—¿Y bien? —preguntó José Luis.
Altagracia sacó su móvil del bolso y le envió un documento por WhatsApp.
—Dijiste que querías que te avise con anticipación sobre las ecografías, así que apenas me den algún turno, lo anotaré en ese documento. Ya depende de tí estar atento o no.
El empresario la miraba sorprendido. No podía creer que, incluso aunque estuviera hablando de sus hijos, la rubia no era capaz de dejar su rencor de lado.
—Estamos hablando de nuestros hijos, Altagracia. No de unos putos edificios.
—Perdóname por querer organizarme y que estés al tanto como me pediste —dijo con ironía.
—¿No crees que hay algo más de lo que tenemos que hablar primero?
—No.
—¿Estás segura? —volvió a preguntar —Porque yo sí tengo muchas cosas que decirte, o explicarte... Si me lo permites.
Altagracia levantó la vista hacia él y endureció aún más su mirada.
No estaba de humor para aguantar explicaciones y, mucho menos, mentiras. Porque sabía muy bien que le mentiría con respecto a su mujer.
—Mira, Navarrete, lo que tú hagas o dejes de hacer con tu vida y con tu mujercita, me da exactamente lo mismo. Solo te diré una cosa, y es que la quiero lejos de mi hijos. Esa mujer está completamente loca.
—Pues es que es precisamente eso... —comenzó a explicar —No estará cerca de los niños porque ella y yo...
—Ya te dije que no me interesa, ¿o es que eres sordo?
—Eres imposible, Altagracia —Bufó el moreno.
—Pues, si no te gusta, ya sabes dónde está la puerta. Me las puedo arreglar yo sola.
Él no entendía cómo, hacía tan solo unos minutos, sintió que ella estuvo a punto de ceder y aceptar el beso que estuvo a punto de darle. Ahora la actitud de la empresaria era, una vez más, imposible de llevar.
—¡Qué no, chingada madre! Nos vamos a acomodar —agregó, harto de la situación.
A pesar de las constantes negativas de la rubia, él buscaría la forma de que Altagracia escuchara lo que tenía para decirle.
—Volviendo al tema, hay algo que quiero comentarte.
—Te he dicho que no me inter...
—Ya párale, Altagracia —la interrumpió, cansado de su actitud casi infantil.
Ella simplemente lo miró, entornando los ojos.
—He comenzado el proceso de traspaso de varias de mis propiedades, para ponerlas a tu nombre, como ya te había comentado —la vió sorprenderse —. Quiero lo mejor para ti y para los niños, por eso quiero que sean tuyas —se excusó, diciendo un 50% de verdad en sus palabras.
—No las necesito, lo sabes.
—Pues, yo quiero que las tengas.
Altagracia desconfiaba. Como siempre, desconfiaba.
Había algo en la "solidaridad" de José Luis que no terminaba de cerrarle.
—Espero, por tu propio bien, que ninguno de esos terrenos tenga nada que pueda ensuciarme o te juro que estos niños no conocerán a su padre porque estará muerto.
Navarrete rió.
Sabía de sobra que ella no confiaría en ese traspaso de propiedades pero, por primera vez, no había nada sucio detrás de todo eso. Solo quitarle lo más que pudiera a su futura ex mujer, pero eso no le haría daño a Altagracia.
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Contigo nada es simple
RomanceDespués de sus vacaciones en el crucero Seven Seas Splendor, los pasionales encuentros entre Altagracia y José Luis se volvieron cada vez más habituales. ¿Les resultará sencillo diferenciar el deseo del amor?