que usaban los suplentes encima del jersey, saliendo a calentar a la cancha como lo hacían todos. No escuchó sus propios pasos, ahogados por los ruidos indistinguibles de todos los asistentes.

Y conformé alzó la vista, se vio asombrado. El estadio Saint Celestine, también conocido como Casa de Reyes, era diez veces más imponente lleno que en el diario vivir de los entrenamientos y cien veces más que el de su preparatoria (obviamente, Stamford Bridge era muchísimo mejor). Cada uno de los asientos rebozaba de color y vida, un ser humano que se había tomado el tiempo en ir a apoyarlos a pesar de todo, vestido del blanco, gris y el mismo negro de la pantera que bailaban cerca de las tribunas.

Era como si le hubieran sacado el aire de los pulmones. Miró a todos lados, esperando con todas sus fuerzas que esta fuera su vida a partir de ese momento. Siendo criado en lugares y hogares silenciosos, había crecido odiando el ruido.

Pero no le importaba el ruido del estadio.

Después del calentamiento, regresó a su lugar con los labios enfurruñados, yendo a acomodarse hasta el fondo con los ojos puestos en la cancha. La pantera se retiraba de la cancha mientras los capitanes volaban la moneda, quedando el equipo contrario como el del primer toque.

Un partido algo lento, podía decir que seguían en el proceso de retomar el ritmo previo a las vacaciones. Las expectativas estaban puestas en ellos después de la recién victoria del campeonato un par de meses atrás, pero no parecía el mismo equipo. Jugaban indecisos, incapaces de encontrar ritmo y con constantes pérdidas del balón.

Era incluso notable que el entrenador no sabía lo que hacía, parado con los labios enfurruñados y los brazos en jarras mientras el equipo daba un comienzo de temporada aburrido y decepcionante, ante un estadio lleno de personas que venían de disfrutar su triunfo a nivel nacional un semestre atrás.

El empate le supo decepcionante, para ser el primer partido completo que veía del equipo, pero fingió que no le importaba demasiado. Su teléfono marcaba las siete de la tarde cuando regresaron a los vestidores y comentaron el partido, el segundo entrenador regañándolos por su mal desempeño.

Un tercer medioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora