Capítulo 4

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El coche se ha quedado sin gasolina, dejándonos tirados más o menos a medio camino. Rick toma una foto que había en la guantera donde aparecen él, Lori y Carl y se la guarda en el bolsillo de los pantalones mientras que yo hago lo mismo con las 2 que yo tenía guardadas: una con Rick y Shane, y la otra con mi hijo, Jake. Ambos nos bajamos del coche y Rick va al maletero a coger la bolsa de armas mientras yo cojo los bidones vacíos para la gasolina. Caminamos por la carretera durante un rato hasta que damos con una casa rural.

-¿Hay alguien ahí? -Pregunta Rick  mientras ambos dejamos las cosas en el suelo.- Somos agentes de policía.

Nos acercamos al porche para poder mirar hacia el interior de la casa y, desde ese momento, ya presiento que algo va mal ahí. La casa se ve descuidada por dentro y no se oye a nadie dentro, ni vivo ni muerto.

-¿Nos pueden dar algo de gasolina? -Insiste Rick.

Él deja uno de los bidones en el suelo y yo decido repetir su acción, siguiéndole de cerca por si pasa cualquier cosa.

-¿Hola? -Pregunta de nuevo antes de tocar la puerta.- ¿Hola? ¿Hay alguien en casa?

-Rick, vámonos. No están y si no es así no nos abrirán.

Digo sin mirarle antes de caminar hacia una de las ventanas para mirar hacia el interior de la casa. Al mirar por la ventana mi respiración se entrecorta y suelto un pequeño jadeo lleno de sorpresa. En una de las paredes está escrito "que Dios nos perdone" con sangre. Cerca de esa pared hay un hombre muerto aún con la escopeta que usó para suicidarse en la mano. En el suelo charco de sangre alrededor de la cabeza del cuerpo inerte de una mujer. Dentro se pueden ver bastantes moscas volando alrededor de ambos cadáveres. Supongo que la situación supuso demasiado para ellos o simplemente creyeron que lo mejor era abandonar esta nueva vida. Me aparto de la ventana y dejo que Rick pueda acercarse a ver lo que hay mientras voy a la parte trasera de la casa para ver si hay algún tractor, camioneta...lo que sea que nos sirva. Para mi sorpresa, me encuentro con una hermosa yegua. Rick llega a donde estoy yo y me mira incrédulo.

-¿Qué sheriff? ¿Se atreve a montar? -Le digo con diversión mientras voy a buscar la silla.

Él suspira y me mira brevemente para luego mirar al animal de nuevo y, finalmente, ir a por la bolsa de armas. Ambos montamos , estando Rick delante llevando las riendas y yo detrás agarrándome de su cintura para no caer por el camino y llevando las dos bolsas (la de armas y la mía)

-Vamos despacio, ¿vale? Hace años que no hago esto. -Le dice Rick a la yegua, causando mi risa ya que el animal no le hace caso y empieza a galopar felizmente. -Despacio, tranquila chica. No tan rápido. -Exclama Rick con apuro.

Después de bastante rato montando llegamos a la entrada de Atlanta. Las carreteras de entrada están desiertas mientras que las de salida están llenos de coches abandonados de gente que, en su momento, trataba de salir de allí. Entramos a la ciudad a paso lento, solo se oye el ruido de los cascos de la yegua golpeando el asfalto. El amiente está tranquilo, demasiado tranquilo para mi gusto, cosa que no me augura nada bueno. El silencio, el aspecto que tiene la ciudad y la tranquilidad que parece tener todo hace que mi cuerpo entero se tense. Tengo el horrible presentimiento de que las cosas irán mal de un momento a otro y, esta vez más que ninguna, espero estar equivocándome.

-Vamos. -Le dice mi hermano al animal para que continúe avanzando. 

Al pasar por las calles estas también están desiertas, hay papeles tirados por el suelo, las luces no van, etc. Parece una ciudad abandonada. Llegamos a una barricada militar donde hay un helicóptero abandonado, coches con cristales rotos y demás. Paramos al lado de un autobús bastante destrozado en el cual dos caminantes nos oyen y se levantan de sus sitios. La yegua se asusta pero Rick logra calmarlo.

-Son pocos, nos será fácil huir. -Me dice restándole importancia al ver mi tensión e incomodidad.

Llegamos a una zona donde hay un tanque completamente abandonado y más vehículos militares. De repente oímos un helicóptero y Rick trata de seguirlo al verlo reflejado en unos edificios pero, al girar la esquina, nos encontramos con cientos o quizá miles de caminantes. Rick trata de dar la vuelta pero por la calle que veníamos aparecen más caminantes.

-¡Joder! -Digo asustada y agobiada.

Los caminantes nos rodean completamente y nos tiran al suelo para luego tirar también a la yegua y empezar a comérsela. Rick y yo nos metemos debajo del tanque tan rápido como podemos. Se me ha caído la bolsa de armas y es prácticamente imposible ir hasta ella ahora. Varios caminantes repiten nuestra acción y se meten debajo del tanque para tratar de alcanzarnos, tanto por la parte de atrás como por la de delante. Rick saca su revolver y mata a algunos mientras que yo hago lo mismo con mi cuchillo.

-Lori, Carl, lo siento. -Dice Rick a mis espaldas.

Me giro a toda velocidad, alarmada por sus palabras, y le veo apuntándose a la cabeza. Le bajo el revolver de un manotazo y, al ver la escotilla de abajo del tanque, la abro y hago que ambos nos metamos para luego cerrarla con el seguro. Me quedo sentada junto a una de las paredes, intentando recuperar la respiración mientras Rick hace lo mismo, aunque retrocediendo hasta quedar sentado junto al cuerpo de un militar.

-Dios mío... -Dice él.

-¿En qué coño pensabas? -Le pregunto entonces enfadada.

-Lo siento...

Me acerco a mi hermano y le abrazo con fuerza antes de ir a mirar lo que tenía el militar. Le quito la pistola y la munición del cinturón y, al parecer, el militar es un caminante ya que se gira a mirarme con la intención de atacarme. Rick, por acto reflejo, le dispara en la cabeza, matándolo del todo, pero la reverberación del sonido del disparo chocando con las paredes del tanque produce un sonido espantoso que nos hace taparnos los oídos ya que el pitido resulta casi hasta doloroso. Abro la parte de arriba del tanque, sacando la cabeza por ahí para librarme del pitido y Rick copia mi acción. Ambos vemos la bolsa de armas tirada en medio de los caminantes y gruño malhumorada. Algunos caminantes empiezan a subirse por el tanque y ambos volvemos a dentro del tanque, cerrando la escotilla para que no puedan entrar. Vuelvo a acercarme al cuerpo del militar para acabar de registrarlo y de sacarle las cosas que podamos usar a nuestro favor. Logro sacarle 2 cargadores más y una granada. Me vuelvo a sentar apoyada en la pared del tanque y pongo la cabeza entre mis brazos hasta que oigo la radio del tanque.

-Eh, vosotros. Capullos. Sí, vosotros. Los del tanque. ¿Estáis cómodos ahí?

The Fallen Angel (Daryl Dixon y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora