EL HOMBRE MÁS ODIADO

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Lio detiene el auto frente a la biblioteca más grande de la ciudad. Dice que necesita un nuevo libro, pero se niega a que le recomiende alguno.

—Yo también tengo buen gusto para la lectura, ¿sabes?

Primero selecciona un libro sobre historia de la alquimia que seguro me serviría como banquito para alcanzar los libros más altos. No tengo nada en contra de la historia o la alquimia, aunque este último sea un tema casi extinto, pero prefiero que lea algo que distraiga su mente cuadrada de temas tan..., cuadrados.

—No entiendo tus libros, no me gustan —dice con voz firme.

—¿No los entiendes porque no te gustan o no te gustan porque no los entiendes? —Me mira con la ceja arqueada. Antes solía picarlo con preguntas como esta solo para ver su expresión.

—Lo segundo. —Suena muy seguro, aunque mi pregunta ha conseguido confundirlo un poco.

—¿Bajo qué criterio seleccionas los libros que leerás, Lio?

Sigue caminando por el ancho pasillo de la biblioteca y los pasos que da con sus piernas largas me obligan a ir más rápido.

—Libros que pueda entender.

—¡Aja! Libros aburridos, prácticos y sin emociones. Como las matemáticas de esos libros que llevas allí. —Ha tomado varios de física y ciencia espacial. ¿Por qué necesita saber sobre ciencia espacial?

Se detiene un momento para mirarme.

—¿Tú no leerías estos libros?

—No.

—¿Por qué?

—Porque no entiendo nada de lo que pone allí. —Mi sonrisa desaparece cuando soy consciente de lo que dije.

—Exacto.

—Touché.

Me gusta burlarme de Lio de vez en cuando, pero solo lo hago porque no puede sentirse herido por eso.

—Deberías leer a John Katzenbach. —Corro detrás de él.

—Ya lo hice —responde con voz es monótona. En su mano izquierda lleva más de seis libros apilados en perfecto equilibrio.

—¿De verdad?

—No me gustó.

—¿Por qué no? En el psicoanalista hay que atrapar a un asesino en un juego muy complicado. Se oye como la clase de libros que podrían gustarte. —Me coloco en frente de él, impidiendo el paso.

—Se basa en la conducta humana. Si no puedo entender mucho de mi propia conducta, ¿cómo esperas que entienda la de nadie más?

—Pero es perfecto para que empieces a entender muchas cosas. —Avanza con determinación y me hace caminar de espalda.

—No creo. Obligar a alguien a suicidarse en vez de matarlo yo mismo no me parece muy práctico.

—¿Qué me dices de cobrar venganza por una persona amada? —digo ignorando por completo el sentido psicópata.

—No entiendo ese amor, Junne. Sobre todo porque me has dejado claro que no quieres que mate a nadie por ti.

—No tienes que matar a nadie por amor. No tienes que matar a nadie, punto.

—Pero quieres que te lleve a la orden de sangre sin ninguna razón lógica. —Casi distingo el reproche en su voz—. Es peligroso, pero quieres ir de todas formas. Kai McCloud seguramente me atacará en cuanto me vea llegar y sus cazadores no se quedarán solo observando. ¿De verdad piensas que no tendré que matar a nadie?

Rey de los muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora