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Miro a mi alrededor y no puedo evitar tragar en seco

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Miro a mi alrededor y no puedo evitar tragar en seco. El desolador frío de la noche se hace presente en nuestras pieles desnudas y la humedad del cemento consume nuestros descalzos pies. Solo me pregunto a mi misma: "¿Valdrá la pena el sacrificio?" Si nos guiamos por la intención, sí lo valía y mucho. Sin embargo, los parámetros no eran los mejores, ya que nos encontrábamos escasos de recursos y ofrendas.

La verdad, estar sentada desnuda encima de una tumba de más de mil años no era algo agradable. Además, el clima no jugaba a nuestro favor. El cielo se encontraba nublado y la inmensa luna llena encima de nosotros solo reflejaba la poca luz que se lograba colar entre los orificios de los nubarrones. Hacía tanto aire que era imposible encender una simple vela y, para colmo, el frasco con sangre de cerdo que habíamos traído como ofrenda hizo el favor de romperse en mil pedazos. Solo nos queda una cosa: nuestra fe. Y por la cara de Ana, creo que hay más miedo presente que cualquier otro sentimiento.

—¿Por qué mejor no nos vamos? —pregunta Ana, asustada por los extraños sonidos de la noche.

—Hemos pasado mucho trabajo para llegar hasta aquí, no podemos echarnos hacia atrás ahora —respondo, tomando sus manos—. No tenemos de qué preocuparnos, en la página web decía que era un hechizo cien por ciento verdadero. Bueno, por su precio, espero que funcione. Invertí cien dólares en esto.

—¿De dónde sacaste cien dólares? —pregunta Ana, sorprendida.

—Eso no es importante, vamos al lío —comento, evadiendo el tema. No quería que se enterara de que había vendido la saga de Juego de Tronos que me había prestado y que, por cierto, era su favorita.

Intento encender las velas para aprovechar que el aire se había tomado un descanso.

—¿Está lista? —se limita a responder con la cabeza, ya que sabía que no lo estaba. Pero aun así tomé sus manos para iniciar el ritual—. Repite conmigo y no abras los ojos hasta que acabe, o de lo contrario no funcionará —ambas cerramos los ojos—. SEÑOR QUE HABITAS EN LAS SOMBRAS, PERMITE A ESTAS POBRES ALMAS EN DESGRACIA DELEITARSE CON TU PRESENCIA, O SEÑOR DE LAS SOMBRAS, POSEEDOR DE LA VIDA Y LA MUERTE, CAPAZ DE MOVER LAS ALMAS A TU ANTOJO, TE ENTREGAMOS ESTA OFRENDA A CAMBIO DE UNA PETICIÓN. AMÉN.

En cuanto terminamos la oración, abrimos los ojos y un fuerte viento tumba las velas al suelo. Tenía la esperanza de que había funcionado, pero nada sucedió, bueno, con la excepción de que empezó a llover muy fuerte y estropeó todo nuestro ritual. No tuvimos otra opción más que correr hacia la entrada y meternos dentro del auto.

—Te dije que no funcionaría —murmura Ana, un poco enojada y con razón.

—Tal vez esta vez no funcionó, pero la próxima sí lo hará —extiendo mi mano con una toalla para que se cubra.

—Eliza, no habrá una próxima vez, todo se estropeó. Estoy cansada de hacerte caso con tus tontos rituales, nunca funcionan y siempre acabamos en una situación súper incómoda y peligrosa —dice muy enojada.

Herencia de muerte y sangre carmesí †El arco de la noche†Donde viven las historias. Descúbrelo ahora