1|

5 0 0
                                    

Estación Bullock, 4 de noviembre, 1883

Las pisadas se escuchaban debido a los charcos que cubrían el suelo de piedras. No había más que murmullos y gruñidos por parte de tres hombres que usaban sacos aterciopelados al ser salpicados por el agua.

Y los llantos de un bebé.

—¡Cállenla de una vez por todas! —exclamó uno de los hombres.

Lucía una cicatriz que le cruzaba por todo el ojo derecho, partiéndole la ceja. Se alumbraba por los faroles parpadeantes que adornaban las calles... Todo estaba muy vacío.

—¡Es un bebé! Adivina, no soy su madre, Avy. —Uno de los hombres caminaba junto a Avy a través de esa calle vacía, cargando a aquella bebé que no dejaba de llorar.

—Ya te lo dije, no me llames así. —Avy se detuvo en una esquina, con los otros dos hombres por detrás.

—¿Por qué huimos así? ¡Deberíamos ocuparnos de este error, en lugar de estar aquí! ¿Qué dirá tu esposa cuando se despierte? —preguntó el otro hombre, que llevaba una pequeña libreta en una de sus manos tatuadas con una pluma colgada de una cinta negra—. ¿Y por qué traigo esto?

—Esta niña no se calla —refunfuñó el tipo que la cargaba.

Avy se dió la vuelta para enfrentar a los dos hombres.

—Primero —señaló al hombre que la tenía—: no se calla porque no dejas de agitarla, Axel. Segundo: le diremos a Eide que ella está muerta, y para eso deben mentir bien, ¿oyeron? ¿Vert?

Axel y Vert asintieron, confundidos.

—Si la quieres muerta, ¿por qué no la matamos? —Vert levantó las comisuras de sus labios lentamente y su vista se perdió en algún punto del suelo.

Avy se asomó por la esquina antes de continuar caminando. Los tres hombres cruzaron por un cartel que anunciaba la llegada a la estación del tren.

—Después de todo... sigues siendo tan cobarde como papá decía, ¿no, hermanito? No quieres destruir a esta abominación como se debe, pero tampoco quieres dejarla viva... Interesante.

El nombrado dejó de caminar cuando escuchó a Vert, como si le hubiera dicho algo repugnante. Apretó su mano en un puño, dispuesto a golpear a su hermano. Axel golpeó a Vert en su costilla con uno de sus codos, teniendo mucho cuidado de no lastimar a la niña, que ya había cerrado sus ojos para quedarse dormida...

—No soy un maldito cobarde, Vertmont. ¿Y sabes una cosa? No voy a matar a esa repugnante bestia porque sé que Eide nunca me lo perdonaría si se enterara. ¡Ella no sabe que es una deshonra! No lo comprendería...

—¿Solo porque no es varón? —cuestionó Axel, cansado de la conversación—. La deshonra serías tú, Avy...

La voz de Axel se apagó cuando sus dos hermanos lo observaron con odio.

—Para mí eso suena de cobardes —dijo Vert, ignorando completamente a Axel—. Matémosla aquí, nadie se enterará.

Avy se llevó una mano a la nariz, para seguir caminando. Bufó antes de dar varios pasos lejos de sus hermanos.

—No seas idiota y controla esa sed de sangre por un momento. No tenemos tiempo, el tren ya saldrá. Trajeron sus máscaras, ¿no?

Axel asintió.

—Máscaras, libreta, bebé. No entiendo nada, y aún no respondes lo que te dije hace rato.

Avy suspiró profundamente antes de caminar por el andén. Se notaba su molestia, ya que las venas de su cuello sobresalían.

Las personas pasaban de un lado a otro, apresuradas. Entraban y salían del tren. Los tres hermanos se ocultaron en una esquina oscura, sin levantar sospecha. ¿Quién pensaría algo malo de ellos? Lucían tan elegantes...

—No quiero encargarme de nada. Solo la dejaremos ahí. Pásame la libreta y pónganse las máscaras.

Vert obedeció, dándole la libreta y colocándose una máscara de cuero con agujeros en los ojos. Tenía una mancha de sangre cerca de la boca y orificios para la nariz. Parecía un muñeco escalofriante de alguna tienda de mal gusto.

—¿La sostienes? —indagó Axel amablemente, mirando a Vert y a la niña al mismo tiempo.

—No cargaré eso.

Pero Axel no lo escuchó. Al tener las manos libres, se colocó el mismo tipo de máscara en el rostro con un poco de torpeza.

Mientras, Avy escribía algo rápidamente en la libreta para luego arrancar la hoja de un tirón, demostrando su frustración. Tomó el pedazo de papel y lo dobló en dos.

—¡Última llamada! —exclamó alguien lejano.

—Llévenla, y pónganle esto entre su cobija. No quiero volver a ver a esa cosa en mi vida, ¿entendieron? Será su culpa si Eide se entera.

—No somos tus esclavos, idiota. Si ella se entera, será tu culpa.

—Vert, vámonos —interrumpió Axel, temiendo por la vida de su hermano—. El tren ya partirá.

Avy solo observó a su hermano Vert, con odio, mientras partían hacia el tren. Lo odiaba. Sin embargo, odiaba algo más ese día.

Su culpa.

Los nuevos llantos del bebé se fueron alejando, hasta desaparecer. Avy se quedó ahí, esperando el regreso de sus hermanos. Absorto en sus pensamientos, el remordimiento comenzaba a llegar.

¿Por qué debía existir?

Mecanismos De Sangre (Myre Rosserbent)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora