Carolina, a sus 17 años, vive y respira por la música. Sueña con brillar en un escenario, sin importar las dudas que puedan rodearla. Todo cambia cuando se encuentra con un Sardelli, cuya presencia se convierte en un faro en su camino hacia cumplir...
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El tintineo de las llaves resonaba en el pasillo mientras abría la puerta de su casa.
Había regresado de un recital con la banda, con la adrenalina aún palpitando en mi pecho por la actuación exitosa de esa noche. Al entrar, me detuvo al escuchar risas provenientes del dormitorio.
— ¿Pato?
Llame, su voz resonando con una mezcla de cansancio y curiosidad.
No hubo respuesta inmediata, solo un murmullo apresurado seguido de un silencio repentino que llenó el aire con una tensión palpable.
Con pasos lentos y el corazón latiéndome fuerte en el pecho mientras apretaba el estuche de mi guitarra, camine hacia la puerta del dormitorio, con un presentimiento creciente que me oprimía el pecho.
— ¿Pato, estás ahí?
Volví a preguntar, mientras giraba el pomo con cuidado.
Al abrir la puerta, mi respiración se detuvo por un instante
En la penumbra, vi la figura de Patricio en la cama, junto a otra persona.
La silueta de una mujer, cuya presencia se reflejaba en la luz débil de la lámpara de noche.
Era Melissa.
— ¡Carol!
Exclamó Pato, sorprendido y culpable al mismo tiempo.
Melissa se giró bruscamente, con una mezcla de sorpresa y satisfacción en su rostro.
— ¿Qué estás haciendo acá?
Preguntó Pato, intentando encontrar una excusa en medio del caos.
— ¿Qué estoy haciendo acá?
Replique, con voz entrecortada por la incredulidad y la angustia.
-¿Me estas cargando? te cagaste en mi y en nosotros Patricio.
Melissa se levantó rápidamente, intentando cubrirse con las sábanas, visiblemente feliz por la situación.
— El nunca me va a superar siempre me elige—
Murmuró, con satisfacción.
— No, espera, escuchame...
Empezó Patricio, pero lo interrumpí con un gesto de la mano.
— No necesito escuchar nada más.
Dije mientras las lagrimas solo corrían por mis mejillas con naturalidad, tanta que no lo note.
Con firmeza, sintiendo cómo el dolor comenzaba a apoderarse de mi.
— Creí que no eras un gato no se por que no le hice caso a los demás.
