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—¿Cómo es posible? —Esa pregunta atormentaba mis pensamientos

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—¿Cómo es posible? —Esa pregunta atormentaba mis pensamientos. Mi mejor amiga estaba muerta y no paraba de preguntarme si había sido culpa mía o no.

Cojo un abrigo y me dirijo hacia la casa de mi tía. A lo mejor ella sabe qué está pasando, porque una cosa está clara, no es normal.

Cada rincón que miraba, Ana acechaba con su rostro ensangrentado. Trago saliva y hago caso omiso de que me está siguiendo, pero el miedo me impulsa y no puedo evitar caminar aún más rápido. Sin querer, tropiezo con el borde de la acera y caigo de rodillas, sintiendo el dolor recorrer mi cuerpo.

—Joder —murmuro intentando ponerme nuevamente de pie.

—¿Está bien, señorita? —pregunta una voz masculina a mis espaldas.

Respiro profundo para intentar controlar el miedo, todo se encontraba completamente oscuro, solitario y la única luz que daba algo de visión era la luna llena encima de nosotros, bueno, era lógico, eran las 4:30 de la madrugada. Lo primero que pensé fue en un secuestrador o algo así. Me giro lentamente, pero no llego a observar muy bien su rostro.

—¿Quiere que la ayude a levantarse? —pregunta de forma educada extendiendo su mano.

—Está bien, gracias por ayudarme —tomo su mano y logro levantarme.

—Me alegra mucho haberte conocido, Eliza —susurra, desapareciendo en la oscuridad.

Aquellas palabras me dejaron petrificada: "¿Cómo sabía mi nombre?" En ningún momento se lo mencioné y, aun así, lo sabía. Tomo mi celular del suelo y empiezo a correr hasta llegar a la casa de mi tía. En cada esquina, en cada callejón, ella me seguía observando y no dejaba de mirarme fijamente. Era como si su espíritu se hubiera quedado atrapado en este mundo por alguna extraña razón.

Una vez parada frente a las enormes puertas de madera, no dudo ni un segundo en tocar el timbre una y otra vez sin parar. El miedo me había poseído.

—Voy —responde mi tía desde la planta alta.

Mi respiración se acelera al observar que Ana se acerca poco a poco. Desde que salí de mi casa, ha mantenido una distancia considerable, como si no quisiera acercarse; pero esta vez está cada vez más cerca.

Mi tía por fin abre la puerta y casi la derribo para poder entrar.

—¿Qué te sucede, Eliza? ¿Por qué tienes esa cara? —pregunta rápidamente al ver mi reacción.

Un nudo en mi garganta no me deja decir ni una sola palabra.

—No te esfuerces, siéntate y te traeré un té para ver si te calmas un poco —menciona preocupada.

No paro de mirar de un lado al otro para ver si Ana ha entrado a la casa; pero al parecer, los amuletos de protección que tiene mi tía puestos en todas las puertas y ventanas no le permiten pasar. Mi mente se ve sometida a la duda y al temor, son demasiadas cosas en un solo día, o mejor dicho, en una sola noche. La extraña actitud del chico y su repentina desaparición también me han causado dudas y preguntas.

Herencia de muerte y sangre carmesí †El arco de la noche†Donde viven las historias. Descúbrelo ahora