AL CAER LA NOCHE

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Capítulo 7: Al caer la noche, La historia de Marvin Navia y Evanora.

"¡Fue un buen día de pesca!", exclamó Marvin en voz alta, mientras descargaba el botín del día en el muelle de Ardalan. "Han habido días mejores", le contestó uno de sus acompañantes, con una sonrisa escéptica. Ardalan, una ciudad que quizás no ha sido muy reconocida en el reino, pero que escondía un tesoro culinario: los mejores mariscos de las tierras del norte. Pero Ardalan era famosa por algo más que su gastronomía. Era conocida por las brujas que habitaban la ciudad, en especial las de magia negra, que parecían ser las más comunes en el reino. Las sombras parecían bailar en las calles empedradas de Ardalan, y los rumores de hechizos y conjuros se respiraban en el aire. Marvin y sus acompañantes sabían que debían tener cuidado, ya que en una ciudad donde la magia negra era tan común, nunca se sabía qué peligros acechaban en la oscuridad.

"Tengo que dejar esto en el puesto de la damisela", dijo Marvin, con un tono de urgencia. "Como no", contestó su acompañante, con una sonrisa cómplice. "Necesitarás saber mañana con detalles qué pasó esta noche", volvió a decir Marvin, mientras se alejaba hacia el burdel de la ciudad. Allí trabajaba Evanora, la joven que había capturado su corazón. Desde el primer momento en que la vio, no dejó de buscarla o estar cerca de ella. Pero Evanora no era una mujer común. Era la Damisela, la dueña del burdel, quien entregaba a los hombres las más exquisitas mujeres que ellos pudieran imaginarse. Sin embargo, a pesar de su posición de poder, Evanora no siempre se sentía conforme con su vida. Había algo en su mirada que revelaba una profunda insatisfacción, un deseo de algo más allá de las paredes del burdel. Marvin lo había notado desde el principio, y eso solo había aumentado su fascinación por ella.

"Marvin, bienvenido, pasa", dijo Evanora, con una sonrisa enigmática, mientras hacía un gesto para que entrara. "Cuando miran al joven parado en la entrada del burdel, se preguntarán qué hace un plebeyo en uno de los mejores burdeles de la ciudad", añadió, con una risa baja y seductora. "Ya te dije que vengas de vez en cuando a este lugar", le recordó, mientras lo conducía hacia el interior del burdel. Evanora no era la típica mujer, era fuerte, empoderada, de aquellas pocas mujeres que sobresalían del resto. Su belleza era solo la superficie, detrás de ella había una mente astuta y un espíritu indomable. "Sí, lo sé, no vendré tan seguido", respondió Marvin, con una sonrisa, "pero como fue un buen día de pesca, tenía que venir a dejarte unos mariscos, además también te traje un regalo", dijo.
"¿Un regalo?", preguntó Evanora, con una ceja arqueada y una sonrisa curiosa. "Sí, sé que tu cumpleaños pasó hace ya más de dos meses", respondió Marvin, "pero te he hecho este collar, es de perlas de ostras". Sacó de la bolsa derecha de su pantalón un collar perfectamente encajado en un hilo de pesca, las perlas tenían una pequeña ranura que hacía que atravesara el hilo, dándole un toque de delicadeza y elegancia. Evanora lo tomó, admirando la belleza del collar, y luego miró a Marvin con una mezcla de sorpresa y gratitud. "¿En serio?", dijo, "es un lindo detalle de tu parte, al parecer fuiste el único que notó cuando cumplí años... ¿por qué?". Su voz era suave, pero había una profundidad en sus ojos que revelaba una emoción más intensa, una emoción que Marvin no podía descifrar.

"Señorita Evanora!", se escuchó detrás de ella, la voz de una niña pequeña y curiosa. "Le ha llegado esto esta mañana", dijo la niña, mientras extendía una carta sellada con cera negra y un símbolo peculiar: el símbolo de una mano. Evanora se puso de pie casi de inmediato, su corazón latiendo con una mezcla de curiosidad y aprensión. "¿Me das un momento, Marvin?", preguntó, mientras tomaba la carta de la niña. Marvin asintió y se quedó en silencio, observando cómo Evanora se alejaba hacia la parte trasera del burdel, donde había un pequeño jardín. Allí, rodeada de flores y sombras, Evanora empezó a leer la carta, su rostro iluminado solo por la luz del radiante sol. Sabía lo que significaba el símbolo de la mano: una bruja pedía su ayuda. Y Evanora, con su pasado misterioso y su presente enigmático, era la única que podía ayudarla.

LA GUERRA INTERMINABLE: LAS TIERRAS DE LAS TORMENTAS. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora