Hacia la cima [ 2 ] | Yuji Itadori |

5

Lo sabía.

Sabía que la mayoría de mis problemas terminarían si le preguntaba directamente a Satoru sobre lo que encontré en su oficina; sin embargo, si había hecho eso para ocultarlo de mí, era muy obvio que no respondería nada.

Solo pensar en eso me irritaba, y por eso estaba considerando seriamente si debía confrontarlo.

—¿Aún no puedes dormir? —preguntó una suave voz a mi lado.

Solté un profundo suspiro contra su pecho, sintiendo cómo Yuji acariciaba mi espalda suavemente.

—No —respondí, cerrando mis ojos—. Creí que ya estabas durmiendo.

—Tus pensamientos son tan fuertes que casi podía oírlos.

Solté una suave risa, abrazándolo con más fuerza mientras hundía mi rostro en su pecho desnudo.

—Eres tan exagerado.

Él soltó un quejido, apretándome entre sus brazos aún más, envolviéndome en su calidez.

—No exagero —susurró cerca de mi oído—. Puedo sentir tu tensión.

Suspiré de nuevo, tratando de calmar el remolino de pensamientos que me estaban molestando.

—Es solo... Satoru —admití suavemente—. No puedo dejar de pensar en que me está ocultando.

Yuji permaneció en silencio por unos segundos, en los que solo el sonido de nuestras respiraciones llenaba la habitación. Finalmente, habló con una voz baja y tranquila.

—¿Quieres hablar de ello?

Negué con la cabeza, aunque una parte de mí deseaba desahogarse de una vez por todas con él.

—No quiero cargar más a nadie con esto. Ya es suficiente con que tú también estés preocupado.

Aunque no lo hablábamos mucho, sabía que Sukuna preocupaba a Yuji. Aunque parecía que a la maldición no le interesaba mucho la vida de mi novio; a veces, sabía que ellos habían hablado por el tiempo que Yuji se quedaba en silencio a mi lado, como yo lo hacía ahora.

—No es una carga si lo compartes conmigo —insistió suavemente—. Estamos juntos en esto, ¿recuerdas? Si hay algo que te preocupa, quiero saberlo.

Tomé una respiración profunda, sintiendo que su sinceridad derretía mi corazón. Quizá tenía razón. Quizá compartir mis inquietudes me ayudaría a ver las cosas desde una nueva perspectiva.

—Encontré algo en la oficina de Satoru —comencé, sintiendo cómo su mano seguía trazando círculos en mi espalda, dándome el valor para continuar—. Un libro que podría ser importante para entender lo que está pasando conmigo y mi espada, pero estaba incompleto. Parece que Satoru... lo quemó.

Yuji escuchó en silencio, sus ojos fijos en mí con atención ante cada palabra.

—Y ahora siento que estoy atrapada en una especie de red de secretos y mentiras —dije, frunciendo mi ceño levemente—. En un momento, parece que puedo confiar en él y, de repente, ya no, y eso me está volviendo loca.

—Lo entiendo —dijo después de un corto silencio—. Pero recuerda, no estás sola en esto. Tal vez Gojo-sensei tiene sus razones, pero eso no significa que no puedas buscar la verdad por tu cuenta... Y estaré aquí para apoyarte en lo que decidas hacer.

Sentí un nudo en mi garganta al escuchar sus palabras, pero también un alivio reconfortante.

Él tenía razón, no estaba sola. No solo tenía a Yuji a mi lado, dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo conmigo, sino que también estaba Megumi.