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Aegon se escabullía de los guardias y sirvientas por los pasadizos secretos. No estaba cómodo con las personas que lo rodeaban, solo servían para marearlo con sus fuertes feromonas que solo le provocaban querer vomitar.

El primer pensamiento que cruzó por la cabeza de Aegon fue volar hacia dragonstone, donde su hermana. La descartó inmediatamente porque no sabe como llegar hasta ahí ya.

Lo segundo que pensó fue desaparecer. Pero tan rápido como vino el pensamiento se fué, el no solo podría huir a solo vender naranjas y vivir en la pobreza.

Lo último que pensó fue esconderse, y como era lo único coherente decidió hacerlo.

Decidió esconderse en la torre alta de la Red Keep. Pero ahí estaba prohibido ingresar, así que decidió ir por los túneles que cruzaban todo el castillo Real. Al estar tan viejos y polvorientos y con nada de iluminación no sabía si se había equivocado de túnel, se sentía perdido.

Aegon pensaba hacerles letreros y ponerles candelitas la próxima vez que los usara, esto de perderse y encontrarse a la alma gemela de Larys Strong, las ratas, por cada túnel lo estaba aterrando. Su miedo solo se hacía más notorio al no ver absolutamente nada.

Después de estar caminando por bastante tiempo terminó chocando con una pared rocosa que estaba un poco salida y sonaba hueca. Cuando la empujó a un costado rayitos de luz se iban colando del otro lado, era una pared movediza como por la que entró que se encontraba en su habitación. Al abrirla completamente camina hacia su interior inspeccionándolo y asegurándose que fuera seguro.

Al ver que todo estaba bien y no había nadie se pasea por la habitación solitaria. Los muebles estaban cubiertos por unas sábanas blanquecinas como la nieve, que resplandecían con el sol que se colaba por la ventana.

Era la habitación de Aemma Targaryen, la difunta primer esposa del rey y madre de su hermana mayor.

Al recorrer la habitación observa las cosas nada polvorientas de la antigua reina, como si alguien la visitara frecuente, la taza de té en una de las mesas de noche lo confirmaba.

Al ya aburrirse decide regresar a sus aposentos por la puerta principal de la habitación. En el transcurso de regreso a sus aposentos se encuentra con Haelena que iba pasando en dirección contraria a la suya.

La niña solo dos onomásticos menor se detiene a su lado con una mirada hipnótica, mirándolo fijamente hasta que sus labios se abren

— Los dragones marchan, las olas rompen y las ratas bailan. El tablero se posicionó, escoge tu bando. — Las palabras salieron suaves como si danzaran una melodía

Mientras que para Aegon las palabras dichas por su hermanita se quedaron perforadas en su mente. Sabía que lo que Haelena decía eran Precogniciones, y tenía que tener cuidado con ellas. Anteriormente ya le había dicho unas y las ignoró pensando que estaba loca y que solo decía estupideces, al final, terminó creyendo en ellas al presenciar como varias se cumplían.

Desde ese día se tomaba muy enserio todo lo que le decía.

Al quedarse divagando en sus pensamientos no se dió cuenta de que estaba solo parado en medio del pasillo.

Hel se había ido.

Retomó su rumbo directo a sus aposentos repitiéndose la frase en su cabeza que no ponía atención a nada más.

— Joven príncipe

Asustado por la voz proveniente de su espalda se gira rápido intentando defenderse  de la  persona que se encuentra atrás.

— Tranquilo mi joven príncipe, no era mi intención asustarlo. Solo vengo a informarte que la reina Alicent ha estado buscándolo desde el alba y desea verlo en los aposentos reales

Sangre Valyria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora