-Entonces niñata, déjame ver si comprendí ¿Dices que quieres quedarte en mi hogar, para no volver al orfanato del cual escapaste para buscar la supuesta "casa de la muerte" que tu madre muerta menciono en una de las historias que te conto cuando tu tenías cerca de tres años de vida? - comento Alfred haciendo énfasis y saboreando cada palabra que decía casi incrédulo- Es algo complejo y difícil de creer niña.
-Yo lo se señor, pero créame, mi madre me hablo de este lugar, una casa donde todos estaban muertos, pero había magia y una familia con la cual estar, probablemente ustedes conocieron a mi madre.
Alfred miro a Alice totalmente incrédulo y un poco irritado, saco del pequeño mueble que usaba como escritorio la muñeca con la que había estado jugando hacia un rato atrás y se la lanzo a Alice para luego de escuchar un "Gracias, no sabía que la había perdido" este le respondiera frio con un "Lárgate", honestamente ya no quería ni soportaba la idea de tener a esa niña en su casa, en su gran mansión, probablemente solo le traería problemas y dolores de cabeza y él, Alfred, definitivamente no quería eso, no lo necesitaba, ya no más.
Alice quedo paralizada tras escuchar a Alfred el dueño de los ojos verde esmeralda que quizás, la había invitado a entrar a su mansión, decirle que se largara ¿Tan difícil era de creer su historia? La verdad era que sí, tenías que ser un tonto o una persona muy ingenua para creerte ese cuento, aunque Alice decía la verdad para Alfred no eran más que mentiras, y Alfred odiaba a los mentirosos, quizás porque él había sido uno.
- ¿Porque quieres que me vaya? - logro vocalizar Alice aun sorprendida-.
-Porque no te quiero en mi casa- le respondió divertido Alfred mientras salía de la habitación- No soporto a los mentirosos y tú, niñata, mientes con todos los dientes.
Alice salió apresurada de la habitación tras de Alfred, intentando convencerlo de que le decía la verdad, intentando que le creyera para quedarse en la mansión, porque Alice realmente necesitaba quedarse, se lo decía su corazón.
Sin saberlo la pequeña niña de cabellos rosados, conducida por Alfred, llego al primer piso y probablemente hubiera seguido avanzando de no ser porque Aura y Michael se le pusieron en frente.
- ¿Realmente te vas a ir? Tenía entendido que te ibas a quedar- comento desanimada Aura- El amo no quiere que te quedes, ¿verdad?
Aura se veía triste, desanimada, mucho más pálida de lo que ya era y ni hablar de su esposo Michael, si bien él quería que la niña se quedara en la mansión, muy el fondo le daba igual si ocurría o no, pero se preocupaba por su esposa y si tenía que hacer hasta lo imposible por la felicidad de Aura lo haría, aunque tuviera que soportar los gritos y el terrible humor de Alfred, aunque tuviera que pasar por todos y cada uno de los anillos del infierno, él por Aura y su felicidad, haría lo que fuera.
-Hablare con el amo- dijo decidido Michael- Yo iba a hablar con él desde un inicio y ahora lo haré.
Pero antes de que el muchacho de ojos amarillos pudiera decir algo fue interrumpido por Alfred- No hare caso a nada de lo que digas, ya tome mi decisión- y toda la fuerza de voluntad que puso Michael en intentar hacer algo se fue del mismo modo en el que ahora se tenía que ir Alice, la cual estaba alarmada, ¿había hecho tanto esfuerzo para nada? Pues así parecía ser, ya que con cada paso que daba, ese pensamiento entraba cada vez más en su cabeza, era abrumador y la única reacción que pudo tener Alice fue la de comenzar a llorar.
Así pues, la de cabellos rosas estaba llorando, sentía como el frio entraba lentamente en sus pulmones y como su corazón latía agitado, quizás por la emoción de rechazo que tenía en su sistema "¿Por qué no me puedo quedar?" era el único pensamiento que Alice tenía ahora en su cabeza y el único que quería tener.
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Un tragico regalo de la muerte/Tragicum donum mortis
Science FictionMurst mas conocido cómo la Muerte, no es un ángel muy agradable, suele meterse en peleas y muchos problemas, asi era hasta conocer a Vita, un ángel muy hermoso a ojos de Murst, pero una burla a ojos de los demás. Historias de este tipo suele contarl...