Capítulo 3

16 2 6
                                    

De vuelta a mi apartamento, dejo las bolsas de la compra en la cocina, me preparo algo de comer y enciendo la televisión. Las noticias locales hablan de extraños fenómenos que llevan ocurriendo unos días: desapariciones extrañas, animales comportándose de manera inusual, incendios espontáneos en varios puntos de la ciudad... 

La situación empieza a preocuparme, debo estar vigilante, los indicios son cada vez más claros, pero todavía es demasiado pronto para sacar conclusiones en falso. Así que decido salir a dar una vuelta por la ciudad y despejar mi mente, alejarme por un momento de la preocupación.

Salgo de mi apartamento, dispuesto a perderme entre la multitud y encontrar un poco de paz.

Las calles están abarrotadas de de personas comprando regalos, riendo y disfrutando del espíritu festivo. Las tiendas exhiben sus mejores decoraciones, y los escaparates brillan con luces de colores. Tanto bullicio no me sorprende, es sábado y la temporada navideña está en pleno apogeo.

Camino sin rumbo fijo, dejándome llevar por el flujo de la multitud. El aire frío de diciembre y la mezcla de aromas a castañas asadas y chocolate caliente llenaban el ambiente. A pesar de mi naturaleza inmortal, estos pequeños placeres humanos siempre lograban arrancarme una sonrisa.

Después de un rato termino en uno de los parques más bonitos de la ciudad, no es muy grande pero tiene varias áreas, juegos para niños, de deporte, hasta hay un pequeño lago para alimentar a los patos aunque claro, en esta época del año no hay ninguno. Me ajusto bien el abrigo, me siento en un banco y veo a la gente pasar

El parque sigue lleno de vida, y el frío de la noche empezaba a intensificarse. Me envuelvo aún más en mi abrigo  y sigo observando. Veo a una pareja de ancianos dando un paseo tranquilo, una familia con dos niños pequeños jugando y corriendo de un lado para otro. Una chica rubia castaña de alrededor de veintidós años con una pila de libros en la mano... 

Para entretenerme me gustaba pensar en las vidas de esas personas, lo que les gusta, a dónde van, cuánto tiempo les queda de vida, cuáles son sus preocupaciones. Cada persona tiene su propia historia, sus propias luchas y alegrías. Es fácil olvidarlo cuando estoy tan inmerso en mis propias preocupaciones. Pero en momentos como este, al observar la vida cotidiana, encuentro un extraño consuelo. Estos momentos me recuerdan que aún formaba parte de este mundo, aunque fuera en las sombras.

Mientras me levantaba para regresar a mi apartamento, me prometí a mí mismo no dejar que la soledad me consumiera.  Con ese pensamiento, emprendí el camino de vuelta, sintiéndome un poco más ligero y decidido a enfrentar lo que viniera.

Crónicas vampíricasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora