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§Kalox Daine Cleenair.

Soy gilipollas. Lo declaro abiertamente.

Soy la Ravenclaw más estúpida que ha conocido Rowena. Una deshonrra. Debería ir ahora mismo al Sombrero Seleccionador para que me meta en alguna otra casa. Gryffindor, por ejemplo.

No. Ahí está Lupin.

Trato de respirar, trato de controlarme, trato de...

Mis manos tiemblan. Hace mucho tiempo que las cosas no me sobrepasan así, mucho menos una tontería de este calibre. Estoy acostumbrada a lidiar con personas que no piensan como yo. No es solo el hecho de que él haya dicho lo que dijo. Es... no sé qué es. Y eso me frustra aún más, porque es algo que no entiendo, y yo odio las cosas que no entiendo.

Mis pasos resuenan en el pasillo vacío mientras me voy cada vez más lejos de donde está, y ahora que lo pienso a tal distancia del chico que desde esta noche sé que tiene los ojos avellana más bonitos y sinceros que he visto jamás, me arrepiento, y debería volver, pedir disculpas, hacer algo, pero el temblor en las manos continúa y, si hablo ahora, voy a llorar.

¿Cómo puede ser tan insensible? Juro por el café con hielo que pensé que era el ser más respetuoso y amable del mundo. Creí que tenía una perspectiva diferente. He admirado a Lupin desde que tengo memoria. Siempre me pareció diferente, más humano, alguien que entendía más allá de lo superficial, que veía a las personas por lo que eran, no por lo que parecían.

Intento calmarme. Respiro profundamente, pero el aire no parece suficiente para aplacar mi frustración. No es sólo lo que ha dicho; es la forma en que lo dijo, tan indiferente, dolido, como si los licántropos no fueran más que monstruos.

"Como si se considerase a si mismo un monstruo."

No.

Para, Kalox.

No tengo ni una sola prueba. Deliro. Llevo años observándole sin darme cuenta, respaldandome en mi "naturaleza curiosa", actuando como una puta acosadora. Estoy viendo cosas donde no las hay.

"Es peligroso"
¿Cómo podía alguien tan inteligente ser tan obtuso? Admiraba a Lupin por su perspicacia, pero esta vez me ha fallado.

Cada vez que pienso en los licántropos, no podía evitar imaginarme en su lugar, lidiando con algo sobre lo cual no tengo control, algunos desde que tienen memoria, apartados de la sociedad. No es justo juzgarlos, no es justo temerlos sin comprender el dolor que soportan.

¿Cómo puede Remus, alguien que siempre me ha parecido tan comprensivo, ser tan cruel en su juicio?

Merlín, ¿por qué todo tiene que ser tan complejo?

"¿Y si realmente es un licántropo?"

Vuelvo a pensar en ello. Porque, si fuese verdad, entonces sus palabras, su indiferencia, no son más que una coraza para protegerse, para alejar a la gente de su verdad. No puedo imaginar el dolor de vivir con un secreto tan oscuro, tan estigmatizado. Que podría cambiar tu vida para siempre.

¿Y si es ignorancia? ¿Y si no entiende realmente lo que significa ser un licántropo y habla desde el desconocimiento, desde el miedo inculcado por la sociedad?

Quiero entenderlo, quiero ayudarlo, quiero... algo que no puedo ni siquiera definir.
Mi frustración se convierte en un nudo en mi pecho, una mezcla de ira, decepción y una extraña sensación de pérdida que no sé explicar.

Yo no he actuado bien.

Llevo años actuando mal.

Él no sabe nada de mi, y en cambio yo parezco saberlo todo de él. Ni siquiera me di cuenta de que le tenía en el punto de mira hasta que me he puesto a pensarlo. Tal vez desde segundo curso, cuando comenzamos a ir al aula de astronomía y les vimos por primera vez. O cuando me nombraron prefecta y tuve que hacer guardias con él. O cuando...

Ha habido tantas oportunidades de que me fijase en él que no sé cuándo fue.

Soy una entrometida. Y le he gritado a un chico que no me conoce. Que no sabe cómo pienso. Al que ni siquiera le importa lo que yo crea o deje de creer; no me pidió opinión. Y yo, aún así, le he gritado, sin conocerle tampoco lo suficiente como para juzgar si está bien o no.

Me he convertido en lo que más odio.

Decido dejar de torturarme y subir a la cama una vez termina el turno, pero creo que es lo peor que he podido hacer.
Dar vueltas en la cama con la mirada en el techo mientras escucho a mi compañera de habitación, Fenrrie Castwol, hablar en sueños– algo sobre su escoba desaparecida–, no es mi mejor definición de "dejar de torturarme". No puedo dejar de sentirme decepcionada conmigo misma. En estos dieciséis años de autoconvivencia me ha dado tiempo a decepcionarme muchas veces, pero nunca de este modo. Nunca convirtiéndome en las mismas personas que juzgo. Que condeno dentro de mi, personas que quedan en mi lista negra.

Yo tacho a las personas que no comprenden nada, que se meten en temas que no entienden, odio a la gente que se deja llevar por lo que la sociedad opine.

Y yo, esa misma persona, he juzgado y he gritado a un chico que no termino de desentrañar.

Suspiro y me pongo de pie. Voy hasta la ventana, donde hay una jarra transparente con agua, y lleno un vaso mientras observo la claridad.
Es una noche tranquila, con estrellas brillantes. A Sally le encantaría ir hoy a la torre de astronomía. Pero ella duerme mucho los días que no subimos para así no estar cansada los lunes, miércoles y sábados– aunque no lo diga, sigue estándolo–, por lo que a partir de las ocho es mejor no contar con ella.

Vuelvo a tumbarme después de beber, pero sigo intranquila. Busco algo de paz en la sala común, frente al fuego.

No la hay.

Con mucho pesar, salgo de la cama, agarrando un paquete de tabaco y un mechero, aún en pijama pero sin ese moño. Camino despacio para no hacer ruido pese a que sé que no hay nadie hoy a estas horas. Bajo las escaleras agarrándome de la barandilla hasta que llego al patio, donde me siento a mirar las estrellas. Enciendo un cigarro y me lo llevo a la boca.

No debería hacerlo. Lo sé.

También sé que, si sigo usando esto cada vez que esté mal o no pueda dormir, terminaré con una adicción y un cáncer.

Lo sé.

Pero, de todas formas, trago el humo y me permito desconectar un minuto de todo. Apoyo la cabeza en la columna y miro al cielo. Es bonito. Puedo ver a Cygnus, el cisne, y, sin darme cuenta, empiezo a buscarlas todas. No sé las ochenta y ocho, pero sé bastantes, las suficientes como para calmarme.
Le doy una calada larga y suelto el humo por la nariz. Lo cierto es que odio el tabaco de liar. Siempre se apaga y tengo que estar pendiente de encenderlo cada poco, y, si hay viento, es peor. Si bien eso mantiene mi mente ocupada, así que decido seguir comprando de liar en vez de paquetes ya hechos.

Suspiro y cierro los ojos, con el cigarro en la boca.

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⏰ Última actualización: Jul 27 ⏰

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Más allá de una luna llena/ Remus LupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora