Capitulo 18 (Becky)

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Sus ojos casi brillan en la oscuridad.
Descansamos de lado en mi cama, una frente a la otra, con las manos metidas bajo la mejilla. No podemos dormir, sin embargo, no he podido darle la ducha que quería. Al estar mis hermanos en casa, ella prefirió quedarse en mi habitación.
Se arrima y puedo sentir su aliento.
Háblame de tu primera vez.
Me muevo, un poco incómoda.
Fue en un coche.
El viejo Chevelle de mi difunto padre que Richie vendió un año después para ayudar a pagar mi primer año en Marymount. La miro fijamente, tomando aire.
El día anterior había pasado la feria y nos habíamos quedado toda la tarde en las atracciones —le digo
—,riendo y comiendo comida basura y achicharrándonos al sol. Todavía puedo sentir el caluroso plástico de los pegajosos asientos mientras mi mente se traslada al recuerdo
—.Recuerdo que estaba muy sudada y con el cabello pegado a la espalda, pero nunca me había sentido tan viva. Era como si todo vibrara en mi piel. El viento en mi cabello mientras Spider nos giraba. El mareo en mi cabeza, el cosquilleo en mi piel cuando me tocaba, el algodón de azúcar en su boca... Todo se intensificaba, y no me importaba el calor, porque estaba palpitando.
Alargo la mano y la deslizo entre sus piernas.
Me palpitaba aquí —aclaro, empezando a sentir mi pulso de nuevo en la curva de ella a través de sus bragas
—.Me agarró y me acostó en el asiento trasero del estacionamiento. Me lamí los labios secos
—.Era mediodía, el sol aún brillaba en lo alto. No... no me corrí. Estaba demasiado nerviosa, pero me gustó. Lo deseaba de nuevo.

Me río de mí misma, sonando amarga
—.Pensé que estaba enamorada. Jesús.
Freen se queda en silencio, y yo lo agradezco. No quiero hablar de ello, pero siento que las lágrimas brotan a pesar de los años que han pasado y de que apenas recuerdo su apariencia.
Trago saliva.
Aquella noche también se acostó con Iron.
La cabeza de Freen se mueve un poco, pero sigue sin decir nada.
Resulta que sólo buscaba una forma de entrar por la puerta — murmuro, bajando los ojos y recordando ese trozo de dolor como si fuera ayer. Su atención fue una adicción instantánea, y durante un rato sentí que quería morir. Quería a otra persona. No pensaba en mí cada segundo como yo lo hacía con ella
—.Nunca se enteró.
No es raro que ocurran cosas así. Pensando ahora, recuerdo cómo las chicas se movían de una cama a otra en mi casa, usando a Trace para llegar a Dallas o usando an Army para llegar a Richie. Bahía Sanoa es una comunidad pequeña. No hay muchas mujeres con las que al menos uno de tus compañeros o hermanos no se haya acostado. Nunca me pareció nada más que normal. Hasta que fui la idiota a la que se la jugaron.
—¿Qué edad tenías? —preguntó Freen.
Mis ojos se estrechan, doloridos. Los cierro.
Quince.

Las lágrimas se escapan y vuelvo la cabeza hacia la almohada para taparme la cara. ¿Por qué estoy llorando? Mi cuerpo tiembla, y no sé si me rio de lo ridícula que soy o intento ocultar un sollozo.
Vuelvo a girar la cara hacia ella.
—¿Por qué la gente cree que el sexo no significa nada para nosotros? —pregunto, pero no espero una respuesta
—.Estaba sola, y me sentí bien al tener a alguien, pero el sexo no era todo lo que quería. No había tenido nada propio, y tal vez ella fue un escape para mí esa tarde, pero en horas pasé de sentir que por fin tenía algo que esperar, a sentirme como si fuera nada. Utilizada. Degradada. Basura. Como si significara todo para mí y nada para ella. Incluso mi propia familia. A ninguno de mis hermanos le importa una mierda con quién me acuesto, porque creen que el embarazo es la única forma de que me hagan daño. No preguntan por las novias. No creen que esto sea algo más que una diversión.
Pero Freen se lanza, apretando su cuerpo contra el mío mientras pone una mano en mi mejilla.
Deja de llorar —susurra, presionando su frente contra la mía
—.Por favor, para.
Voy a agarrarla, a pasarle la mano por la cintura, pero me contengo. Ya le he dicho demasiado.
Pero las lágrimas siguen saliendo, por más que intente contener la respiración para reprimir el llanto.
Muy bien, voy a afeitar su cabeza dice
—. ¿Dónde puedo encontrarla?
Rompo a reír entre sollozos y me limpio los ojos. Pero cuando la miro, ha levantado la cabeza de la almohada y, aunque no puedo distinguir toda su expresión, no está bromeando.
En serio —dice, echándome de espaldas y subiéndose encima de mí
—.Ahora estás bajo mi protección y yo consigo que se hagan las cosas. ¿Quieres que la despidan? ¿Que la arresten? ¿Que le embarguen el coche?
Sonrío, sin que las lágrimas me piquen mientras deslizo mis manos bajo su camiseta y acaricio la increíble piel de su suave estómago.
—¿Tal vez alguna mierda de letrina tirada en su jardín? —continúa
—.Conozco a un tipo.

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