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Si había un tema que capturaba su interés, lo investigaba hasta el más mínimo detalle, sin importar cuánto tiempo le tomara.

A mediados de su primer año, su padre le había regalado un libro. Un libro escrito por alguien miserable y muy equivocado, si le preguntaban.
"Anarquía lupina: por qué los licántropos no se merecen Vivir", por Emerett Picardy.
A pesar de ser un libro que la había desagradado en proporciones exuberantes, le debía su interés por la licantropía a este. En él, Picardy explica que, incluso en forma humana, los hombres lobo pierden su sentido de la moralidad, lo cual es absolutamente falso. Un licántropo puede ser igual de amable, bondadoso, responsable y respetuoso que cualquier otra persona.
Pero ese no es el punto aquí. Ese libro- que había tirado al informarse mínimamente sobre los licantropos- la intrigó. La dejó con el sabor agridulce de la curiosidad. De la necesidad de comprender qué era en realidad la licantropía.

Kalox no se contentaba con el conocimiento superficial. Quería entenderlo todo: la biología, la magia, las pociones, las maldiciones, si tenía cura, qué leyes había sobre esa condición. Su mente analítica desmenuzaba cada pieza de información, buscando patrones y conexiones que otros podrían pasar por alto. Pasaba largas horas en la sección de criaturas mágicas de la biblioteca, rodeada de libros, y a menudo tenían que buscarla, porque podía olvidar comer o hacer tareas básicas.

Algunos decían que estaba obsesionada. Pensandolo bien, era probable que tuviesen razón. Pero para Kalox, su interés no era una simple curiosidad. Era una necesidad de comprender, de desentrañar los misterios que presentaba.
Era una necesidad tan básica como comer o dormir.

Y no podía quedarse con dudas. Ni una. Debía resolverlo todo. Y ella... aún no había resuelto ese.

No había resuelto a Remus Lupin.

Más allá de una luna llena/ Remus LupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora