Capítulo 2

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Me presento soy Cassian, Cassian Corbel y sí, como he dicho soy un vampiro. Vivo en una ciudad donde los rumores sobre criaturas como yo son abundantes, aunque en realidad, mi vida es bastante normal. 

Ahora mismo, estoy en el mercado, una rutina tan mundana que apenas me recuerda la naturaleza de lo que soy. Camino por los pasillos del supermercado, observando a las personas a mi alrededor. Madres con sus hijos, parejas discutiendo sobre qué cenar esta noche, adolescentes con auriculares pegados a sus oídos. Nadie sospecha que entre ellos camina un vampiro de siglos de antigüedad.

Tomo una cesta y me dirijo a la sección de frutas y verduras. Los colores vibrantes y los aromas frescos me envuelven mientras escojo cuidadosamente algunas manzanas y zanahorias. La normalidad de este acto es reconfortante. A pesar de mi naturaleza inmortal, disfruto de estas pequeñas rutinas humanas.

Al pasar junto al mostrador de la carne, intercambio un saludo con el carnicero, un hombre robusto y amigable llamado Joe. Él no tiene ni idea de quién soy realmente. Piensa que soy un investigador privado con horarios extraños, lo cual no está muy lejos de la verdad.

—Hola, Cassian. ¿Lo de siempre? —pregunta Joe, sonriendo mientras prepara el pedido de otro cliente.

—Sí, gracias, Joe —respondo, devolviéndole la sonrisa.

Mientras espero, mis pensamientos se desvían hacia mi verdadera ocupación. Trabajo como investigador privado, especializado en casos relacionados con lo sobrenatural. Este trabajo me permite utilizar mis habilidades vampíricas para resolver misterios y mantener el equilibrio entre el mundo humano y el mágico. No es un trabajo fácil, pero es necesario.

Con la carne en la bolsa, me dirijo a la caja. El ambiente del mercado es una mezcla de conversaciones animadas y el sonido de los carros de la compra. La cajera, una joven con el pelo recogido en un moño desordenado, pasa los productos por el escáner de manera mecánica.

—Eso sería todo, Cassian —dice, devolviéndome la tarjeta de crédito después de pagar.

—Gracias. Que tengas un buen día —le respondo, tomando las bolsas y saliendo del mercado.

En la calle, el bullicio de la ciudad me envuelve de nuevo. El tráfico, las personas apresuradas, y la vida cotidiana continúan sin pausa. Para mí, esta es una oportunidad para observar y proteger. Una forma de entretenerme, cuando has vivido tantos años y has probado tantas cosas el aburrimiento pasa a formar parte de tu vida cotidiana, nada te llena del todo.

Mientras camino de regreso a mi apartamento, siento de nuevo el crujido de poder,  un crujido que me lleva acechando varios días y que empieza a preocuparme. Precisamente porque ese poder no viene de mí. Viene de algo más grande, fuerte, y mucho más oscuro. Aunque por ahora, disfruto del sol en mi piel, las bolsas de la compra en mis manos, y el breve respiro de la normalidad.

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