1. Curar

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-Venga niños, en nada vendrán vuestros padres a recogeros.

Todos los alumnos comenzaron a recoger al escuchar la voz de su profesor, quién los miraba con una pequeña sonrisa en los labios al ver cómo todos hacían caso sin rechistar.

El adulto comenzó a revisar sus papeles, recordando las tutorías que todavía tenía por delante y las que aún debía concretar con los padres. Apuntó en su agenda algunas cosas importantes que debía tener en cuenta para las reuniones de aquella tarde en lo que los niños terminaban de recoger.

Dejó de deslizar el bolígrafo entre las páginas de su agenda cuando sintió una pequeña mano posicionarse sobre su rodilla. Alzó la vista y observó a dos de sus pequeñas alumnas frente a él. Su ceño se frunció al observar los ojos cristalizados de la morena frente a él, acompañándola de su inseparable amiga pelirroja. Dejó de lado todo lo que estuviera haciendo antes y centró toda su atención en la pequeña niña.

-Chiara, oye, ¿qué ha pasado?- preguntó el profesor con preocupación en su voz.

La niña miró primero a su amiga, y tras recibir un asentimiento por parte de esta volvió a dirigir la mirada a su profesor.

-Profe Juanjo es que...- la propia niña cortó su voz, jugando con el dobladillo del vestido rosa que llevaba aquel día.

-Chiara puedes hablar conmigo.- aseguró el adulto con voz calmada.

-Es que Mateo la ha empujado y se ha hecho daño en la rodilla.- acabó soltando la pelirroja por su amiga.

-¡Vio!- exclamó la pelinegra haciendo un puchero.

Juanjo miró a ambas niñas con el ceño algo fruncido. Escaneó el aula con la mirada, observando a Mateo hablando algo en voz baja con otro compañero de clase. Soltó un suspiro bajo. No era la primera vez que alguno de sus niños venía quejándose de que aquel niño les había hecho algo.

Aparcó ese tema momentáneamente, centrando su atención en la pequeña morena.

-¿Me dejas ver tu rodilla, Chiara?- preguntó el aragonés con suavidad.

La niña lo miró con ojos grandes, aquellos ojos verdes relucientes a causa de algunas lágrimas acumuladas. Asintió mirando a su profesor y se levantó un poco el vestido, dejando a la vista sus rodillas.

Juanjo se tuvo que agachar un poco para observar la rodilla de la niña, pero en cuánto tuvo total visión no tardó en inspeccionar con cuidado la zona afectada. Por suerte Chiara solo tenía un pequeño raspón, nada que no se pudiera solucionar rápidamente.

El profesor le dedicó una sonrisa a la niña y le acarició el pelo.

-No te preocupes Chiara, es solo un pequeño raspón. Ahora mismo te lo curo y te ponemos una tirita, ¿vale?

La niña lo miró en silencio, pero asintió efusivamente y una pequeña sonrisa se instaló en su cara. Juanjo respiró algo más tranquilo al ver que la mueca asustada desaparecía de la cara de Chiara.

Tras dedicarles una última sonrisa a ambas niñas se levantó y fue directo al botiquín que tenían en el aula. Lo abrió y cogió lo necesario para desinfectar la pequeña herida. Gasas, agua oxigenada, algodón y una tirita con estampado de una serie cualquiera de dibujos animados.

Tras echarle un breve vistazo al resto de sus alumnos y asegurarse de que todo estaba en orden, volvió con la pelirroja y la pelinegra. Violeta sostenía la mano de Chiara, intentando hacerla reír para olvidarse de lo que había pasado unos minutos antes. El aragonés solo pudo sonreír ante aquella estampa.

Entre nervios y coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora