Tears Of A Sunflower [ChanMin]

III

Su pecho se llenaba de una extraña amargura con cada paso que daba, no entendía muy bien el por qué, pero el haber visto aquella mirada fría y llena de decepción en el rostro del menor lo atormentaba. El peso de sus pensamientos lo hacían sentir agotado, nervioso y molesto. Usualmente no le daba importancia a lo que otras personas pensaran de él, incluso le agradaba poder bromear con aquella imagen que había creado de sí mismo, sin embargo, con Seungmin era diferente. Que aquel chico lo viera con tal desaprobación y con tal desagrado, lo hacía sentir inmensamente pequeño. Era como si en los ojos del contrario viera el reflejo claro de lo que se había convertido, de lo que intentaba ignorar y no quería aceptar. Después de tanto tiempo ¿Por qué ahora? ¿Por qué Seungmin? Había aprendido a vivir en el presente, a disfrutar sin ataduras y sin preocupaciones, pero ahora todo eso parecía verse nublado por la incómoda sensación en su pecho al ser el responsable de la tristeza en una mirada ajena, que ocultaba la calidez que tanto deseaba para sí mismo.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos al entrar en su departamento. Las luces estaban encendidas, el sonido del televisor y las ollas en movimiento delataban la presencia de su mejor amigo. Sin querer preocupar al menor, se quitó los zapatos y respiró profundamente intentando dejar sus preocupaciones atrás, decoró su rostro con una sonrisa e ingresó a la cocina donde Minho permanecía sin percatarse de su presencia. Chan se dirigió a su amigo silenciosamente y lo abrazó. Minho se sorprendió e intentó zafarse inútilmente del agarre que los brazos de su amigo mantenían sobre él —¿Cómo está mi ser humano favorito? — preguntó Chan en un tono divertido e infantil, haciendo que Minho se quejara más mientras volteaba sus ojos en forma de desaprobación ante las palabras del mayor —Por tu culpa tuve que dormir en casa de Hyunjin. Kkami no dejó que me le acercara y tuve que dormir en el sofá. Es un milagro que no tenga neumonía en este punto. Changbin no paraba de burlarse de mí por lo derrotado que lucía esta mañana y todo porque eres un maldito hormonal — Concluyó Minho falsamente irritado —Lo sé, lo siento— contestó Chan soltando el agarre que mantenía en el menor. Minho quien estaba acostumbrado a molestar al mayor, siempre que ocurría algo así, notó de inmediato el tono algo débil con el que pelinegro había contestado y extrañado por la respuesta sincera y no cómica, se volteó preocupado —¿Pasó algo?— preguntó, dejando atrás el fingido enojo — No, todo está bien ¿Qué estabas haciendo?— contestó el mayor en un tono que pretendía sonar despreocupado —Imaginé que tendrías hambre, así que preparé algo de pasta. ¿Pasó algo en el trabajo?— Insistió Minho, quién no caería en el intento de Chan por desviar la atención ante su evidente malestar. Antes de que el contrario pudiera contestar, añadió — No te atrevas a mentirme, algo no está bien. Si no quieres hablar te entiendo, pero no pretendas que me vas a convencer de que todo está bien cuando desde que entraste estás intentando contener las lágrimas, fingiendo que esa sonrisa fea que tienes me va a engañar— El mayor, algo impactado por las palabras del menor, no pudo evitar reír y mientras rascaba la parte trasera de su cuello sonrió — Eso me pasa a mi por adoptar a un pequeño gato gruñón que parece saberlo todo— dijo Chan para después revolver el pelo del contrario —Me estoy muriendo de hambre, comamos primero ¿si?— continuó, alejándose un poco para servir la comida que Minho había preparado. El pelirrojo asintió y se dispuso a organizar la mesa donde comerían, confiando en la palabra de Chan. 

La cena fue acompañada por el sonido del televisor. Ambos disfrutaban de la compañía del otro mientras reían y comentaban torpemente lo que se mostraba en la pantalla. Al terminar, Minho recogió los platos, los dejó en la cocina y volvió al lado de Chan.  Minho tomó una manta y, acomodándose en el sillón, se cubrió a sí mismo y al mayor. Tomó el control remoto y bajó el volumen del dispositivo, haciéndole saber a Chan que el momento de hablar había llegado.