• Capítulo Uno

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El viento helado de invierno azotaba el rostro de Louis mientras caminaba por las calles de San Francisco, su antiguo hogar. Con cada paso que daba, sentía la libertad creciente, pero también el peso de la incertidumbre. En un último acto de desprendimiento, se deshizo de todo lo que pudiera permitir a su familia rastrearlo. Cambió sus lentes por lentes de contacto y tiñó su cabello de un negro azabache, eliminando cualquier vestigio de su antigua apariencia.

Se frotó los brazos con las manos para darse algo de calor y con la determinación ardiendo en sus ojos, se acercó al mostrador de la estación de autobuses, donde una mujer de mediana edad con una cálida sonrisa lo recibió.

— ¿Hacia dónde te diriges, joven? —preguntó la vendedora, su tono amistoso y curioso.

—Hola, ¿Me podría decir qué autobús va lo más lejos de aquí?

La mujer comenzó a teclear en la computadora, después de unos segundos le volvió la mirada. —Uno sale en diez minutos a Laramie Wyoming con paradas antes de llegar a destino.

— ¿Cuánto sale el boleto? —preguntó Louis rezando porque le alcanzara el dinero que traía. Solo tenía 500 dólares.

—100 dólares. Incluye comida y con asiento cama.

No lo pensó dos veces antes de separar su dinero y dárselo a la mujer. Era al otro lado del país por lo que tenía entendido, era lo bastante lejos de California para empezar de nuevo. Por un tiempo.

—Es un largo camino —comentó ella mientras imprimía el boleto—. ¿Primera vez viajando?

—Sí, necesito un nuevo comienzo —respondió evasivamente, sus ojos evitando el contacto.

La mujer le entregó el boleto, sus ojos llenos de comprensión y simpatía.

—Es por la salida cinco. Buena suerte, querido —dijo suavemente—. Espero que encuentres lo que buscas.

Louis agradeció y caminó hasta la salida cinco donde saldría su autobús, el viaje sería de unos tres días y medio, si no se equivocaba. Y agradecía que el servicio incluía la comida, era un gasto menos que pensar en esas horas de viaje. Unos minutos después ya estaba sentado dentro del vehículo que lo llevaría, su corazón latiendo con fuerza ante la incertidumbre del futuro. El interior del autobús estaba cálido y acogedor en contraste con el frío del exterior. Se sentó junto a una ventana y se acomodó la gorra que la mujer que lo llevó hasta allí le había dado sobre su cabeza inclinándolo hacia su rostro cuando le pareció ver a un hombre que él conocía muy bien.

Louis suspiró cuando sintió que el micro se movía alejándose de ese lugar y del hombre que aun podía ver recorrer las plataformas de salidas, había aprovechado el caos de Año Nuevo para huir. Louis observó cómo la ciudad se desvanecía mientras el vehículo avanzaba hacia lo desconocido.

Durante el viaje, Louis se perdió en sus pensamientos. Las imágenes de su vida anterior pasaban por su mente como un torbellino. Su casa había estado atestada de gente, por lo que su padre y hermano junto con los empleados y guardias estarían ocupados atendiendo a esas personas. Había caminado lo suficientemente silencioso para salir de la casa esquivando a los empleados y guardias que recorrían el perímetro de la casa.

Cuando llegó a la primera parada tuvieron de cambiar de colectivo, en ese momento aprovechó para cambiar su ropa por otras usadas que encontró en una caja en la estación, y cambiar su bolso. Todo eso en cinco minutos. Le agradeció al hombre que le había mostrado la caja de objetos perdidos y corrió a subir al autobús que ya salía.

Louis sabía bien que podían rastrearlo por su ropa ya que se había sacado el rastreador que tenía en el cuello, podría ser paranoico, pero él no se arriesgaría a que lo encontraran. No otra vez.

Bajo el Cielo de WyomingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora