• Capítulo Ocho

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Louis sintió que estaba en un déjà vu cuando despertó en una habitación de madera podrida. El techo estaba cubierto de telarañas y las paredes tenían manchas de humedad. El aire olía a moho y abandono. Su cuerpo dolía intensamente, y sus manos estaban atadas a su espalda con una cuerda áspera que le rozaba la piel. Aunque sus piernas no estaban atadas, estaba sentado en el suelo frío, incapaz de moverse libremente.

Mientras intentaba despejar su mente del mareo y el dolor, Louis miró alrededor, observó mejor cada rincón de la habitación. Los tablones de madera crujían con el viento, y la poca luz que entraba por las ventanas rotas revelaba polvo suspendido en el aire. La confusión crecía dentro de él, junto con una sensación de desesperación. Intentó recordar cómo había llegado allí, pero todo era un borrón después del accidente.

La puerta de la habitación se abrió con un chirrido, y Louis levantó la mirada. La confusión dentro de Louis creció cuando Bob y Ronny entraron. Louis frunció el ceño, tratando de entender lo que estaba pasando.

— ¿Qué está pasando? —preguntó Louis, su voz temblando ligeramente.

Bob, con una expresión de rencor en su rostro, se acercó más.

—Por tu culpa, mataron a nuestro hermano —respondió con frialdad.

Louis sintió una punzada de consternación y recordó a Robbie, quien había intentado forzarlo aquella vez. Trató de mantener la calma mientras respondía.

—Robbie trató de forzarme —dijo Louis, su voz firme aunque sentía el miedo creciendo en su pecho—. Harry no les perdonará que me hayan secuestrado.

Ronny, que hasta entonces había permanecido en silencio, se adelantó con una sonrisa burlona.

—Eso no importa ahora. Pagarás de una u otra forma —dijo con desdén—. Tu alfa no podrá salvarte esta vez.

Louis frunció el ceño, más confundido que nunca. ¿Qué querían realmente estos lobos? Antes de que pudiera formular otra pregunta, la puerta, que había permanecido abierta durante toda la conversación, reveló la figura de la persona que más temía.

Jackson, su padre, apareció en el umbral, con una expresión de enojo y disgusto en su rostro. Louis sintió un nudo en el estómago. Había huido de aquel hombre, y ahora lo tenía frente a él, en una situación desesperada.

Jackson avanzó lentamente hacia la habitación, sus ojos nunca apartándose de Louis. Olfateó el aire, y al captar el aroma de su hijo, hizo una mueca de asco.

—Eres una puta —escupió Jackson, con desprecio en cada palabra—. No puedo creer que hayas dejado nuestra casa solo para terminar con un lobo.

Louis tragó saliva, intentando mantener la compostura. Miró a su padre con cierto temor, sabiendo lo despiadado que podía ser.

—No elegí esto —respondió Louis, su voz temblando ligeramente—. Encontré un hogar con Harry. Me aceptaron y me dieron una oportunidad de ser feliz.

Jackson se acercó más, su rostro a solo unos centímetros del de Louis. El odio en sus ojos era palpable.

— ¿Feliz? —repitió Jackson, con una risa amarga—. No tienes idea de lo que significa esa palabra. Deshonraste a nuestra familia, te entregaste a esos lobos como si no tuvieras dignidad.

Louis sintió que las lágrimas amenazaban con brotar, pero se las tragó, decidido a no mostrar debilidad.

—No fue así... —murmuró, sus ojos llenos de tristeza y confusión.

Jackson lo agarró del cabello, obligándolo a mirarlo directamente.

—Pagarás por escapar, Louis. Y esta vez, no habrá nadie que te salve —dijo Jackson con voz baja pero cargada de amenaza.

Bajo el Cielo de WyomingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora