Reino del trébol
El día del reclutamiento para caballeros mágicos se aproximaba, y en las profundidades de una mazmorra de rango SSS, se desataba una acalorada discusión.
—No iré —declaró su maestra con firmeza.
Pero esas palabras no fueron suficientes para aplacar la terquedad de su discípula, quien maquinó un plan para cumplir sus objetivos egoístas.
'¡Que se divierta! Pasaré por usted a medianoche' fue lo que leyó en la nota a su lado antes de apretarla con enojo y envolverla en llamas que la consumieron.
—¡Esa mocosa insolente! —rugió.
Al despertar, la maestra se encontró en un lugar completamente desconocido. Estaba en un callejón de mala muerte, con el olor a basura y humedad impregnando el aire. La luz del sol se filtraba débilmente entre las casas, y el bullicio de la ciudad se escuchaba a lo lejos. Se levantó rápidamente, sintiéndose irritada y confundida. Nunca había salido de la mazmorra de rango SSS que había sido su hogar desde que tenía memoria.
Salió a las calles de la capital del Reino del Trébol, observando con desconfianza a la multitud que la rodeaba. Estirando el cuello de su camisa una y otra vez al sentirse asfixiada, los zapatos entorpeciendo su caminar. Dio una mueca de descontento antes de incendiarlos en llamas, dejando que la piel caliente tocara el suelo de la mañana, estaba planeando deshacerse de aquella tela en su parte superior, pero se vio interrumpida por un sonido bochornoso.
Su estómago rugió, recordándole que no había comido.
Supongo que no queda de otra.
Usando sus poderes de sigilo, comenzó a robar comida de los puestos callejeros, tirando algunas que le disgustaron y otras que tenían una vista muy extraña, moviéndose con la gracia de una sombra.
Su poder es mediocre, y sus vestimentas de mal gusto. Justo a las personas a su alrededor, desde aldeanos hasta nobles. Estás ropas no son dignas de una eminencia como yo.
Jalo la parte superior de su cuerpo, y rasco los pantalones ajustados.
Pésimos para la pelea.
Mientras comía una manzana roja, maquinaba un gran castigo para su discípula descarada. Sin embargo, a medida que el sol de la mañana siguiente se alzaba sobre su cabeza, se dio cuenta de que su discípula nunca llegó. La sorpresa y la irritación comenzaron a invadir su mente.
—¿Dónde estás, mocosa? —murmuró para sí misma, mientras sus ojos escudriñaban la ciudad en busca de alguna señal.
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Un repentino grito la hizo sobresaltarse, antes de mirar hacia un grupo de mujeres que se arremolinaban alrededor de una joven cuyos ropajes brillaban intensamente.
—¿Un grimorio de tres hojas? ¡Realmente te sacaste la lotería, Tessa! —exclamó una de ellas, intentando tomar el libro que sostenía la joven. Pero Teresa esquivó su agarre y le dedicó una sonrisa extraña.
—Soy una noble, es obvio que obtendría uno de los mejores —dijo, acariciando la tapa del grimorio—. Con esto podré entrar a la Orden del Amanecer Dorado y estar más cerca del capitán. Aunque su segundo al mando tampoco está nada mal.
—Propio de Tessa, desde pequeña nunca se ha andado con rodeos. Aunque deberías apuntar más alto, como los Silva o los Vermillion.
La maestra estuvo a punto de alejarse de aquella gente ruidosa, pero se detuvo al escuchar una palabra conocida.
¿Vermillion? Ver... ¡Vermillion!
Una sonrisa sádica se instaló en su rostro antes de dar media vuelta y acercarse al grupo de nobles que la miró con desdén.
—Oye tú. ¿Qué crees q...
—Ahora mismo. Dime cómo encontrar a ese tal Vermillion.
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La maestra miró con una ceja alzada el gran edificio, luego dirigió su mirada al grupo que la había guiado.
—Regresen a sus casas —ordenó con voz firme. Las jóvenes, al escuchar la voz de mando, asintieron y se marcharon del lugar.
La maestra caminó hacia la larga fila de registro, jalando el cuello de su camisa con impaciencia.
—Siguiente —llamó el examinador. Cuando llegó su turno, avanzó y mostró su grimorio, imitando a los participantes anteriores.
Agradecía que su discípula le hubiera llevado a obtener uno cuando mostró interés por el artefacto al conocerse.
—¿Crees que es una broma? Sal de aquí y llévate eso contigo —dijo el examinador con desdén, llamando al siguiente.
La maestra frunció el ceño y murmuró entre dientes: —¿Qué has dicho?
El hombre la miró con irritación: —¿Estás sorda o qué? Llévate ese grimorio falso y ve a molestar a otra parte.
¿Falso?
—Creo que ha habido una confusión, esto no es falso —dijo, poniendo el grimorio frente a su cara. Se negaba a creer que su discípula le hubiera dado un libro cualquiera. Nunca lo había usado, pero confiaba en que su discípula no era tan tonta como para intentar engañarla.
—¿Qué no es falso? Dime, ¿dónde has visto un grimorio de seis hojas?
La maestra iba a refutar, pero un hombre con vestimentas carmesí la interrumpió, atraído por el bullicio desde la distancia.
—¿Qué está pasando aquí?
La maestra estuvo a punto de quejarse, pero el examinador se adelantó: —Esta chiquilla trajo un grimorio falso, pero se niega a irse y está entorpeciendo mi trabajo.
Ante la acusación, el caballero mágico miró el grimorio de la joven y entendió todo.
—Jovencita, este no es un lugar para bromas. Si vas a jugar, ve a otro lado.
Intentó llevársela fuera, pero justo antes de poder tomar su hombro, la maestra perdió la poca paciencia que le quedaba.
Falso.
Un aura pesada comenzó a rodearla mientras accionaba el grimorio en su mano. El libro se abrió, haciendo temblar el suelo y aumentando la temperatura a su alrededor hasta sofocar lentamente a los presentes.
¡¿Se atreve a engañarme?!
Estaba tan fuera de sí que no notó la conmoción que estaba causando, hasta que el examinador gritó: —¡F-fue mi error! —Acercó su mano a la tapa del grimorio, que ardía como el sol, y completó el registro—. E-este es su número. P-por favor deténgase.
La maestra lo miró con desdén indispuesta a perdonar su osadía. Pero acabó por tragar su coraje mientras cerraba el libro de golpe, avanzando hacia el lugar indicado mientras jalaba el cuello de su camiseta.
Bienvenidos a esta nueva historia, cabe recalcar que no sé mucho del anime así que me centraré desde el punto de vista de la protagonista. Desventajas de perder una apuesta con una amiga. Que por cierto, ¿enserio no pudiste elegir solo uno?
En fin, que disfruten la historia.
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Emperatriz de fuego (Leopold Vermillon, William Vangeance, Nozel Silva)
RomanceEl día del reclutamiento para caballeros se acercaba, y en las profundidades de una mazmorra de rango SSS, se desataba una acalorada discusión. -No iré -declaró su maestro con firmeza. Pero esas palabras no fueron suficientes para aplacar la terqued...