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Anahí se negó a ser examinada por uno de los médicos de la isla, alegando que vería a su propio médico nada más regresar a San José. No queriendo perder más tiempo, Alfonso estuvo de acuerdo, y ella suspiró aliviada, ya que no se sentía preparada para decirle que estaba embarazada.

Durante el vuelo de regreso, escuchó en silencio a Alfonso y a Ivan discutiendo posibles escenarios para su llegada, siendo el peor de ellos que arrestaran a Alfonso nada más aterrizar.

Mientras hablaban, ella acariciaba la gargantilla, que no se había quitado desde que la recuperó.

Felicitó mentalmente al capitán Harper por haber completado el intercambio con éxito. Cuando Ivan fue a ver al gendarme local antes de irse, se enteró de que no sólo nadie conocía el paradero del capitán y su tripulación, sino que además el dinero había desaparecido.

Aunque el policía se apresuró a disculparse, Ivan tuvo la impresión de que no haría ningún intento por buscarlo. Un millón de dólares llegaba para muchas cosas.

Después de que el avión se viera afectado por unas turbulencias, Anahí se quitó el cinturón de seguridad y se dirigió al baño. Cuando salió, tanto Alfonso como Iván la estaban mirando con preocupación, pero ella le quitó importancia alegando que había estado mareada todo el tiempo que permaneció a bordo del barco, y que su estómago aún no se había calmado.

Ivan continuó observándola con curiosidad, y Alfonso la dejó en paz, una vez que le volvió a prometer que iría al médico. Tomando agua con gas, escuchó a los dos hombres hablando sobre las acusaciones de contrabando.

Por lo visto, uno de los últimos intentos de Dmitri Nardiv para acabar con Alfonso, había consistido en colocar contrabando en uno de los cargueros que habían contratado para importar productos rusos.

Por desgracia, una inesperada tormenta, junto con unos cables rotos, enviaron las mercancías al fondo del océano Atlántico, algo que el departamento de justicia encontró sospechoso.

En una audaz jugada, el juez cerró las oficinas de VIC Enterprises en ambas costas y congeló todas sus cuentas. Los abogados de Alfonso actuaron rápidamente para intentar detener lo que podría resultar en una catástrofe para la empresa, ya que sus clientes empezaron a cancelar contratos y a pasarse a otras empresas de logística. Incluso si el caso se quedaba en nada, los daños causados a la reputación de Alfonso podrían obligarle a cerrar la empresa. En cualquier caso, Nardiv salía ganando, incluso si lo tenía que celebrar en la cárcel.

Cuando Anahí percibió el familiar sonido del tren de aterrizaje, se aferró más a Alfonso, preocupada por lo que les depararía el futuro. Aunque no dudaba de su capacidad para recuperarse, se preguntó cuál sería el coste. Habían sufrido demasiado, ¿cuándo acabaría todo aquello?

Tras aterrizar, el avión se desplazó hacia el hangar privado, y Anahí miró por la ventana y vio una fila de vehículos, con luces naranjas y parpadeantes, que se dirigían hacia ellos. Dejando escapar un sollozo, se lanzó a los brazos de Alfonso, no estaba preparada para dejarle ir tras haber vuelto con él sólo unas horas antes.

Enterró la cabeza en su pecho y se aferró a él, mientras las lágrimas que había conseguido mantener a raya durante tanto tiempo, le inundaban el rostro.

-No pasa nada, kotyonok. Hemos pasado cosas peores- dijo, y le acarició la espalda. Asintiendo con la cabeza, Anahí le abrazó más fuerte.
Cuando el avión se detuvo, la azafata les dijo que la policía había solicitado que todos permanecieran en sus asientos hasta que ellos subieran al avión.

Anahí no estaba preparada para el diluvio de agentes que entraron, aparentemente esperando un enfrentamiento, mientras Alfonso, Anahí e Ivan esperaban con calma. Tras asegurar el avión, subieron perros rastreadores con los que inspeccionaron todos los rincones de la aeronave. Convencidos de que no había drogas ni armas a bordo, un hombre de aspecto sagaz, vestido con un traje que no era de su talla, se acercó a Alfonso y le comunicó que estaba bajo arresto. Tras hacer un gesto a un agente uniformado, esperó mientras éste le leía sus derechos, antes de ponerle las esposas. Cuando se lo llevaban fuera del avión, Anahí e Ivan comenzaron a caminar, pero un agente les dijo que esperaran hasta que ellos hubiesen salieron.

Cuando por fin pudieron abandonar el avión, uno de sus abogados les estaba esperando, y les aseguró que el caso de Alfonso estaba bajo control y que confiaba en que pudiera estar ante un juez al día siguiente.

Por desgracia, pasaron otros tres días hasta que, gracias a las múltiples amenazas por parte de sus abogados y a un benévolo juez, consiguieron fijar una fianza. Preocupados por una posible fuga, lo avergonzaron aún más obligándole a llevar una tobillera electrónica que sólo le permitía estar en casa y en la oficina.

Después de pasar todo el fin de semana en casa, se estaba volviendo loco y, cómo el juez no tuvo más remedio que permitir que VIC Enterprises siguiera operando, aunque con limitaciones, decidió ir a la oficina. Pensando que el edificio estaría vacío, cuando llegó acompañado de Anahí, se sorprendió de ver el aparcamiento lleno.

-¿Qué es esto?- preguntó, entrando en el edificio.
-¿Qué es qué?- inquirió ella con una sonrisa.
-Pensaba que las oficinas estaban cerradas. ¿Qué está pasando?
-Lo que pasa, jefe, es que tienes un equipo tremendamente leal- respondió Ivan, acercándose para estrecharle la mano.
-Bueno, algunos de ellos. Según recursos humanos, hemos perdido la mitad.
Aunque eso fue antes de que la mayoría de recursos humanos abandonara- añadió, apesadumbrado. - Te esperan en el auditorio.

Alfonso tragó saliva, no muy seguro de poder hablar. Tras dirigirse al auditorio, hizo una pausa antes de abrir la puerta. Con una inspiración profunda, la abrió y entró. No se esperaba el atronador aplauso que le recibió, mientras todos se ponían en pie.

Alfonso repartió apretones de manos y aceptó abrazos de empleados de camino al estrado, donde fue recibido por el jefe del departamento de recursos humanos, que le dedicó una amplia sonrisa. Cuando se dio la vuelta y miró a la sala, se sorprendió al comprobar que no cabía ni un alma. Todos estaban allí.

-Me alegro de verte- le dijo Gary, el director de RRHH.
-Estaba informando sobre las últimas noticias de la compañía. ¿Quieres decir algo?
-Sí, pero termina primero, por favor- logró decir Alfonso, mientras la sala volvía a quedar en silencio.

Tras asentir con la cabeza, Gary encendió el proyector y repasó rápidamente los eventos del día.
También respondió preguntas sobre cómo tratar con los investigadores. Antes de terminar, se refirió a los aspectos financieros, agradeciendo a los miembros del equipo directivo que habían contribuido al fondo de emergencia para ayudar a los empleados que lo necesitaban más.

-Y ahora, antes de pasarle el micrófono a nuestro presidente, démosle otro fuerte aplauso.

Cuando todo el mundo se puso en pie, Alfonso sonrió por primera vez en más de una semana.
Tres horas después, se dirigía a su despacho. Después de la reunión, se había pasado por todas las plantas agradeciendo el esfuerzo de sus empleados de forma personal, poniéndose al día, y sintiéndose más animado sobre lo que estaba ocurriendo con la empresa.

Al salir del ascensor en el décimo piso, vio a su personal directivo que estaba esperándolo en la sala de conferencias. Era la hora de almuerzo, y todos estaban comiendo. Alfonso se sentó y se dirigió a su personal.

-¿Cómo?
Al mirar a Anahí, ésta se encogió de hombros y le sonrió.
-A mí no me mires, yo estaba secuestrada, ¿te acuerdas?- Alfonso recorrió la sala con la mirada, y vio como sus subordinados se ruborizaban.
-¿Diane? ¿Susan?- inquirió.
-Hemos actuado como lo haría Anahí- dijo Diane. -Cuando contabilidad averiguó que el departamento de justicia no había congelado todas las cuentas, conseguimos transferir todo lo que pudimos a las cuentas de los empleados. Los directivos accedieron a echar una mano y nos hemos reunido con ellos. Los que no podían permitirse una reducción salarial temporal, se fueron. Como has podido comprobar, la mayoría se ha quedado- le informó con orgullo Diane
-También hemos creado un fondo para que aquellos que se lo puedan permitir, colaboren con los que tienen más dificultades económicas. Y hasta ofrecemos charlas sobre presupuestos, planificación financiera y comidas caseras- añadió Susan.
-Hemos trasladado a varios miembros de marketing a contabilidad, y todos han estado trabajando conmigo en el desarrollo empresarial. De momento, sólo hemos perdido tres clientes- informó Simon con orgullo.
-Vamos a salir de ésta- puntualizó, y todos asintieron con la cabeza.
Alfonso contempló los serios semblantes de la sala.
-No sé por dónde empezar- les dijo.
-Así que os voy a preguntar: ¿qué hacemos ahora?- Y durante las dos siguientes horas, su equipo le puso al corriente de los planes para conservar clientes y seguir circulando mercancías por puertos y aduanas.

La Esposa Del Millonario | Anahí y Alfonso Herrera| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora