Hay cosas prácticas en la vida, prácticas como los productos notables o la regla de tres simple; y otras que toman más tiempo y trabajo, como, por ejemplo, calcular qué tan dispuesto estaría JiMin Park a ir a una fiesta con él después del culto del sábado.
Durante esa semana, tras la convincente charla que tuvo con TaeHyung, JungKook había asistido a todos y cada uno de los servicios que se daban en la iglesia, lo que significó sacrificar la mañana de su lunes para ir a la oración matutina antes de la escuela y las noches en paz que pudo haber tenido el martes y jueves. Ahora estaba en camino a renunciar a la tarde-noche de un viernes que podía emplear para hacer otra cosa más productiva —o no tanto— que sentarse a conversar con unos cuantos adolescentes.
Mientras camina al lado de su padre, revisa su teléfono por si tiene algún mensaje y, de hecho, los tiene. YoonGi Min le ha escrito para que le confirme si irá solo o con alguien más, pero eso no lo sabrá hasta que la reunión termine, así que lo ignora. Los otros mensajes tienen como remitente a TaeHyung Kim, quien le asegura que JiMin aceptará y que le tiene una sorpresa. JungKook sonríe, pese a que no sabe de qué está hablando su amigo.
Están a menos de una cuadra de la iglesia, por lo que el pelinegro responde preguntando de qué se trata esa sorpresa y guarda el celular en su bolsillo derecho.
—Hijo.
JungKook levanta la mirada hacia su padre, pues aún no logra alcanzar el metro ochenta que porta el hombre.
—Dime, appa.
—No te lo había dicho durante la semana, pero estoy muy contento de que me hayas acompañado a todos los cultos —dice con cariño, mientras pasa uno de sus brazos por los hombros del menor—. Me gusta la decisión que has tomado de estar más comprometido con la iglesia y sobre todo con Dios. Estoy orgulloso de ti, adeul.
El pelinegro se deja abrazar sin decir nada. El peso de su conciencia lo azota con fuerza y se replantea si lo que está haciendo es correcto.
La puerta de la iglesia está a menos de diez metros y su padre le da un par de palmadas en la espalda antes de ingresar. JungKook comienza a desear que JiMin Park se negara a su invitación y así no tener que mentirles a sus padres. Después de todo, es solo una fiesta. ¿Vale la pena perder la confianza de sus padres por eso?
Cruzan el umbral y son recibidos por Joseph Watson y una joven de más de veinte años, a quienes JungKook saluda con una reverencia en lugar de responder el apretón de manos que le ofrecen. Está distraído y ansioso. Ya no está seguro de querer hablar siquiera con JiMin Park; la idea de echarse para atrás se ve más fácil y atractiva.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete...
JungKook avanza hasta las únicas tres bancas que están ocupadas esa noche, mientras que su padre se queda en la parte trasera conversando con Joseph y la señorita de quien no recuerda el nombre en esos momentos. No se toma el tiempo de ver quiénes asisten a la reunión pues, según lo que sabe, esas reuniones sirven para invitar adolescentes nuevos e introducirlos a la iglesia. Por eso nunca asistió a una y ahora se arrepiente de hacerlo.
Dieciocho, diecinueve, veinte.
En la tercera banca hay bastante espacio, por lo que toma asiento ahí. Asume que quienes dirigirán la reunión serán Watson y la joven, pero aún no es hora, así que saca su teléfono y ve un mensaje nuevo de TaeHyung. Abre el chat y todo lo que lee es: «¿Por qué la cara larga?»
JungKook, confundido, despega la mirada de la pantalla y comienza a buscar al pelirrojo. Las dos primeras filas están llenas de adolescentes que en su mayoría no conoce, a excepción de JiMin y otras dos muchachas, pero no ve a TaeHyung. Comienza a preguntarse si no se trata de una broma.
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Flor de Loto en Occidente ©
FanfikceKV┃emisión. ❝En un rincón de Queens, Nueva York, un barrio pequeño se prepara para recibir a sus nuevos residentes. JungKook y su familia llegan al continente americano, impulsados por la misión evangélica de su padre. Este cambio abre la puerta a u...