Pérdidas

183 25 22
                                    

El miedo en la mirada de Altagracia era más que evidente.

José Luis se encontraba igual o peor que ella, pero sabía que tenía que ponerse los pantalones y tomar las riendas del asunto. Si ambos se quedaban congelados ante la situación, seguramente se arrepentirían.

—Los voy a perder, Navarrete... —dijo ella, con voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas.

Oírla decir eso fue lo que lo hizo, finalmente, entrar en razón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Oírla decir eso fue lo que lo hizo, finalmente, entrar en razón.

—No digas eso. Todo irá bien, güera —respondió, mientras la llevaba a la habitación para ayudarla a vestirse.

[...]

Durante el camino hacia el hospital, ninguno de los dos emitió palabra.

Ella simplemente miraba por la ventana, intentando que él no viera como sus ojos se llenaban de lágrimas cada vez que pensaba en que algo podía pasarle a sus bebés.

Al principio sintió dudas pero, después de escuchar el latir de sus pequeños corazones, supo que serían el amor más grande de su vida y, en ese momento, solo le preocupaba que sus hijos estuvieran bien.

Sintió la calidez de la mano de Navarrete sobre la suya, dándole el apoyo que necesitaba en ese momento y cerró los ojos, suspirando.

No sabía qué era lo que pasaba con José Luis, ni en qué términos estaban. A decir verdad, era lo último que le importaba, pero sentir su apoyo y su compañía en ese instante era lo único que lograba calmarla un poco.

[...]

Al llegar, las enfermeras buscaron una silla de ruedas para la empresaria y la llevaron hacia el consultorio de obstetricia. La doctora Romero entró a los pocos minutos, encontrandola ya en la camilla y a José Luis sentado a su lado, tomando su mano.

—Bien, Altagracia... Cuéntame qué ha pasado. —dijo la doctora, mientras aplicaba un poco de gel sobre el vientre de la empresaria, para así poder hacer un ultrasonido.

—Tiene pérdidas, Romero. —respondió José Luis, algo tenso.

La rubia temblaba y no podía hablar de los nervios.

—Bien, haremos una ecografía para ver el estado de los fetos y para detectar si hay fisuras en el saco amniótico, ¿de acuerdo? —informó la doctora, mirando a ambos, para luego dirigir la mirada hacia Altagracia. —Necesito que estés tranquila. Tus nervios los alteran a ellos también y no queremos empeorar el sangrado. Estas situaciones son algo normal en ciertos embarazos... Intenta no pensar en cosas negativas.

—¿Eres consciente de lo que estás pidiendo? —cuestionó la rubia, con voz temblorosa.

—Altagracia... —dijo José Luis, intentando calmar las aguas pero estando igual o más nervioso que ella.

—Ya, solo hazlo de una vez. Quiero saber qué demonios sucede—bramó ella, volviendo a ponerse en su faceta de Doña, pero sin poder engañar a ninguno de los presentes en el consultorio.

Contigo nada es simple Donde viven las historias. Descúbrelo ahora