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Sobre la acera, iluminada por el farolillo amarillento, yace esa pequeña. Tomo el atrevimiento de cerrar sus párpados en el nauseabundo terror de unas pupilas inmóviles. Por supuesto que he llamado ya, veo los colores titilando en una calle lejana mientras las sirenas encandecen el lugar. Tal como preví, las luces de los costosos y nuevos apartamentos se encienden en un dominó, los inquilinos obedecen a la curiosidad del ruido acercándose. Perplejo, ignoro el portazo de la patrulla, mi consciencia regresa cuando aquel policía me ilumina el rostro completo, linterna y arma en mano, su compañero tintinea las esposas. Debí levantar los brazos antes, mi desconcierto me podría sugerir sospechoso. Pareceré resistente, pero supongo es sencillo comprender el porqué de mis ojos quietos, abiertos y perdidos. Al dejar de mirarme, el oficial se somete en mi misma reacción. Está pasmado, viendo el pozo de sangre escabullírsele por el pelo, el cuerpo de la chiquilla lleno de hematomas, violencia tal que no me atrevo a describir. El país se retorcerá, y espero que por calidad de testigo no me vea inculpado de una u otra manera.

WillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora