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¿A qué se refería con... mi aura? 

Todo me daba vueltas en la cabeza. ¿Cómo me podía dejar así después de lo que dijo? La intriga me mataba mientras guardaba las llaves dentro de mis pantalones de tela. 

Tomé la perilla de la puerta una vez más para comprobar si estaba completamente cerrada. Después de eso, di una vuelta y comencé a alejarme por la calle empedrada.

Mi abrigo me cubría lo suficiente para que el frío de esa tarde no me congelara. Detestaba la época de otoño.

Guardé mis manos en los bolsillos del abrigo mientras cruzaba en una esquina. Escuchaba el sonido de claxons a mi alrededor y las charlas comunes de la gente, pero no le daba importancia. Mi mente seguía rondando en todo lo que dijo mi amigo Ezequiel.

¿Por qué habrán inventado historias tan poco creíbles? ¿Acaso sucedieron en realidad? ¿Cómo confiar en Whisper Surprises, si solo es un difundidor de cotilleos?

A veces sentía como el mundo exterior se disolvía... Mi mente era lo único que me rodeaba. No importaba si daba pasos en falso, si estaba a punto de chocarme con algo, o si alguien me empujaba... jamás dejaba de pensar. Podía caminar a casa sin darme cuenta, o podía perderme. Los pensamientos más extraños que había tenido fueron en esa tarde, cuando pensaba en cómo mi aura podía tener sentido. Era una chica rara.

Al menos, creía que nada me despertaría hasta que sentí el vértigo envolverme. Perdí el equilibrio y mi trasero tocó el suelo en solo un par de segundos. Mi desconcierto se aclaró al ver quién me había tirado.

Era un chico.

Él estaba de pie frente a mí, con el cabello cubriéndole la frente, las mejillas rosadas y la respiración agitada. Estiró un brazo hacia mí, con rostro preocupado. Sus ojos con un color verdoso fueron lo primero que me llamó la atención de él.

—No la vi, levántese.

Escuché sorpresa en su voz grave, aunque quizás estaba imaginando.

Me levanté sin tomarle la mano y sacudí mi pantalón de tela. Las marcas de las piedras del suelo habían quedado impregnadas en mi piel.

—Solo... —suspiré, al darme cuenta de que el chico no me prestaba atención, y miraba hacia atrás —. Fíjese por dónde camina.

Volvió su vista hacia mí. Recorrió todo mi cuerpo, como si analizará lo que miraba. Tenía aspecto de clase alta. Usaba tres relojes en el brazo derecho y solo tenía una camisa blanca con un pantalón de tirantes, las mangas remangadas. ¿No tenía frío?

¿A quién le importa?

—Sí, señorita... delicada. —Miró de nuevo hacia atrás—. Y, si me disculpa, debo retirarme.

Hizo una reverencia exagerada, sacudiendo su cabello oscuro con pequeñas ondas en sus puntas, mientras yo giraba los ojos por cómo me llamó.

Miré hacia adelante, con curiosidad. ¿Qué tanto estaba mirando? Al darme cuenta de que cuatro hombres de trajes largos, negros y, al parecer, recién sacados de la tienda cruzaban la calle del otro lado y se acercaban con una actitud nada positiva, supe que iban tras el chico.

—¿Quiénes son ellos? —pregunté, cuando el chico volvió a su postura y su rostro cambió.

—Ay, no. Ya los había perdido. —Se golpeó la frente, irritado —. Tenía que toparme con la señorita delicada —le recriminó al cielo—. ¿Por qué me haces esto, Aristóteles?

Me crucé de brazos al notar que me ignoraba completamente. Miré hacia los hombres de nuevo, con la curiosidad más alterada. Uno de ellos señaló al chico. Error: me señaló a mí.

Mecanismos De Sangre (Myre Rosserbent)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora