III

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Pruebas

La maestra, cansada de dar vueltas, se había detenido en el centro del edificio, meditando con los ojos cerrados. Se deleitaba con la fragancia de tres magias que rodeaban discretamente su cuerpo, sintiendo una extraña conexión con tres personas en el balcón.

¿Mm?

Observó cómo el hombre de cabello platinado se marchaba hacia algún lugar, sintiendo una incomodidad en su pecho al percibir que se alejaba.

—Bien.

Una joven de cabello platinado se armó de valor desde las profundidades de un pasillo, dispuesta a dirigirse al examen, pero fue interrumpida por una voz a sus espaldas.

—¿Qué haces?

La joven, reconociendo la voz, se detuvo un momento, balbuceando nerviosamente.

—Ya te dije que la realeza no necesita examinarse con los plebeyos.

—Pero... —intentó refutar.

—Ya se decidió dónde acabarás. No hagas nada innecesario.

Guardó silencio por un momento antes de contestar:

—¿Y qué hay de ella? —El platinado la miró fijamente, frunciendo el ceño ante sus siguientes palabras—. La encontraste, ¿no es verdad? Lo vi. —Lo encaró—. Aquella plebeya es tu destinada. Si alguien así puede tener la oportunidad de seleccionarse en una orden poderosa, entonces yo...

Fue interrumpida:

—¡Suficiente! —apretó los puños, intentando calmar su furia al escuchar que insinuaba que su alma gemela no era digna de estar en una orden de prestigio—. No hablaré de esto contigo. Lo repetiré solo una vez más: no hagas nada innecesario.

La joven se encogió en su lugar, sabiendo que intentar denigrar al alma gemela de un mago era el peor error que alguien pudiera cometer. Pero al ser su hermano de la realeza, pensó que sus sentimientos no serían tan fuertes como se reflejaba en los antiguos libros de historia, tomando en cuenta que no pertenecía a la nobleza y sabiendo que él odiaba a los plebeyos. Tal parece que se equivocó.

—De acuerdo, hermano Nozel.

—Aunque tu misma existencia es innecesaria.

Soltó antes de regresar al examen de caballeros.

Posteriormente, la prueba de poder mágico dio inicio. Innumerables paredes de piedra aparecieron ante los participantes, quienes comenzaron a lanzar sus mejores hechizos.

La maestra, quien tuvo que emplear todo su autocontrol para entregar aquella preciada escoba, estaba tan irritada que no lo pensó mucho y apuntó uno de sus dedos hacia el muro. Concentrando el 0.2% de su poder en una pequeña llama que salió disparada como un proyectil hacia la pared, la destruyó y atravesó los grandes muros del edificio antes de alzar el dedo para que se desviara hacia el cielo, donde estalló en una gran implosión que dejó rastros de llamaradas.

Varios concursantes la miraron boquiabiertos, comenzando a dudar si ese participante no era el hijo bastardo de algún noble. Algunas miradas pasaron a caer en la familia Vermillion, conocidos por poseer la magia de fuego más poderosa. Pero estos mismos sabían que eso era imposible, y no solo porque sus padres jamás se traicionarían, sino porque era el alma gemela del menor de la familia, aunque aún fuese ignorante en el tema.

Supongo que no pueden enfadarse, ¿o sí?

La maestra miró hacia el balcón en busca de algún reclamo por el gran agujero en la pared, pero lo único que obtuvo fueron las miradas sorprendidas y emocionadas de uno que otro capitán. Mientras que tres de ellos la miraban fijamente con ojos brillantes, los aromas tornándose más fuertes a su alrededor, como si quisieran marcarla como suya mediante ese acto.

Emperatriz de fuego (Leopold Vermillon, William Vangeance, Nozel Silva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora