III

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Will se despertó esa mañana con un hambre voraz. Hannibal ya se había ido al trabajo, dejándole un beso en la frente y una nota en la mesa que decía: "Volveré para el almuerzo. Te amo". Al lado de la nota, Hannibal le había dejado un bol con frutas frescas y un vaso de jugo, un desayuno saludable y rápido. Sin embargo, Will no podía esperar hasta el almuerzo. Su estómago rugía y necesitaba comer algo más sustancioso.

Decidido a no depender de las sopas instantáneas y el pan duro esta vez, Will se puso en pie con determinación. "¿Qué tan difícil puede ser cocinar?", se dijo a sí mismo. Hannibal lo hacía todo el tiempo y siempre parecía tan sencillo. Con esa confianza infundada, se dirigió a la cocina.

Miró la cocina como si fuera un campo de batalla a conquistar. Abrió la nevera y empezó a sacar ingredientes al azar: huevos, leche, mantequilla, y algunas verduras. "Un revuelto de huevos con vegetales suena bien", pensó. Pero claro, Will no tenía la más mínima idea de cómo se hacía eso. Empezó por romper los huevos, y después de romper dos en el borde de la mesa y dejar las cáscaras por todo el lugar, finalmente logró poner algunos en un bol. Añadió un chorro de leche y comenzó a batirlos con un tenedor. Parecía fácil.

Mientras tanto, Hannibal estaba en su consultorio, revisando algunos informes. Aunque estaba concentrado en su trabajo, una parte de su mente siempre estaba con Will. Se preguntaba si había desayunado bien, si estaba descansando lo suficiente. No podía evitarlo, amaba a ese omega más de lo que podía expresar y siempre se preocupaba por él, aún más desde que se enteró que este estaba embrazado. La mañana transcurría sin problemas, pero sus pensamientos siempre terminaban en Will y su tendencia a la torpeza que lograban hacerlo sonreír de vez en cuando.

De vuelta en la cocina, Will había encendido la estufa y puesto una sartén preciosa (la favorita de Hannibal) a calentar. Echó un buen pedazo de mantequilla y esperó a que se derritiera. Mientras tanto, decidió cortar algunas verduras. Bueno, decir que "decidió" es una manera muy generosa de describir su proceso. Más bien, las verduras acabaron cortadas de cualquier manera, con trozos grandes y pequeños mezclados sin orden ni concierto.

La mantequilla en la sartén empezó a quemarse, produciendo un olor acre. Will, que estaba demasiado ocupado luchando con un pimiento rebelde, no se dio cuenta hasta que ya era demasiado tarde. Con rapidez, vertió los huevos en la sartén, esperando salvar la situación. El humo comenzó a elevarse y las alarmas de incendio se encendieron. "¡Maldición!", gritó Will, agitando un trapo en un intento desesperado de dispersar el humo.

Mientras tanto, en su consultorio, Hannibal sintió un repentino malestar. No era físico, más bien una intuición. Algo le decía que algo no estaba bien en casa. Sacudió la cabeza, intentando concentrarse de nuevo en su trabajo. Sin embargo, no podía deshacerse de la sensación de que algo estaba fuera de lugar.

Will, por otro lado, estaba lidiando con un verdadero desastre. Los huevos se habían pegado a la sartén y las verduras, quemadas en algunos lugares y crudas en otros, no ayudaban en absoluto. "Esto no puede ser tan difícil", murmuró para sí mismo, aunque empezaba a dudar de sus habilidades.

Después de varios intentos fallidos, finalmente logró sacar algo comestible. Bueno, al menos lo que él consideraba comestible. Un revuelto de huevos quemado con verduras medio crudas. Lo sirvió en un plato, se sentó en la mesa y empezó a comer. No estaba muy bueno, pero al menos había logrado cocinar algo. Se sintió orgulloso de su "obra maestra .

Hannibal terminó su última consulta de la mañana y decidió que era hora de volver a casa. Tenía la esperanza de encontrar a Will descansando o leyendo un libro, como le había sugerido. Pero lo que encontró al abrir la puerta de la cocina fue un verdadero campo de batalla.

Las ollas y sartenes estaban apiladas en el fregadero, todas sucias y algunas incluso dañadas. El olor a quemado todavía impregnaba el aire. Y allí, en medio de todo ese desastre, estaba Will, felizmente comiendo algo que parecía haber salido de un experimento fallido.

Hannibal sintió que su corazón se detenía por un segundo. Amaba sus ollas y sartenes casi tanto como a Will. Bueno, quizás no tanto, pero eran preciosas y caras, y ahora estaban arruinadas.

"¿Qué... qué ha pasado aquí?" preguntó, tratando de mantener la calma.

Will levantó la vista, sonriendo con inocencia. "Estaba haciendo el desayuno."

Hannibal miró el plato de Will con horror. "¿Y qué es eso?"

"Es un revuelto de huevos con verduras" dijo Will con orgullo. "No está tan mal, ¿quieres probar?"

Hannibal negó con la cabeza. "No, gracias. Creo que paso."

Se acercó al fregadero y examinó el desastre. "Will, estas eran mis sartenes favoritas..."

Will se encogió de hombros con una expresión de culpa. "Lo siento, Hannibal. Intenté ser cuidadoso, pero... bueno, no salió como esperaba.

"Hannibal suspiró, mirando el desastre que tenía frente a él. "Está bien, Will. Solo... la próxima vez, déjame a mí la cocina."

Will asintió, y luego, con una sonrisa traviesa, dijo: "¿Sabes? Podríamos considerarlo una muy buena experiencia culinaria. Al menos no quemé la cocina."

Hannibal no pudo evitar reírse. "Eso es cierto. Pero por favor, la próxima vez, solo pide comida a domicilio."

Ambos se rieron y Hannibal, resignado, comenzó a limpiar el desastre, mientras Will terminaba su desayuno quemado con una sonrisa satisfecha en el rostro.

Al día siguiente, la historia parecía repetirse. Hannibal se fue al trabajo temprano y dejó una nota para Will que decía: "Volveré para el almuerzo. No toques la cocina. Te amo". Will, siendo Will, decidió que nadie le iba a decir lo que podía o no podía hacer. Bajó a la cocina con la firme intención de hacer todo lo contrario a lo que Hannibal había sugerido.

Pero al llegar, encontró una segunda nota pegada a la hornilla: "En serio, no vuelvas a tocar la cocina". Y para asegurarse de que su mensaje era claro, Hannibal había puesto un candado en la alacena donde guardaba sus preciadas ollas y sartenes.

Will soltó una carcajada al ver el candado. "Bueno, parece que Hannibal realmente no quiere que cocine", murmuró. Aceptando su derrota, decidió que lo mejor sería conformarse con el bol de frutas y el jugo que Hannibal había dejado para él.

Y así, entre risas, Will aprendió que la cocina podía esperar y que, después de todo, quizás no estaba tan mal dejar que Hannibal se encargara de los fogones.








Nota del autor:

Este capitulo esta inspirado en mi mami, que también puso candado en la cocina después de que arruiné sus ollas (su espíritu se metió en el cuerpo de Hannibal).

Will's Cravings Donde viven las historias. Descúbrelo ahora