3. No huyas

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Alek

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Alek

Quizá ese era su juego de suerte.

El entrenador Kriska le dijo esa mañana que era probable que entrara, pues estaba en búsqueda de un cambio en los marcadores.

Bien, todo podía salir muy bien u horriblemente mal, no había un medio. Los problemas de trabajo en equipo comenzaban a asomarse en la esquina del camino. Alek no lo consideraba algo demasiado raro, pero vaya que era a otro nivel.

Pero para sus otros compañeros no era tan sencillo acoplarse a un equipo donde el capitán le mandaba malas miradas al coach cuando veía la alineación o donde decidía quien jugaba y quién no. Por eso, estaba dispuesto a comportarse lo peor posible para hacerlo enojar y aun así hacer que lo necesitase.

Y no parecía ser el único.

El lunes después de la fiesta, alguien le tocó suavemente las costillas con la punta del taco, mientras Alek se encontraba sentado en el suelo atando sus agujetas. Al alzar la vista, una figura a contraluz se ceñía sobre él. El pelirrojo cerró los ojos cuando el sol le dio en la cara.

—¿Qué? —respondió, arisco como siempre. Apenas pasados unos días del comienzo del ciclo, básicamente no se le acercaba nadie, y probablemente su mala cara y actitud no ayudaban en absoluto.

El chico se sentó a su lado, encogiendo sus piernas. Al verlo, el rostro se le pintó de miles de colores al pelirrojo; se trataba de Jaden Albani, al mismo chico al que le había estrellado una silla el primer viernes. El muchacho, de cabello y ojos apagados, lo miraba fijamente. Desde el primer día, nunca le transmitió ninguna emoción con la mirada.

—Qué manera de tratarme, sobre todo después de lo de la silla.

—Bueno, lo siento por eso —se encogió de hombros—. No es excusa, pero estaba demasiado mal.

—Estabas lo suficientemente bien como para estrellármela —respondió el chico. 

—Sí, me disculpo —aceptó—. No quiero sonar grosero, pero ¿por qué te me acercaste?

—Sé que tu detestas a Hunter tanto como yo lo hago —murmuró el chico—. Y, quiero proponerte algo.

Ahora tenía su atención. Alek lo miró, regresando la vista a sus pies después. El muchacho se cruzó de brazos.

—Ajá.

—Primero, esto es una razón meramente egoísta. Como ya sabrás, tú me venciste en la iniciación con esa puta silla, incluso si yo soy más grande y fuerte...

—Lo de fuerte es debatible.

—Entonces, en vez de ponerme en tu contra y partirte la cara como se me haría tan fácil...

—No creo que sea tan fácil —agregó.

Jaden suspiró ruidosamente, echando un vistazo a sus alrededores mientras rodaba los ojos.

Un tercer medioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora