Hanbyol despertó en la oscuridad. La risa de una bebé resonando en la habitación. Tardó unos segundos en recordar que la bebé que reía era, de hecho, su hija. A Hanbyol todavía se le hacía extraño tener una hija, pero de alguna manera no podía imaginarlo de otra forma. Ella ya llevaba cuatro años en ese planeta. Cuatro años en los que su vida había cambiado por completo. Tres años en los que ella había cambiado.
Ya no era la misma niña de diecisiete años que fue una vez. Ahora era una mujer adulta de veinte años que era madre y que vivía con dos hombres que parecían tener una especie de romance extraño (incluso si Michael se negaba a admitirlo) en un planeta alienígena donde la principal y única civilización consistía en dragones que podían convertirse en humanos... o viceversa. Fue extraño, sí. Pero era su vida ahora. Su normalidad. Y le gustaba.
Una risa masculina resonó en la habitación seguida de la risita de su hija. Era grave, ronca y bastante masculina, Hanbyol supo al instante que se trataba de Leotra. Era el único en la casa que tenía esa especie de risa que estaba mezclada con un sonido felino.
—¡Papi! —la dulce vocecita de Chaeon resonó en la habitación.
Un bostezo se escuchó seguido de un: —¿Por qué estás despierta tan temprano? ¿Por qué ella está despierta tan temprano? —Era Michael.
—No es temprano, amado. —Leotra le hizo saber.
—Es temprano. —Hanbyol gimió.
Hacía calor en la habitación, pero eso era normal. El tiempo era frío en esta época del año y Jungkook había dicho (o más bien gruñido) que las cuevas estaban modificadas para tener calor durante toda esta temporada. Algo sobre nuevas modificaciones realizadas debido a que cada vez más hembras draakonii de otras razas se apareaban con los draakonii Syran, por lo que hubo que adecuar cada cueva para cualquier tipo de hembra que comenzará a vivir allí. Jungkook parecía un poco irritado cuando se lo dijo, pero eso probablemente se debía al hecho de que Michael estaba burlándose de él.
De todos modos, fue agradable.
Siempre tenía una temperatura cálida durante las mañanas, lo que le hizo más fácil levantarse por las mañanas. Por otra parte, ella odiaba los inviernos por lo que una temperatura cálida fue siempre lo mejor.
—Ven aquí, amor. —Hanbyol estiró los brazos en dirección a su hija, quien se arrastro sobre la cama hasta ella, acurrucándose entre sus brazos.
—Siempre me he preguntado... —Leotra dijo, posiblemente mirando a Michael.
—No te preguntes nada. —Michael dijo con un tono cargado de advertencia.
Él felino se río, girándose sobre la cama para mirar a Hanbyol. —Yo compartí los aposentos con él. —Él parecía orgulloso de sí mismo.
—¿Durmieron juntos? —Hanbyol alzó ambas cejas con sorpresa. Eso no era algo que se viera todos los días, especialmente porque Michael siempre echaba a Leotra de su habitación cada vez que este se colaba. —Pensé que no te gustaba tenerlo en tu cama. —Ella le dijo.
—No me gusta.
—¿Entonces por qué...?
—Tenía frio. Él es caliente.
—¿Caliente? —Hanbyol se burló.
Michael se sonrojó. —¡No me refería a eso!
Leotra se dejó caer sobre la cama de Hanbyol. Fue agradable que él al menos usará esa especie de taparrabos mientras estaba en casa y que no anduviera desnudo por ahí. Era una mejora considerable si lo comparaban con los primeros meses en el planeta.
—Me abrazó.
—Yo tenía frio. —Michael se apresuró a decir.
—Eso es... inesperado. —Hanbyol sonrió. —Pero es bueno que estén avanzando.
—No lo estamos.
—A él le gusta decir esas cosas siempre. —Leotra se rió. Una fuerte carcajada retumbante que hizo a la pequeña Chaeon mirarlo sorprendida. Leotra le presionó la nariz con un dedo a la niña, mirándola con curiosidad. —¿Por qué me miras, pequeña cachorra?
Chaeon aplaudió. —¡Leo! ¡Rawr! ¡Leo! ¡Rwar!
Leotra rugió, obedeciendo a la niña. Chaeon rio.
Hanbyol miró al padre de su bebé, que miraba la escena en silencio. Un brillo en sus ojos mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios. Él había cambiado bastante desde que llegaron a ese lugar. Lo que una vez fue un chico delgado y enclenque de no más de diecinueve o veinte años, ahora era un hombre fuerte, todavía de complexión delgada pero musculoso. Entrenar con Jungkook había servido de algo para su condición física, sin embargo, su estatura no había cambiado mucho. Él seguía siendo bajo, casi tanto como ella o Susan para la diversión de todos allí.
Cuando Michael notó su mirada, arqueó una ceja en su dirección. Ella le sonrió con inocencia, haciéndolo rodar los ojos.
—Prepararé el desayuno, malditos vagabundos pobres. —les dijo. Él miró a la pequeña Chaeon que tenía una cabellera rubia y unos ojos tan azules como los suyos. —No repitas eso, duendecito. —su voz fue notoriamente más dulce y suave, antes de mirarlos de nuevo. —No chismeen sin mí.
Y dicho eso, se fue.
Hanbyol sonrió maliciosamente mirando a Leotra, su mejor amigo en ese lugar. —Cuéntamelo todo.
La sonrisa de Leotra reflejó la suya. Sus ojos llenos de un brillo travieso.
Esto iba a ser bueno.

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The White Draakon |myg|(#2)
Fanfiction¿Podrá el amor surgir entre dos especies diferentes con diferentes personalidades? ¿El miedo o el corazón, quién ganará?