CRÓNICA DE UNA MALDICIÓN

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Capítulo 2: Crónica de una maldición, la historia de castiel.

"¡Patrañas!", pensó Castiel en voz alta. "¿Goblins? Si eso fuera real, estarían todos en este reino muertos". Se detuvo en una biblioteca, buscando respuestas en los libros antiguos. Encontró uno con el título de "La batalla del fuego", que parecía ser muy popular en la ciudad de Carmin.

Mientras leía, una anciana se acercó a él y le preguntó: "¿No eres de por aquí, muchacho?". Castiel negó con la cabeza y la anciana continuó: "¡te he estado observando desde que llegaste a la biblioteca! ¡Los jinetes vendrán a esta ciudad pronto! He visto en tus ojos... oscuridad".

Castiel se sintió incómodo y salió de la biblioteca rápidamente. La anciana lo siguió con la mirada, como si supiera algo que él no sabía.

Mientras recorría las calles de la ciudad, Castiel se maravilló con la belleza de la arquitectura. Las casas eran como palacios, con muros de roca blanca caliza y techos de tejas rojizas. Las ventanas eran de cristal y las puertas de madera de alta calidad.

De repente, un grupo de caballeros vestidos con armaduras rojizas y flores doradas lo empujaron tan fuerte que cayó al suelo. Quedó inconsciente y no supo qué pasó después.

Después de que Castiel fue golpeado por los caballeros, se desmayó y cuando despertó se encontró en una habitación especialmente grande, en de pieles de la más alta calidad, tenía demasiados recuadros de paisajes, flores, y ciudades. Estaba confundido y no recordaba cómo había llegado allí. Se levantó de la cama y miró a su alrededor. La habitación grande era demasiado lujosa. Había una ventana que daba al exterior y Castiel se acercó a ella para ver qué había afuera. Vio que estaba en una ciudad grande y hermosa, con edificios altos y calles anchas. Se preguntó por que estaba allí.
Su mirada escudriñó cada rincón de la habitación, deteniéndose en las columnas esquineadas que sostenían el techo. Las ranuras lineales que adornaban la parte superior de las columnas le resultaron familiares. Recordó una leyenda que había leído en un libro sobre las casas nobles de Malan, donde los señores y monarcas instalaban trampas mortales para desalentar a los intrusos. Y ahí, detrás de esas ranuras, un caballero vigilaba en silencio, listo para detectar el más mínimo movimiento.

La puerta se abrió con un estruendo que retumbó en la estancia, como un trueno que anuncia la tormenta. La luz del pasillo se derramó en la habitación, iluminando la figura de una dama majestuosa que entraba con paso seguro. Su cabello castaño oscuro caía en cascada sobre sus hombros, como una cascada de noche. El vestido negro brillante parecía absorber la luz a su alrededor, destacando la diadema plateada que adornaba su frente con un resplandor suave. Pero fue el símbolo en su hombro derecho lo que capturó la atención de Castiel: el emblema de las Tierras del Sol, un símbolo de poder y nobleza que hablaba de historias y leyendas. En ese momento, supo que se encontraba en el Palacio de las Doncellas, un lugar donde el pasado y el presente se entrelazaban en un baile de secretos y misterios.

Detrás de la dama, cuatro caballeros emergieron de la penumbra como si fueran estatuas doradas cobrando vida. Sus armaduras relucían con un brillo que parecía contenido, como si el sol mismo hubiera sido aprisionado en el metal. Las flores entrelazadas entre las placas de metal parecían ser el hilo conductor de una historia antigua, un lenguaje secreto que solo los iniciados podían descifrar. A la izquierda de la dama, la anciana que Castiel había visto en la biblioteca antes de ser golpeado y perder el conocimiento caminaba con paso lento pero firme, como si llevara el peso de los siglos sobre sus hombros. Su presencia parecía envolver a Castiel en una sensación de familiaridad y misterio a la vez, como si fueran dos piezas de un rompecabezas que finalmente encajaban. "¿Es él?", preguntó la dama con una voz suave pero llena de anticipación, dirigiéndose a la anciana que la acompañaba. "¡Sí, señorita, es él!", respondió la anciana con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. La dama entonces dirigió una mirada intensa y profunda hacia el joven, como si intentara ver más allá de su apariencia, como si buscara descifrar los secretos de su alma, su pasado, su presente o su destino.

LA GUERRA INTERMINABLE: LAS TIERRAS DE LAS TORMENTAS. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora