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Siento una extraña sensación revoloteando en mi interior, como si algo se estuviera retorciendo y buscando desesperadamente una salida

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Siento una extraña sensación revoloteando en mi interior, como si algo se estuviera retorciendo y buscando desesperadamente una salida. La oscuridad me envuelve, pero poco a poco comienza a ceder, permitiéndome vislumbrar lo que me rodea. El tumulto en mi interior se intensifica; puedo sentirlo ascendiendo desde lo más profundo de mi ser, escalando mi pecho con premura hasta llegar a mi garganta. La falta de aire me obliga a buscar desesperadamente una solución, así que me siento en la mesa y trato de expulsarlo metiendo mis dedos en la boca. Después de una lucha agotadora, finalmente logra liberarse y cae sobre mi pierna. Aún mareada, logro distinguir que se trata de un cuervo. Al ver su aspecto pegajoso y empapado, mi primer instinto fue apartarlo de mí.

A medida que me recupero, me doy cuenta de que el cuervo no es solo un pájaro común y corriente. Su mirada profunda y penetrante parece contener un mensaje oculto, como si hubiera emergido de mi interior para transmitirme algo importante. A pesar de mi reacción inicial, siento una conexión inexplicable con la criatura, como si su presencia tuviera un significado más allá de lo evidente.

—¿Qué haces? —pregunta mi tía rápidamente al ver que el animal cae al suelo.

Me encontraba parapléjica ante semejante situación, y la pregunta que más me atormentaba era: ¿qué sucedió? En un momento me encontraba al otro lado, o por lo menos eso parecía, y después un animal sale de mi interior sin ninguna explicación.

—¿Qué está pasando? —pregunto confundida.

—No sé ni qué pensar, las señales no son del todo alentadoras y no sé cómo explicarlo —su voz se oía temblorosa, como si tuviese malas noticias.

—Dime la verdad, ¿qué pasa? —insisto intrigada. Un escalofrío recorre cada centímetro de mi cuerpo, poniendo mis pelos de punta; en ese momento, el cuervo grazna muy fuerte, logrando paralizar mi corazón por un segundo.

—Eres la bruja carmesí —responde rápidamente, como si se hubiese liberado de una carga pesada.

—¿Qué rayos significa eso?

—La brujería se divide en cuatro casas, o para que me entiendas mejor, cuatro habilidades; están las brujas de la noche, las del bosque, las escarlata y, por último, las de la sombra. Cada una tiene una habilidad especial que las distingue…

—¿Y yo de qué casa soy? —la interrumpo al ver que no había mencionado las carmesí.

—Déjame terminar. Tú no perteneces a ninguna casa en específico, porque técnicamente tu poder es superior al de los demás; eso te convierte en la heredera carmesí. Tu misión es llevar a las almas al inframundo, ayudándolas a salir de su cuerpo una vez llegue su hora —explica envolviendo al cuervo en una sábana.

—¿Es decir que soy una asesina? —menciono al oír sus palabras.

—No lo veas de ese modo, posees uno de los poderes más grandes entre las brujas; ninguna bruja puede matar ni una simple cucaracha con su poder, ya que nuestra magia no nos lo permite. Pero tú puedes hacer lo que quieras con tu poder —intenta convencerme como si asesinar fuese algo bueno.

—Asesinar no es algo bueno, es todo lo contrario; eso significa que mi sospecha de que había asesinado a Ana era cierta —una lágrima recorre mi rostro.

—Muchas brujas quisieran tener tu poder, debes sentirte orgullosa —responde colocándome su mano en la rodilla.

—Pues no lo quiero —reclamo, quitando su mano bruscamente. El cuervo, al oír mis palabras, grazna muy fuerte sin parar—. ¿Me podrías decir qué significa el maldito cuervo?

—No le hables en ese tono —me regaña mientras acaricia la cabeza del animal—. Este hermoso animal está vinculado a ti de forma permanente; es algo así como un hijo, pero mucho más importante, ya que él consume el poder que a ti, por decirlo de algún modo, te sobra. Si él muere, tú también lo harás.

—¡Genial! Ahora debo cuidar a este pajarraco de todo peligro, ya que, literal, mi vida depende de él.

—Ten —extiende sus brazos entregándome el ave—. No pienso seguir discutiendo contigo. Es tu poder y tu responsabilidad; en tus manos queda cómo lo desempeñes. Pero algo está claro: tendrás que asesinar, consciente o inconscientemente —menciona sin dejarme ninguna alternativa.

Tomé al ave y me levanté. Empecé a caminar hacia la puerta principal para marcharme a mi casa.

—¿Se podría saber hacia dónde vas? —pregunta, aún sabiendo la respuesta.

—Me voy a casa —respondo rápidamente.

—No puedes salir; las brujas de la noche están en tu cacería, huelen las iniciaciones a kilómetros —indica antes de que pudiera abrir la puerta.

No me extrañaba que no me hubiesen encontrado; mi tía tiene todas las puertas y ventanas con amuletos de protección, así que este es el único lugar seguro que tenía por el momento.

—Está bien, me quedaré —respondo sin tener otra opción viable.

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Esa noche fue una pesadilla. No pude conciliar el sueño, atormentada por el miedo y el constante graznido del cuervo, que parecía no tener fin. Me refugié en el cuarto de las muñecas, un lugar que siempre había evitado desde niña debido a su inquietante atmósfera. Las paredes estaban tapizadas con cabezas de muñecas con los ojos arrancados, y en cada rincón se encontraban inquietantes muñecos vudú. Pero lo que más me aterraba era que esa habitación pertenecía a mi difunta prima, quien se había quitado la vida a la temprana edad de 5 años.

—Hola —escucho una voz masculina muy familiar.

Enseguida me levanto y busco de dónde proviene la voz, pero, para mi sorpresa, no vi a nadie dentro de la habitación. Hallé raro que el cuervo no graznara; llevábamos horas juntos, pero puedo jurar que podía sentir su corazón latir y su miedo.

—¿Quién está ahí? —pregunto confundida.

—Pronto nos conoceremos, no tengas prisa, todo a su debido momento —responde con su voz susurradora.

—¿Quién eres? —su voz me causaba temor, tenía un toque sombrío que me ponía los pelos de punta.

—No seas impaciente, mira al espejo, te tengo un regalo.

Me pongo de pie lentamente y levanto la sábana blanca que cubría el único espejo que tenía la habitación. Mi corazón se detuvo al ver a Ana con su ropa llena de sangre y sus ojos sangrando. Se veía desorientada, como si quisiera decirme algo y no pudiese.

—Déjala —ordeno con mis ojos bañados en lágrimas y con un nudo en la garganta que apenas me dejaba hablar—. No le hagas daño.

—Ay, mi querida Eliza, esto está a punto de empezar.

Tenía un mal presentimiento y al oír aquellas palabras, miles de preguntas invadieron mi mente. ¿Y si esa voz tiene a Ana prisionera? Y la pregunta que más me atormentaba: ¿Qué es lo que quiere de mí?

 ¿Y si esa voz tiene a Ana prisionera? Y la pregunta que más me atormentaba: ¿Qué es lo que quiere de mí?

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Herencia de muerte y sangre carmesí †El arco de la noche†Donde viven las historias. Descúbrelo ahora