CODICIA

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Silencio. Luces que se encienden y se apagan.

Ninguno de los dos mueve un musculo y me doy cuenta de que ambos aguantamos la respiración. De pronto, la primera criatura sale de su celda y corre hacia nosotros.

El líder lo golpea de forma brutal, realizando un solo movimiento. Escucho el cuerpo de la criatura caer al piso como un pesado costal, y luego regresa el silencio.

—Kai...

—Quédate detrás de mí —ordena, alzando los puños como un boxeador, preparándose para golpear o ser golpeado.

Lo siguiente que veo es a diecinueve criaturas corriendo hacia nosotros. Todos al mismo tiempo. Y a Kai McCloud defendiéndose lo mejor que puede.

¿Cómo llegamos a esto?

El rey de los muertos se había negado a perder de vista al ancla, pero Kai le gruñó mientras le explicaba porque no lo quería cerca de otros rebeldes. Desde su posición en la cima de las escaleras, podía ver y escuchar lo que decían, sin importar lo lejos que estaba.

Sin embargo, no escuchó la urgencia en las palabras del ancla cuando su conversación con Heven terminó y tampoco escuchó la puerta que se cerraba antes de que los cazadores empezaran a golpear el acero. Lio tuvo un ligero escalofrío, como si su cuerpo percibiera la presencia de alguien fuerte y con una forma distinta.

Lo reconoció como la clase de escalofríos que provocaba el dios con apariencia infantil que no dejaba de aparecerse. Así que, en cuanto lo sintió, se movió rápido de su lugar para intentar encontrar el origen de esa presencia. Miró en todas las direcciones y vio las caras de los cazadores que lo vigilaban con recelo, pero la señal no procedía de ninguno de ellos.

Mientras el rey buscaba un enemigo invisible, el líder peleaba con rebeldes que querían arrancarle la piel trocito a trocito.

Esto es lo que ocurre cuando quieres dejar a tus piezas fuera del juego.

—¡Abran ya! —grité al cazador que tiraba de la puerta.

—¿Crees que ya no lo habría hecho si pudiera? —contesta otro cazador.

—¡Llamen a Lio! —exige Kai, quitándose de encima a una criatura furiosa.

—Brillante, Kai. —No puedo evitar reprochárselo—. ¿Por qué no lo dejaste venir?

Uno de los rebeldes repara en mi presencia mientras trato de esconderme tras la figura de Kai lo mejor que puedo. Él intenta acercarse aprovechando que Kai está ocupado intentando quitarse a otra criatura de encima, pero este se percata y se deshace de él. Muy pronto, quedan pocos de sus atacantes con vida. No resultó sencillo, pero no permitió que ninguno se me acercara.

—No lo repetiré. ¡Regresen a sus malditas celdas o morirán como los perros que son!

Lo veo estirar su brazo derecho muy rápidamente, y en el proceso suena como si un hueso se hubiera reacomodado en su lugar.

Los tres rebeldes restantes enseñan los colmillos y por cómo se ven sus caras, no parecen atender a la amenazada de Kai.

—Como quieran. —El líder estira el cuello.

Tendrá que admitir que fue un buen calentamiento...

El cazador sube las escaleras como un rayo, corre el largo pasillo, cruza la estancia y al pasar, ve a Lio mirando por la ventana.

—¡Rey de los muertos!

Lio lo escucha, lo reconoce y no hace falta oír lo que tiene que decir para saber que algo anda mal. Baja corriendo las escaleras y recorre el largo pasillo para luego detenerse frente a la puerta de acero.

Rey de los muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora