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Luis.

–¡Oh por Dios! ¿Es enserio Luis?– giré mi rostro algo asustado por el estruendo y cuando subí mi mirada del bowl derramado en el suelo hacía su rostro vi una amplia sonrisa y sus ojos brillosos

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–¡Oh por Dios! ¿Es enserio Luis?– giré mi rostro algo asustado por el estruendo y cuando subí mi mirada del bowl derramado en el suelo hacía su rostro vi una amplia sonrisa y sus ojos brillosos. Sonreí también.–

Corrió hacía mí y me abrazó por el cuello, recargando mi rostro en su pecho debido a la diferencia de altura gracias a que estaba sentado. Titubee pero abracé su cintura al pasar los segundos. Esto era muy raro, pero Miguel siempre fue bueno actuando.

Miré de reojo a los señores Aguilar y pude notar a ambos bastante confundidos y al señor Carlos incluso lo vi escéptico.

–Miguel, siéntate– ordenó su madre y sin chistar ni borrar la gran sonrisa arrastró una silla hasta mi cercanía y se sentó, aferrándose a mi brazo y recargando su cabeza en mi hombro. Tengo calor en la cara, es raro.– ahora si, Luis, de nuevo. Pero ahora explíquenme cómo y– exhalo ruidosamente y acomodo el cuello de su vestido– cuándo...

Tragué duro, y supe que Miguel lo había echo también. No acordamos nada de esto.

–Pues... yo...– Miguel jugó con sus dedos debajo de la mesa e hizo amague por sentarse bien. Lo jalé, dejándolo en su posición inicial. Sonreí y besé su cabeza, ni yo mismo sé que hago Miguel, no me mires así. Suspiré.

–Cuando Miguel tuvo que salir de casa... alejarse de mi, me sentí vacío, sabía que me hacía falta algo, no... alguien. Rey y reina Aguilar, su hijo me complementa de maneras que nunca creí que alguien podría. Hace unos días hicimos una pijamada en mi casa, cuando volvió... y bueno, nosotros..– jadeos de sorpresa me despertaron de la plática y al entender sus suposiciones sentí mi rostro arder en calor, incluso más fuerte que hace unos minutos.–¡No! No hicimos... No hicimos nada de eso.– oí una risita de Miguel y vi la tranquilidad de sus padres de pronto– él supo de la relación que tuve mientras él no estaba y... ¡auch! –sentí un pellizco en la mano, uno con uñas encajadas incluidas– y como pueden notar, le pone celoso– trate de regular mi respiración después de la advertencia que llegó en forma de apretón en mi mano– terminamos declarando nuestro amor... y yo... nosotros, queremos casarnos.–

Su madre se veía más convencida, pero a su padre no le cabía la idea en la cabeza, era notable. Él sospechaba.

–¿Aceptarán?– Sonrió Miguel, se pegó más a mi brazo y talló su cabeza sobre la seda blanca que cubría mi brazo.

Ya estábamos en el cuarto de Miguel, dónde él se mecía en su silla, viendo su anillo de promesa con una sonrisa arrogante de triunfo

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Ya estábamos en el cuarto de Miguel, dónde él se mecía en su silla, viendo su anillo de promesa con una sonrisa arrogante de triunfo. Hijo de la re mil...

–Miguel, despierta. – seguí dando vueltas como estúpido por toda su habitación. Aún recuerdo cuando solicitó un cambio a la habitación más grande del castillo porque quería más espacio para sus juguetes, nunca dejó de ser un caprichoso.

–Me gusta mi anillo, ¿sabes?– movió su mano de un lado a otro notando el deslumbrante movimiento de la luz sobre la piedra roja, era un rubí auténtico con diamantes incrustados alrededor.

–Miguel, tú papá sospecha.– lo regrese a la realidad y por primera vez en quince minutos giró su silla para mirarme directo a los ojos.

–¡No me importa, Luis, ya me dieron permiso! ¡No tendremos que casarnos con desconocidos!– elevó sus hombros para restarle importancia.–Relájate cara de pizza, estaremos bien.

–Miguel, necesitamos establecer reglas.– me miró de nuevo. Apretó los labios y desvió la mirada, lo estaba considerando. Al cabo de unos segundos asintió dándome la razón.

Me senté en la cama y él giró su silla para quedar frente a frente, había una línea de separación leve pero eso no nos evitaba sentirnos muy cerca.

–¿Qué les diremos a tus padres?– inició. Entrecerró los ojos y recargó sus antebrazos contra sus muslos.

–La verdad. Ellos lo entenderán mejor.– contesté. Negó. Suspiró y se recargó en el respaldo, también estaba inquieto.

–Tus padres terminarán por contarle a los míos, ¿entiendes? No podemos decirles la verdad.– me mordí la lengua, asegurándome de que esto no era una pesadilla, y no, no lo era.

Quedamos en un silencio sumidor que nos consumió unos minutos, solo se oía el viento de fuera y el constante movimiento errático de la silla de Miguel yendo de un lado a otro. Ahogue un suspiro cuando escuche un jadeo.

–Hagamos un picnic familiar.– fruncí el ceño, ¿qué tenía que ver con la crisis? – piénsalo, estúpido– ok, auch – Evaluaremos si pueden saber la verdad, tanto tus padres como los míos. ¡Ya con el terreno bien tanteado vemos que hacer!– asentí entendiendo muy poco, pero dejaría que él se encargara de eso, me imagino que a partir de hoy lo haría aún más que nunca. – pero, si es necesario... sabes que habrá que hacer ciertos... sacrificios, ¿no? – demostré confusión y lo vi teñirse de mi color favorito– habría que parecer... una pareja, sabes, una real, muy gays.– reí.

–Comprendo. Entonces, ¿me besarás?– mi risa consumió el cuarto y el rojo abarcó todo su rostro.

–Solo de ser necesario...– ignoré el tartamudeo al sentir mi rostro caliente de nuevo. ¿Hablaba enserio o solo me saltaba molestando?

El ambiente estuvo interrumpido ante el sonido de la puerta siendo forzada sin resultado.

–¡No los quiero encerrados con llave, Miguel! – ambos nos miramos confundidos y Miguel fue a abrir la puerta, encontrándose con su madre tapando inútilmente sus ojos. Fruncí el ceño aún más confundido.– ¿Ya están vestidos?–

–¡Mamá! ¡No estamos haciendo nada! Solo conversábamos – mi expresión cambio en su totalidad y vi que la de Miguel igual.

–Ay Miguel, ¡yo que voy a saber! Toma.– Le entregó una cajita de terciopelo azul oscuro y salió no sin antes dejar la puerta abierta de par en par.–

Me levanté intentando continuar nuestra conversación pero sin voltearme a ver hizo una seña para que no abriera la boca, me posicioné detrás de él y paré la oreja intentando escuchar lo que él, pero no oía absolutamente nada además de un silencio abrazador.

–mamá está rondando por aquí, amor– me coloree pero ante la advertencia comprendí que sabía que nos tenían bajo vigilancia.

Que apodo de mierda, Miguel.

–¡Bien, Miguel! !Me largo!– se oyó zapateados hasta el piso de abajo donde se iba atenuando el sonido.

Miguel soltó una risotada y se dió vuelta quedando a la cercanía de mi cuerpo, me sonrió con travesura y se regresó a su cama, tirandose boca arriba.

Todo recién comenzaba y yo ya estaba abrumado.

HOLAAAA! he vuelto, lamento que las actualizaciones sean lentas, pero espero estén disfrutando la historia

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HOLAAAA! he vuelto, lamento que las actualizaciones sean lentas, pero espero estén disfrutando la historia.

Cual fue su parte favorita? La mía el inicio con Miguelito emocionado, lo amo.

Estoy de regreso, o algo así, lo intentaré.

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⏰ Última actualización: Oct 23 ⏰

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ʙᴇ ᴍʏ ᴋɪɴɢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora