Y allí estaba. Me fuí acercando cada vez más para verla mejor. Esa chica con el pelo largo y castaño con esas pequeñas ondulaciones perfectas sin apenas esfuerzo. Esos ojos oscuros grandes y profundos. Sus labios carnosos y rosados que cubren sus dientes bien colocados. Su naricita sin destacar, pasa siempre desapercibida, pequeña y llena de pecas que se extienden mayormente por las mejillas, toque peculiar y personal en ella. Esos pendientes tan brillantes azules la hacen más elegante.
Se acerca a mi y me dice algo. Pero no consigo entenderla, porque mi atención está centrada en su boca. Cuando formula una palabra su nariz se mueve graciosamente. No puedo evitar sonreír. De repente junta las dos cejas en símbolo de buscar una respuesta a mi sonrisa inesperada. Luego, sin dejar que diga nada, me sonríe de oreja a oreja y suelta una carcajada. Hasta logro ver su garganta. Es gracioso. Le brillan los ojos y las mejillas enrojecen su blanca piel. Aprieta con algo de fuerza su mano izquierda y se rasca el brazo con la derecha. Me doy cuenta de que tiene una picadura de mosquito. Será por lo dulce que es.
Se pasa la lengua por los labios humedeciéndolos y su mirada se dirige hacia la barra. La cojo del brazo y la invito al refresco que tanto le gusta. Al refresco que define sus ojos en una canción.* El hielo va bajando hasta sus labios y se choca con ellos a la vez que salpica algo de coca-cola. Qué envidia me dan ahora mismo. Tener envidia de un cubito de hielo... Por solo rozarle los labios 3 segundos haría lo que fuera. Deja el baso con firmeza sobre la barra con esos dedos largos de pianista tan cuidados. Me mira y me invita a seguirla. No sé dónde vamos, pero me da igual. Verla delante de mí con ese vestido negro ajustado, me hace querer protegerla delante de todos esos mirones. Me hace quererla mía.
*Fito y Fitipaldis , Por la boca vive el pez: ...quiero mirar tus ojos del color de la coca-cola...
