Capítulo 03

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Siempre me sentí reemplazable, como si me faltará algo o no fuera suficiente. Las personas con las que me relacionaba, terminaban eligiendo a alguien más o me veían como una tacita de porcelana, que podría quebrarse en cualquier momento. Como si fuese café recalentado; te lo tomas por educación, no por gusto.

Quizás era por mis gustos culposos al elegir las personas. Lo único bueno que había elegido era mi mejor amiga, Sara. Esa chica nunca me dejó caer ni rendirme por más difícil que fuera la situación, además siempre le tiró hate a mi ex y lo odiaba más que yo.

El punto, es que al verme al espejo. Junto a la ventana, me cuesta reconocer a la persona maravillosa que quienes me aprecian ven. No es que crea que me vea mal físicamente, pero tampoco bien.

Apoyo una mano en el espejo, dando un suspiro. Un breve momento después desvío la mirada hacia la ventana, fijando la vista exactamente en el árbol al lado del cuál me dejó Dam. Antes de irse sin dar marcha atrás. Esta vez la vista es diferente, hay un chico que se da rápidamente media vuelta, dándome la espalda. Lleva una sudadera con capucha así que no puedo ver de quién se trata, parece estar hablando por teléfono. Es extraño, no parece ser ninguno de los vecinos.

Decido alejarme del espejo y acercarme hasta el marco de la ventana. Apoyo las manos ahí observando con curiosidad. Pero no se da la vuelta.

Había decidido esperar allí, hasta que decidiera ver de nuevo en esta dirección, pero parecía que el destino tenía otros planes. Alguien tocó el timbre de casa así que tuve que alejarme de la ventana, salir del cuarto, bajar las escaleras y por fin abrir la puerta.

—¡Hola! —me saludó Saori con alegría.

No obstante en lugar de devolverle el saludo la rodeo por la espalda, tratando de ver hacia bajo el árbol. Ya no hay ningún chico ahí.

—¿Estás bien? —cuestiona.

—Si, solo creí ver a alguien bajo el árbol.

—Espera, ¿tienes un admirador secreto? —pregunta, utiliza un tono insinuoso.

Un segundo después acompaña mi búsqueda visual por el área.

—Claro que no —aclaro, utilizando cierto aborrecimiento en la voz—. Puede tratarse de un delincuente, no sé.

—Este lugar siempre ha sido muy tranquilo. No exageres, mejor cuenta quién es ese galán.

—Sabes que no hay nadie, no quiero intentar algo luego de lo que pasó.

Camino hacia dentro de la casa, ella me sigue cerrando la puerta a mis espaldas.

—Pues deberías, mereces a un buen chico que te ame, no al patán de tu ex. Has pasado cuatro años aferrada a él mientras que ese chico no perdía oportunidad para dejarte como los renos de Santa Claus.

—Que directa.

—Al toro por los cuernos.

Me doy la vuelta, enarcando una ceja. Aunque un segundo después ambas reímos por ese dicho. hacemos de nuestras vidas la propia frase mis traumas mis chistes.

—Muy graciosa, ven vamos a mi habitación.

—Es que ¿sabes que es lo bueno de tener el corazón roto? —cuestiona, mientras subimos las escaleras—. Que puedes repartir un pedacito a cada persona cuando se da la ocasión —contesta, a su propia pregunta.

—Es muy temprano para que vengas bajo los efectos del alcohol —bromeo. Tomando asiento en la cama.

Ella muestra una expresión de tristeza, sentándose a mi lado. Quizás fuí muy dura al decir eso, sé que aún le afecta lo que le hizo su ex aunque los dos hayan cometido errores. Aún así coloca su mano sobre la mía como si quisiera que prestara atención a sus palabras.

Todo lo que nunca seremos #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora